Las tallas de ropa demasiado pequeñas agudizan un problema de índole social que puede dañar la autoestima de la mujer e impulsarla hacia métodos de adelgazamiento poco ortodoxos y peligrosos, advierten los expertos del IMEO y marcan pautas como solución a nivel nutricional y psicológico: Les contamos aquí lo que estos expertos nos han transmitido por su interés y
La talla de ropa se ha convertido en la manzana de la discordia no sólo para las grandes marcas de textil que no se ponen de acuerdo para crear un único estándar, sino también para la mujer real que tiene que lidiar con su propia imagen y el deseo de llevar una talla socialmente más aceptable.
«La experiencia en consulta nos revela que en época de rebajas las mujeres con sobrepeso u obesidad se muestran más susceptibles y descontentas con su físico, debido a la insatisfacción de cómo les queda determinado tipo de ropa», explica Rubén Bravo, experto en nutrición y portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO). Pantalones de pitillo, push up, cintura baja o tipo slim; vestidos cortos, ajustados, de tubo o sin mangas, tacones altos, blusas de cintura avispada o de tejido transparente… Es la moda no apta para «gorditas» y la desesperación para entrar en un vestido en pocos días para asistir a una boda, cita o acto, impulsa a las representantes del sexo femenino a probar métodos raros y dietas ‘milagrosas’ a ciegas, sin pensar en las secuelas negativas que pueden dejar rastro en su salud, metabolismo o equilibrio emocional y vital.
Sin duda se trata de un problema complejo que va más allá de la moda y las apariencias, como sostienen los expertos del IMEO y, con el fin de aclarar dudas sobre el tema, ofrecen algunas pautas como solución a nivel nutricional y psicológico. Veámoslos.
Uno de los problemas surge, por ejemplo, cuando el patrón no se adapta a la mujer. Cada vez más consumidoras se preguntan ¿es la ropa la que se debe adaptar a las personas o a la inversa?. En EE.UU. han solucionado el asunto, aumentando con varios tamaños el patrón establecido en los años 50, porque se había quedado anticuado para el siglo XXI donde el 67% de la población femenina, unas cien millones de americanas, lleva una ropa de talla grande. Por nuestro lado, el tallaje que se usa actualmente en España se basa en estudios de los años 70 y no refleja las medidas reales del colectivo femenino, donde un 44, 7% de las mujeres de 18 y más años está por encima del peso considerado normal. No obstante, predomina la tendencia de hacer la ropa cada vez más pequeña y muchas consumidoras se quejan de que ya no entran en su talla habitual, manteniendo el mismo peso.
Si nos comparamos con los países vecinos, veremos que una talla 42 española equivale a una 40 alemana, una 42 francesa y una 46 italiana. En este contexto, no es de extrañar que muchas multinacionales y tiendas online que se dedican a la venta de ropa de mujer utilizan el tallaje alemán: hace que sus clientas se sientan más delgadas al saber que utilizan una talla menor. «El hecho de que se lleva una talla superior a la habitual, de tamaño especial o grande, puede acarrear serios problemas de autoestima en la mujer y en adolescentes puede derivar en algún trastorno de la alimentación», anota María González, psicóloga experta en obesidad y conducta alimentaria del IMEO.
En el contexto de las rebajas se suman otras variables de igual importancia, como tener que enfrentarse a los probadores tras el periodo navideño, cuando se producen más sobreingestas y rupturas de la rutina de actividad física, que podrían estar en la base de mucha toma de decisiones en cuanto a iniciar una dieta o cambio físico.
Otro problema puede surgir cuando la talla de ropa influye sobre la autoestima. «La autoestima es la valoración que hacemos de nosotros mismos sobre la base de las sensaciones y experiencias que hemos ido incorporando a lo largo de la vida», explica González. Esta autovaloración es muy importante, dado que de ella dependen en gran parte la realización de nuestro potencial y logros personales. Es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y carácter. Por lo tanto, puede afectar a nuestra manera de estar, de actuar en el mundo y de relacionarnos con los demás. El problema estriba cuando sostenemos el pilar de nuestra autoestima únicamente en un rasgo físico, en una cifra, en una talla, ya que en este momento entran en juego las distorsiones cognitivas de generalización o abstracción selectiva, ya que no hay datos objetivos que nos muestren una misma talla en cuerpos idénticos y depende de más variables como la constitución de cada persona, la distribución de la grasa corporal, la altura, etc. Lo saludable para nuestra autoestima seria entender que las tallas no clasifican la belleza o salud del cuerpo femenino, sino que se trata de un mero tallaje textil, que varía según el país y la marca comercial, con lo cual es recomendable dirijir nuestra atención a la prenda y cómo se adapta a nuestra silueta y no a la cifra numérica.
Pero hay más, porque en el mundo de la moda hay también una tendencia de vuelta al corsé con el fin de estilizar aún más la línea. «Llevar una faja o moldeador de cuerpo no es malo desde un punto psicológico, siempre y cuando estas prendas se utilicen como un instrumento para complementar una prenda y se busca un resultado más estético», indica la psicóloga. Lo patológico sería identificarse con la imagen del cuerpo con la prenda en cuestión puesta y rechazar la imagen real, pudiendo convertir dicho complemento en la base de la seguridad de la persona a la hora de enfrentarse al mundo social, distorsionando su autopercepción. «Es su autopercepción. Es positivo querer estar más atractiva y cómoda, pero desde la aceptación del cuerpo real, no desde el rechazo y la negación», subraya González.
Y hay que prestar especial atención en la salud intestinal. A veces, la dificultad de cerrar la cremallera del pantalón, no se debe a un aumento de talla, sino a una inflamación en la zona abdominal. Producida por estreñimiento, intolerancias alimentarias o un estado de salud intestinal que deja mucho que desear, que es una de las principales causas de retención de líquidos y de un consecuente aumento de peso que fácilmente puede rondar los dos kilos. Afecta principalmente a las mujeres durante los períodos de desajuste hormonal, como menstruación, embarazo o menopausia, pero también se puede deber a una alimentación inadecuada y al estrés.
Introduciendo pequeños cambios en nuestro estilo de vida se puede mejorar no sólo nuestro sistema linfático e intestinal, sino también nuestro estado general de salud y el aspecto físico.
A continuación, los expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad enumeran algunas pautas que ayudan a reducir la retención de líquidos y la inflamación abdominal. Estas son:
* Nunca debemos proponernos perder más de 1 Kg o 1,5 Kg por semana ya que está más que demostrado que las dietas equilibradas ganan ‘por goleada’ a las dietas milagro a medio plazo en la pérdida de grasa final, en la mejoría de la masa muscular y en el estado general de salud. Es importante que nuestro menú sea rico en proteínas, pues están compuestas de aminoácidos que trabajan en diferentes funciones sobre la buena salud muscular y de los tejidos.
* Realizar actividad física aeróbica combate el estreñimiento y favorece la eliminación de líquidos. Si queremos mejorar y armonizar nuestra silueta, tenemos que saber que la masa muscular de nuestro cuerpo es una gran ‘máquina para quemar calorías’. Por lo tanto, si trabajamos con ejercicio aquellas áreas donde más grasa tenemos, podremos equilibrar en cierta manera los “quemadores de grasa” localizados. Además, no hay que olvidar que el sistema linfático, encargado de eliminar el líquido retenido, está unido con el sistema cardiovascular, de modo que con el aumento de la frecuencia cardíaca, aceleramos el proceso de eliminación de líquidos. Practicar actividad física aeróbica moderada de 3 a 4 veces por semana durante 45 a 60 minutos también nos ayudaría a combatir el estreñimiento y estimular el movimiento peristáltico que realizan las diferentes partes del aparato digestivo para ‘transportar’ y desmenuzar la comida.
* Cenar o desayunar alimentos ricos en pre y probióticos favorece el tránsito intestinal y las defensas. Estas bacterias, presentes en los yogures, la cuajada o el kéfir, son de gran beneficio para nuestra salud intestinal, ya que favorecen la fortaleza del sistema inmunitario, la absorción de nutrientes y el tránsito intestinal. «Para los que se proponen perder peso, recomendamos tomar 2 raciones de lácteos desnatados al día, uno como tentempié a lo largo de la mañana y el segundo, en la merienda o cena», sugiere Bravo.
* Tomar té verde en el desayuno para estimular la función renal es otro buen consejo. Sustituir la taza habitual de café en el desayuno y a media mañana por una de té verde, puede ser una elección sabia en esta ocasión, ya que su teína estimulará la función renal mientras nos aporta antioxidantes.
* Beber 2 litros de agua al día para renovar nuestra reserva de líquido corporal es indispensable. Se estima que el contenido en agua de los distintos órganos, dependiendo de su composición, varía desde un 83 % en la sangre hasta sólo un 10 % en los tejidos adiposos. El agua que se bebe aparece en el plasma y las células de la sangre tan sólo cinco minutos después de ser ingerida. Para una persona que beba 2 litros de agua al día, una molécula de agua permanece en el cuerpo 10 días de media, y el 99 % de la reserva de agua corporal se renueva en 50 días. Por esta razón, es muy importante tomar 2 litros de agua (2,5 litros, si se hace deporte) para hacer que el líquido intersticial retenido entre nuestras células se renueve más rápido.
* Obtener hidratos de carbono a partir de frutas, verduras y cereales integrales es lo más conveniente. Los hidratos de carbono son muy importantes en una dieta equilibrada, porque nos aportan vitaminas, minerales y antioxidantes, al mismo tiempo que grandes cantidades de fibra. Eso sí, hay que obtenerlos de frutas, verduras y cereales integrales, evitando en la medida de lo posible las harinas refinadas y los alimentos industrializados.
* Reducir el consumo de grasas saturadas y aumentar el de grasas mono y poliinsaturadas es otro aspecto clave. Las grasas saturadas en exceso favorecen la inflamación, en cambio las ricas en omega3 son antiinflamatorias, e igualmente estará mejorando su salud cardiovascular. Por esta razón es recomendable priorizar el consumo de pescado azul, aceite de oliva, frutos secos y aguacate, por encima del consumo de bollería industrial, carnes, grasas animales y mantecas.
* Recurrir a las proteínas de origen animal como fuente de energía y saciedad. «En consulta normalmente recomendamos tomar carne roja 2 veces a la semana, preferiblemente de ternera por su alto contenido en hierro y vitaminas del grupo B, y completar con pescado o marisco, 4 veces por semana, optando por pescados de pequeñas dimensiones en la mayoría de las ocasiones, y consumir pescado de grandes no más de 2 veces por semana, debido a su mayor concentración de metales pesados», aconseja el experto en nutrición del IMEO.
Para orientarnos sobre la ingesta diaria recomendada de proteínas, habría que multiplicar 0,9 gr de proteínas magras por kilo de peso para las personas sedentarias y 1,5 gr de proteínas magras por kilo de peso para los que realizan un deporte intenso. Hay que tener en cuenta que por cada 100 gr de carne ingerida, obtendríamos entre 20 y 30 gr de proteína. Una mujer, por ejemplo, que pesa 6 0kg y entrena activamente durante el día, cubriría sus necesidades nutricionales de proteína con una pechuga de pollo de 200 gr y un filete de ternera de 180 gr.
Pues muchas gracias a los expertos de IMEO por sus consejos e informaciones, con todos los datos que aportan debidamente referenciados, que seguro que le son de utilidad, ¿verdad?