CRIMEN Y CASTIGO

El Canibal de Madrid: Mata a su madre, la descuartiza y se la comen entre él y su perro

El Canibal de Madrid: Mata a su madre, la descuartiza y se la comen entre él y su perro
Alberto, el canibal de Madrid. EP

Casi tan repugnante como brutal (La historia del caníbal japonés convertido en celebridad : ”La carne se deshacía en mi boca como sushi»).

La Policía Nacional ha encontrado el cadáver descuartizado en el interior de una vivienda del barrio de Salamanca y ha detenido a su hijo como autor de la muerte y el descuartizamiento (La casa del terror donde vivía una caníbal de 12 años que mató a su inquilino: «El cerebro era más sabroso»).

Alberto Sánchez ha admitido ante los agentes que practicaba canibalismo con el cuerpo de su madre.

Asimismo, también le daba los trozos de la mujer al perro que compartían para que se los comiera.

«Sí, mi madre está aquí dentro. Fallecida».

Esa fue la lacónica respuesta que dio a dos agentes de la Policía Nacional la tarde del 21 de febrero de 2019  este joven de 26 años, cuando llamaron al timbre preguntando por su progenitora.

Le costó, pero al final Alberto franqueó la entrada de forma voluntaria a la patrulla de la comisaría del distrito de Salamanca que acudió hasta el domicilio familiar, situado en el número 50 de la calle de Francisco Navacerrada del barrio de la Guindalera, muy cerca de la plaza de toros de Las Ventas.

La escena que encontraron los agentes fue espeluznante. Quienes la contemplaron jamás la olvidarán. Los restos de María Soledad Gómez, de 66 años, estaban repartidos por toda la casa e introducidos en fiambreras de plástico.

La mujer había sido asesinada por su hijo, presuntamente, quien después decidió descuartizarla. Los pedazos que hallaron en los «tuppers» eran muy pequeños, tanto, que el supuesto parricida debió de utilizar una máquina -una radial o una picadora- para ese fin.

« El perro y yo nos hemos ido comiendo a trocitos a mi madre».

Este mantuvo en todo momento una actitud fría y distante, como si lo que estuviera contando no tuviera relación alguna con él. No se sabe cómo la asesinó.

Alberto, que fue detenido de inmediato, se ha negado a declarar ante la Policía. Hoy está previsto que pase a disposición judicial.

Desde enero no la veían

El terrorífico suceso se descubrió a las tres y media de la tarde del jueves. Fue una amiga de la víctima la que acudió a presentar una denuncia a la comisaría del distrito. A los funcionarios les manifestó su preocupación porque llevaba, aproximadamente, un mes sin ver a Soledad ni poder hablar con ella por teléfono.

Se temía lo peor porque indicó que el hijo con el que vivía «tenía problemas y era un poco raro».

Por ello, de inmediato, se desplazó un coche patrulla hasta la vivienda y descubrió la horripilante tragedia que se ocultaba tras la puerta del piso 1º C. Los agentes del Grupo V de Homicidios de la Brigada de la Policía Judicial se llevaron una bolsa de basura con restos de la víctima.

Al parecer, en el cuarto destinado a los cubos había ido depositando partes del cadáver. El presunto parricida tiene doce antecedentes, la mayoría por maltratar a su madre, precisaron fuentes policiales.

En su entorno, conmocionados y afligidos por lo ocurrido, aseguraban que Alberto había tenido varias órdenes de alejamiento de su progenitora, la última, reciente. Se desconoce si estaba en vigor aún. Las fuentes informantes no pudieron confirmarlo.

Lo cierto es que Soledad, viuda desde muy joven, siempre le acogía en casa. «Al fin y al cabo es mi hijo, ¿qué voy a hacer?», explicaba un conocido, consternado y horrorizado por el triste y truculento final de esta mujer.

«Era muy buena persona».

Alberto es el menor de dos hermanos y, según su círculo más cercano, es consumidor de drogas y sufre problemas psiquiátricos. De hecho, algunos apuntaban a que estuvo ingresado una temporada en un centro debido a su delicada salud mental.

Una viuda muy joven

Los cuatro miembros de esta familia se mudaron al barrio de La Guindalera hace más de veinte años y el padre, ebanista de profesión, falleció al poco tiempo. Soledad se quedó viuda con sus dos vástagos.

El pequeño estudió en el cercano Colegio Calasancio y después en la Escuela de Hostelería, y trabajó como camarero una temporada. Después algo se debió de truncar en él. Su hermano mayor, Jesús, se independizó hacía mucho tiempo y apenas mantenía relación con ellos.

«No se hablaba con su madre. Y venía a rescatar a Alberto y a sacarle las castañas del fuego cuando le detenían por pegar a su madre o por otros motivos».

La víctima, una mujer menuda y extremadamente frágil («pesaría unos 40 kilos»), padecía párkinson y era alcohólica. Quizá ahogaba sus penas bebiendo. Quién sabe.

En un bar cercano, Soledad se desahogaba con los dueños y algún parroquiano cuando iba a tomar alguna copa de vino, pero eran pocos los sabían que su hijo la golpeaba.

«Cuando llegaba con la cara amoratada o con cardenales, le echaba la culpa al perro y decía que se había caído al tropezar con él».

No se sabe si por esa lamentable situación, la mujer estaba avejentada.

«Parecía mucho más mayor, al contrario que su hijo que podría pasar por 20″.

«Tenían una peleas espantosas con gritos y chillidos horribles. En la última que oí tembló toda la finca. Eran las seis de la mañana. Desde entonces, no volví a ver al mujer».

Eso debió de ser el Día de Reyes, comentaban otros, porque ya no salía a comprar al supermercado a la hora de comer ni a pasear al perro, como solía.

« Algún día se matan», exclamaba otra residente del edificio en alusión a las broncas continuas que había en esa casa. Por ello, la Policía había ido en numerosas ocasiones y el Samur.

Algunos decían que los dos se golpeaban entre sí y que eran conflictivos y otros que era la mujer la que se defendía de los ataques propinados por su hijo.

«Ayer (por el jueves), después de comer, empecé a ver llegar coches de Policía a la casa Francisco Navacerrada. Hasta nueve conté. Pensé, vaya, otra vez el niño está pegando a su madre», aseveraba José.

Se equivocó de pleno. De noche vio salir a los agentes:

«Estaban descompuestos».

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