Desesperanza Aguirre

Ha conseguido la Efigie gallega desesperanzar incluso a quien era el último reducto de la fe. A la España del Cupo, de los Fueros, los curas, los iluminados, los sectarios, los revolucionarios pancistas, los oprimidos con palco en el Liceo y los tontos, sobre todo los tontos, se le han unido los cobardes, los tibios, esa especie que no parecía posible entre los españoles airados que siempre se nos dijo que éramos. España seguirá eternamente siendo la de los feudos y los caciques, la que te determina según la cuna o la lengua que hables. Sigue habiendo dos Españas, la de los ricos (hasta lengua en propiedad dicen tener) que chantajean e imponen sus privilegios, y la de los que se rinden. El sueño liberal nunca salió de Cádiz.
Esperanza Aguirre se va porque no quiere ser cómplice de las nuevas humillaciones que se preparan. Es demasiado castiza, demasiado Dos de Mayo. Sabe que la mafia vasca suena con suaves palabras sólo porque tienen asegurada la extorsión. Nos perdonan la vida porque se la pagamos y alguien les reserva ya en Madrid cobijo e IVA. Y sabe, sobre todo, que los mercaderes catalanes se irán el jueves con algún pacto oscuro y los bolsillos llenos. Una vez más. Y que sólo Madrid se quedará para seguir sosteniendo esta España agusanada que hace doscientos años que se desangra.

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