Con Emmanuelle vivíamos mejor

Es hora de dejar de engañar a la Historia. La verdadera Transición no fue la que hubo entre el harakiri de las Cortes franquistas y el advenimiento de la democracia. La verdadera Transición fue la que se dio entre la misa de doce y Emmanuelle, Sylvia Kristel, nuestra Sylvia, que fue ya para siempre el fin de nuestra inocencia y el principio de los cuerpos inacabables. Por primera vez una mujer aparecía desnuda y entera en las pantallas de España. Y se tocaba. Y se tocaba con otras. Que eso fue lo que nos incendió a todos. Aquella mujer preciosa, alargada, de engañosa apariencia huesuda que luego se desbordaba en curvas, pechos y muslos formidables, no sólo gozaba y se entregaba a los hombres con una extraña mezcla de indiferencia y horno de fundición –la escena en el avión es lo más recordado de la época junto a Tejero entrando en las Cortes-, sino que se enamoraba de otras preciosas señoras, como las rubias que la esperaban en Tailandia y se la llevaban por los ríos que van a dar a la mar, que entonces aún no era el morir ni habíamos reescondido el sexo bajo las faldas puritanas y negras del género. Te saludo, señora, por las imágenes imborrables que nos diste. Entonces éramos mucho más pobres, pero nos acompañaba el deseo, la libertad como un ascua por dentro. Contigo se va aquella alegría, aquel tiempo pasado y mejor.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído