Kremer de Seda

Carlos Pecker Pérez de Lama

En lo más profundo del Mundo Maya

EN LO MÁS PROFUNDO DEL MUNDO MAYA

Crónica 1: Los Indígenas Mayas del Lago Atitlán, GUATEMALA

La Organización Mundo Maya, conformada por los ministerios de Turismo de Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y los Estados del Sur de México, ha invitado a Periodista Digital a un viaje de ensueño por los 5 países que conforman una de las zonas más misteriosas y sugerentes del Planeta Tierra.

Mapa de las ciudades y templos Mayas en Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador         y los Estados del Sur de México

A mediodía embarcamos en un vuelo directo a Guatemala Alida Juliani de la Agencia Efe, Carlos Moya de Nattule y yo. Después de largo rato, Iberia nos dice que se ha averiado un manguito y el avión pierde combustible (me recuerda a mi Seat Panda), lo que supone que se retrasa el despegue. Después de 5 horas sentados en estos asientos tan `amplios´, nos informa la pilota de que la avería está solucionada pero que no podemos partir porque la tripulación ya se ha pasado de horas de vuelo y tiene que descansar. Esto le pasa a Santiago Segura y hace otra peli de `Torrente´.

Con un indígena maya en el Lago Atitlán

Al día siguiente, después de un largo viaje donde aprovecho para empaparme de la cultura Maya, aterrizamos en Ciudad de Guatemala, donde nos recoge Carlos Cruz en su Hyundai adormecida de 9 plazas y nos lleva directos a Sololá, para recuperar el día perdido. Antes se montan otros cuatro periodistas guatemaltecos: Astrid Judith Díaz, José Ángel García `El místico´, Ana Lucía González y José Javier Cordón `Dronman´.

La carretera está plagada de los buses típicos de Centroamérica, las conocidas parranderas, chivas, tomateras, burras o `chicken bus´ para los gringos, porque llevan pollos vivos en la parte de arriba.

A mitad de camino paramos en Tecpán, en el restaurante Chinoy, donde iniciamos nuestro contacto con la comida local tomando un ´levantamuertos´, un caldo con arroz, verduras, cilantro y limón, que me viene muy bien para el estómago, porque el aterrizaje de la pilota de Iberia fue harto desagradable y vomité varias veces la `plasticosa´ comida del avión, donde sabe igual el pollo que el pescado.

Después tomo un churrasco azul con aguacate, y vosotros diréis ¿qué será un churrasco azul?, pues pedir la carne tan cruda que parece azul, lo que en España sería vuelta y vuelta. Otros optan por el caldo de gallina.

Indígenas mayas preparando tortillas de maíz

Para beber, un jugo de tamarindo y de postre un pie de guayaba con piña. La gastronomía de Guatemala es excelente, y desde el principio te ponen tus tortillas de maíz calientes de cuatro colores: blancas, amarillas, rojas y negras. Según el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas, el dios creador Tepeu hizo al hombre de madera, pero se quebró, luego de barro, pero se derritió, y al final lo creó del maíz e hizo cuatro razas: los blancos de Europa, los asiáticos amarillos, los indígenas rojos y los negros africanos, por eso hay cuatro tipos de maíz con esos colores.

Por la carretera Interamericana hay todo tipo de anuncios de políticos, y me dicen mis compañeros de la prensa que aquí no se vota, sino que se `antivota´, o sea, que se vota al menos malo, algo que me recuerda a nuestras últimas elecciones, donde hubo millones de indecisos hasta el último día, y hasta españoles que rompieron su papeleta delante de las transparentes urnas.

Gracias al `levantamuertos´ llego con fuerza a Panajachel, justo con el crepúsculo, y filmo mi primer vídeo para Instagram con la imagen del embarcadero del Lago Atitlán, donde apenas se divisan ya los tres volcanes que lo circundan: el San Pedro, el Tolimán y el Atitlán.

Lago Atitlán, Sololá, Guatemala

Navegamos en la oscuridad durante media hora hasta el pueblo de San Juan de Laguna. Durante el trayecto nos cuentan la leyenda sagrada de `Xocomil´, un extraño remolino que se forma en medio del lago que se ha tragado ya muchos `chapines´, como se llaman entre sí los guatemaltecos. Chapín fue un tipo de calzado español del S.XV, con unas alzas muy grandes y sin sujeción del talón, que al caminar producían un sonido especial, `chap, chap´, y de ahí viene su apodo de `chapín´.

Nada más desembarcar nos recibe Beatriz González, secretaria técnica permanente de la Organización Mundo Maya, que es la que ha organizado este viaje maravilloso por todo el territorio maya.

Como las cuestas de San Juan La Laguna son muy empinadas, mis compañeros periodistas se montan en los simpáticos `Tuc-tuc´, una mezcla de carro y moto de 3 ruedas, parecidos a aquellos isocarros grisáceos que iban por Madrid repartiendo mercancías cuando yo era un chaval. Aquí en cambio son de colores chillones, con luces de neón y llantas plateadas con artilugios tipo Mad Max. Yo prefiero ascender caminando, acordándome de nuestra Ruta de los 18 Héroes.

Sin más tiempo que perder, debido al retraso de Iberia, entramos en un Taller de Pintura muy original. El pueblo entero está plagado de artistas, unos cantan, otros componen, otros hacen vestidos con técnicas ancestrales, y casi todos pintan. El caso es que el Taller está lleno de cuadros y máscaras que decoran abuelos, padres, madres e hijos. Animales autóctonos, mazorcas de maíz, indígenas trabajando, paisajes selváticos… los temas están relacionados con su intensa vida y todo lo que les rodea.

Taller de Pintura Indígena en San Juan La Laguna

Aunque nos dejan unas pinturas de nuestro nahual para que nos sirvan de referencia, la realidad es que mi Tz´ikin es un `puritico´ desastre, se parece más a una medusa enfadada que a un pájaro. Pero eso sí, nuestro maestros pintores indígenas son muy risueños y se parten de risa con nuestros horribles bocetos.

Nahual Tz´ikin

Cenamos en su restaurante comunitario junto a las cocineras, sus hijos y los organizadores de nuestra visita, un pollo con arroz y la fruta de los Dioses, que son jalotes con miel y canela.

Cenando con los indígenas mayas

Después de tan deliciosos platos, nos comentan la importancia de las cooperativas que se han ido formando por todo el territorio maya, para mantener y rescatar sus costumbres ancestrales y tener financiación comunitaria para mejorar el trabajo, la educación, la sanidad y la cultura de los mayas. Un proyecto ejemplar.

Para cerrar este día tan intenso, nos llevan a una pequeña cabaña donde nos recibe el grupo Tz´utuj (flor de milpa), compuesto por los hermanos Tzep, que han ido investigando sobre las músicas de sus ancestros y ahora dan conciertos por el mundo entero.

Sus instrumentos están construidos con materiales naturales, sin plásticos ni metal, y reproducen los sonidos de animales de la selva y ruidos de la naturaleza. Con el tecomate consiguen el canto de la galletera y de otras aves, con el bajlam imitan el fiero gruñido del jaguar, el imosh les sirve para los audios de las cascadas y de la lluvia, y con el silbato de guerra simulan el inframundo o shibalbá. Además, tienen tambores de varios tamaños, caparazones de tortugas, marimbas, maracas y una caracola que representa para los mayas el principio y el fin.

El concierto es una delicia, con canciones como `Kikotemal´ (alegría y felicidad) o `Kotzij´ (flor), dedicada a los 4 colores del maíz.

Concierto del grupo maya Tz´utuj

Pero lo mejor se queda para el final. Tenemos la inmensa suerte de que nos acogen los indígenas en sus escuetas casas y nos ofrecen sus mejores habitaciones, su agradecimiento y su encantadora compañía.

A mí me toca con Lourdes y Pedro, y me dejan la cama más grande de su humilde morada para que duerma, como dice la dueña, `como un bebé´. El agradecido soy yo, que he pasado un día sensacional, conviviendo con unos afectuosos y encantadores indígenas mayas.

Escribo mi crónica en un estado de felicidad absoluto. Me encanta ver la realidad de estos indígenas, cómo valoran la familia, la naturaleza y su raza, cómo pelean para conseguir unirse en cooperativas y construir una economía más fuerte para ayudar a los más débiles, cómo nos han acogido con su sonrisa discreta pero sincera. Tienen ganas de mejorar, de mostrar al mundo su cultura y su manera de vivir, y tengo que ser tan legal como lo están siendo ellos conmigo y escribir mi crónica para Periodista Digital.

Ya es tarde, apago la tintineante luz, me arropo con el colorido edredón y sueño con lo más profundo del Mundo Maya.

La Leyenda de Xocomil

Despierto a las 04:00 y escucho un extraño animal que merodea la pequeña casa que no tiene ni puertas de entrada. Se despierta también Pedro pero ya no se oye nada, me dice que puede ser una serpiente y que tenga cuidado, que las hay muy venenosas.

Me coloco el frontal y vamos a la plaza del pueblo de San Juan La Laguna por estrechas callejuelas, donde hemos quedado con el resto de indígenas y periodistas. La idea es ver el amanecer desde el Cerro de la Cruz, desde nos aseguran los locales que es una vista única del Lago Atitlán.

Nuestro guía, Guillermo Cholotio (el chilote del maíz), es fuerte y positivo, pero ve que mis compis de prensa no es que estén en muy en forma y tenemos que ir parando constantemente. Un enorme sapo marrón nos corta el camino y Cholotio lo aparta amablemente. Cumbreamos justo al amanecer y vemos cómo va saliendo lentamente el sol en el horizonte, detrás de sus imponentes volcanes. Es como un estallido de luz quebrada. `Dronman´ aprovecha para hacer unas imágenes increíbles.

Amanece en el Lago Atitlán

En frente del lago el sol va iluminando la poderosa y mágica montaña del rostro maya, que se perfila perfectamente en el cielo que empieza a teñirse de azul claro. De ahí provienen los tres manantiales de agua que riegan la comunidad, por eso dicen que es una montaña bendecida por la naturaleza.

Montaña del Rostro Maya

Descendemos el cerro y me encuentro con Arnold Konga, un indígena que adora España y me canta una canción en idioma tzutujil, diciéndome que somos hermanos. No es que lo entienda muy bien, pero me gusta. Unas mayas bajan corriendo la montaña y no les gusta que las filme con el móvil, todavía recelan de que les roben sus espíritus.

Llegamos a la base del cerro y nos espera Juan Diego, un guía espiritual que realiza la larga ceremonia Toj o del árbol, una ofrenda a la naturaleza con rezos mayas, fuego y olores que te permiten conectar tu alma con el centro del universo, en un momento místico basado en los náhualt de cada uno. Hoy es el día de Kawoq, el protector de las mujeres, de la lluvia, del viento y de la familia, y después de quemar las velas de unos colores determinados, y colocadas simétricamente con respecto a los 4 puntos cardinales, se cumplen los deseos más recónditos, rodeados del humo del nopal.

Camino hasta Paruchiabaj

Después de desayunar en las aldeas indígenas con las familias que nos han acogido, volvemos a la selva para llegar hasta un altar maya sagrado, el paruchiabaj, que se encuentra en la Puerta de la Montaña y está repleta de huesos de venados que ofrendan a sus dioses para los días de caza.

Cabeza Maya

Subimos por un sendero ecológico donde nos enseñan plantaciones de café arábigo, que está ahora afectado por la plaga de la roya, y enormes aguacates que recogen a decenas, hasta una piedra enorme de hace miles de años que tiene tallado un impresionante rostro maya, colocada en una alineación con los volcanes de Atitlán.

Para terminar nuestra aventura en San Juan La Laguna acudimos a una casa donde hacen cacao de manera artesanal con una piedra de moler, que está riquísimo, y a un Taller Textil con un telar de cintura, donde una indígena mayor nos enseña la manera de teñir los hilos con plantas naturales, como la semilla de achiote, el palo de Campeche, la guayaba, la chilca o el índigo, e insectos como la cochinilla, que se obtiene del nopal.

Taller Textil con un Telar de Cintura

Antes de partir acudimos a una reunión donde la Organización Mundo Maya nos explica sus proyectos de cooperación en Guatemala, Belice, México, Honduras y El Salvador, con la financiación de 500.000$ del Banco Interamericano de Desarrollo, BID. Los proyectos tienen que ayudar a las familias y a las comunidades mayas para ofrecer más calidad al turismo comunitario. Reforestación, ayuda social, marchas por la selva, talleres artesanales y culturales, música indígena, restaurantes comunitarios… Su sueño es conservar y revalorizar la cultura y los recursos naturales de sus ancestros.

Manera artesanal de hacer un exquisito cacao

Embarcamos de nuevo para volver en lancha hacia Panajachel, en Sololá, y cuando estamos en medio del lago empieza a volverse  loco. El barquero tiene que desacelerar porque el agua choca en la proa y nos empapa a los que vamos delante. Parece una cáscara de nuez a la merced de remolinos de olas que se han formado de la nada, es el famoso y temible xocomil. Dice la leyenda que una princesa quiso casarse con un plebeyo, pero el rey se enteró y les separó para siempre. Entonces el enamorado no lo pudo soportar y se suicidó tirándose al lago y ahogándose en sus aguas. Entonces, cada cierto tiempo, el hombre sale del fondo del Lago Atitlán para buscar a su princesa, llenando todo de peligrosos remolinos que ya se han tragado varias vidas.

Vomitando por estribor llego vivo hasta el embarcadero, pero aquel histórico plebeyo está a punto de matarme durante la perversa travesía.

El grupo de periodistas a punto de vivir el temible Xocomil, una leyenda hecha realidad

Mañana cogemos un avión hacia Belice. Espero que se calmen las aguas y los vientos y podamos tener un viaje más tranquilo, al menos eso es lo que le he pedido a  Quetzalcoatl, la `serpiente emplumada´ de los mayas.

 

Crónica 2: Los cocodrilos de Lamanai en BELICE

Belice es como un lugar aparte dentro del mundo maya. Aterrizamos en una avioneta de 20 plazas en un pequeño aeropuerto y nos inunda una bocanada de calor.

Nada más llegar me asombra que hay muchísima gente de raza negra, que se quedaron aquí desde que los británicos les trajeran para trabajar en la extracción de madera, especialmente del palo de Campeche, para la producción de tinte, y más tarde de caoba. La mayoría de los esclavos negros eran de Jamaica. Los ingleses lograron desembarcar en la zona primero gracias al ataque de los piratas, y después los españoles les cedieron a los británicos un terreno, a condición de que terminasen sus embestidas piratas, que con el tiempo y varias batallas acabaron colonizándolo definitivamente.

En 1981 Belice se independiza de Gran Bretaña, aunque Guatemala reclamó el territorio como suyo y se negó a reconocer la nueva nación. Por lo que voy hablando con unos y otros el conflicto no se ha resuelto todavía, y es posible que parte de Belice pase a ser Guatemala dentro de poco tiempo, cuando se resuelva el reclamo territorial, insular y marítimo que ha pedido Guatemala en la Corte Internacional de Justicia.

El caso es que Belice fue un importante territorio maya, con sitios arqueológicos y templos tan importantes como El Caracol o Lamanai, y la Organización Mundo Maya quiere que conozcamos y profundicemos en esta cultura tan esencial de Mesoamérica.

En la cima del Templo de los 13 Dioses en Lamanai, Belice, con el Río Nuevo al fondo

Aunque el idioma oficial es el inglés, aquí todo el mundo habla perfectamente el español. El clima es absolutamente caribeño, húmedo y caliente, algo que me encanta. Y el terreno ya no es montañoso ni tiene volcanes, sino una extensión plana llena de cañas de azúcar. Me sorprende que apenas hay semáforos en las carreteras, y me dice el conductor que solo hay 10 el todo Belice.

Nuestro nuevo contacto es Edi Herrera Carrillo, un chico tímido y educado, demasiado preocupado por no pifiarla, cuando al fin y al cabo la aventura es eso, no tener controlado lo que te puede pasar, pero Edi no lo soporta.

Nos llevan a un sitio encantador en Orange Walk, el Hotel de la Fuente, de inspiración británica y con una gente muy simpática, especialmente Asiel Domínguez, su gerente y nuestro anfitrión. Tras una corta ducha nos vamos a comer unas excitantes salbutes, un plato tradicional de la gastronomía maya, son tortillas de maíz fritas con pollo pibil, tomate, media crema, repollo, pico de gallo, cebolla con vinagre y chile habanero. De beber, la cerveza de aquí, la Belikin. Todo ello en el `Maracas´, al borde del río nuevo o new river.

Belice es una mezcolanza de culturas y razas diferentes, pero en la música gana por goleada el bachatero Romeo Santos, que suena a todas horas.

Embarcamos en una lancha para ir a ver Lamanai, el tercer sitio arqueológico maya más importante del país. La sinuosa navegación por el río Nuevo es algo magnífica. Nos acompañan garzas blancas y azules durante toda la travesía, un águila azor o hawk eagle pasa por encima con un enorme pez entre sus garras, y el barquero nos acerca a unos árboles que caen sobre el río donde divisamos una iguana verde, aunque yo la veo marrón.

Seguimos buscando el animal que más nos apetece ver, el cocodrilo, pero no lo conseguimos. De repente Ignacio Lino, el barquero que pilota como Fernando Alonso, nos dice que hay uno en la orilla, pero sigo sin divisarlo. Pero Lino nos lo señala con un láser y aparece un enorme cocodrilo que se mueve como una gran serpiente y se mete en el río rápidamente. Ha sido corto pero intenso, bellísimo.

Desembarcamos en el sitio arqueológico de Lamanai (cocodrilo sumergido), donde se encuentra la tercera pirámide más alta de Belice y el lugar donde más tiempo han vivido los mayas, del 1.500 a.C. al S.XVIII, cuando llegaron los ingleses con los negros para las plantaciones de azúcar y la extracción de madera y trajeron la malaria y la viruela con ellos. Murieron miles de indígenas,  y los que se salvaron fue porque se trasladaron hacia el Norte, hacia Chichén Itzá, en México.

Sitio arqueológico de Lamanai. Templo de los Mascarones

En Lamanai vemos el Templo del Jaguar, con un precioso jaguar en el frontal; el Templo de los Mascarones, que tiene dos inmensos en la base; y el Juego de Pelota más pequeño que existe, donde los derrotados cortaban la cabeza de los vencedores para ofrecérsela a los Dioses Mayas, porque había que entregarles lo mejor.

De camino entre templo y templo vemos decenas de monos aulladores que nos tiran frutas y ramas, no les gusta nuestra presencia, unos graciosos pizotes, unas ardillas grises saltando de árbol a árbol y serpientes que huyen a nuestro paso.

Templo de los 13 Dioses en Lamanai

Por último ascendemos al Templo de los 13 Dioses, coronados por Chaac, el más importante, el Dios de la Lluvia. Se dice que el colapso maya ocurrió por la falta de agua, aunque también se dice que fue por la deforestación. Lamanai llego a ser habitada por unos 50.000 indígenas.

Estamos solos en todo el recorrido, en un magnánimo y reconfortante silencio, apenas roto por los aullidos graves de los monos y los cantos de los pájaros caribeños.

Retornamos acompañados por nuestros inseparables mosquitos, que al atardecer y al lado del río se ponen especialmente bravos.

Apenas hay luz, en un crepúsculo siniestro, cuando Lino arranca el potente motor que nos devuelve a un mundo lleno de oscuridad. Los árboles cobran vida sobre un río espejado en donde parece que la lancha se eleva misteriosamente y volamos sin quererlo. No son una ni dos, ahora son decenas de garzas las que cuidan nuestro recorrido a ciegas por unos meandros sin fin. Tan solo Lino puede sacarnos de este laberinto de puertas negras, mientras los cocodrilos se tiran al agua como esperando el fallo para clavar sus dientes en los blancos cuellos de los extraños.

Parece que llueve y no cae ni una gota de agua, son los cientos de moscos que golpean mi cara en esta inolvidable travesía. Me trago tres y uno entra en mi ojo izquierdo como un dardo, pero no puedo dejar de intentar adivinar nuestro destino.

Lino desacelera y llegamos a buen puerto. Bajamos las mochilas y cenamos en el `Maracas´, donde nos sirve una sensual Marleny, que tiene la piel de color chocolate con leche y una sonrisa que inunda todo lo que le rodea. Podría enamorar a James Dean resucitado. Ha sido una noche alucinante.

Levantamos ya de día y nos tienen preparado en el Hotel de la Fuente un desayuno típico beliceño, un fried Jack de harina frita con huevo, tomate, salchichas, bacon, frijoles y salsa picosa. Todo está para chuparse los dedos, que no hago porque no sé si aquí es de mala educación. El único problema es que Carlos Moya, nuestro compañero de Nattule, no aparece. Ayer por la noche había unos colombianos dándole duro al ron y se quedó hablando con ellos de fútbol. Eran del Madrid. Me preocupa y voy a su habitación.

`Fried jack´, plato típico de Belice

¡Carlos, Carlos!, ¿estás bien?. Al cabo del rato aparece una especie de momia calavérica con los ojos hundidos que me comenta que ha estado media noche vomitando y la otra visitando el inodoro. La habitación está hedionda y poco a poco se va reanimando, pero no puede ni probar las fried Jack. Es una pena. Es lo que llaman el `Mal de Moctezuma´, provocado posiblemente por las picaduras de los mosquitos. Asiel le ofrece Liparamida con jugo de limón, pero casi le sienta peor.

Susano el `curalotodo´

 Esta mañana nos tienen una visita muy especial. Después de perdernos varias veces, lo que me viene muy bien para filmar las aldeas de Belice, llegamos a una humilde casa repleta de árboles y flores de lo más variado. Al fondo aparece un hombre tranquilo, vestido con una camisa a cuadros, gafas colgadas para ver de cerca y una gorra oscura, que se acerca a saludarnos.

Susano es una especie de chamán que todo lo cura con sus plantas, que mima como si fuesen bebés recién nacidos y nos va explicando para que utiliza cada hoja, cada flor, cada corteza y cada fruto.

Aprendiendo las plantas medicinales de Susano

Curiosamente el primer árbol es para curar la diarrea, y le pedimos que si puede ayudar a nuestro compañero, que está sudando como un pollo y más parece un zombi que un humano. Le prepara una infusión con unas hojas de nance y le dejamos sentado un rato en una silla sobria para que recupere.

Tiene una manera de contar las cosas Susano que solo escucharle te transmite una paz infinita. Toda su sabiduría se la debe a sus ancestros, y su misión es enseñar a los de su propia sangre para que se mantenga esa cultura de medicina natural. Jamás ha tomado una sola pastilla y ha ayudado a traer a muchos niños al mundo con sus propias manos, sin ir a los hospitales ni necesitar otra cosa que la sabia de las plantas de su jardín Yumilcax.

La chaya es para vitaminarse, el billy weeb para el dengue, la cocolmeca como anticonceptivo, el saw palmeto para la próstata, la siempreviva para las paperas, la madre de cacao para la conjuntivitis, la toronja para la obesidad, la penecelina para curar heridas, el huaco para los dolores de la menstruación, la uña de gato para la hipertensión, el frijolillo para los dolores de riñones y de espalda, la contrahierba para el colon irritable, el sanalotodo para las llagas…

Tiene más de 300 plantas diferentes que nos muestra con todo su amor. Sin duda las enseñanzas de Susano han abierto nuestro corazón a la naturaleza más pura. Cuando acaba este paseo medicinal, Carlos ya tiene vida en los ojos y puede caminar tranquilo. Ha sido como un milagro.

Rescatando las tradiciones mayas

El último lugar que visitamos en Belice es el Museo Maya, donde la familia Carrillo quiere mantener el Patrimonio Cultural de los Mayas, para lo que ha invertido esfuerzo y mucho tiempo.

Con la ayuda de los jóvenes y ancianos del pueblo, y con el apoyo de la Organización Mundo Maya y la financiación del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, han ido rescatando todo tipo de elementos, utensilios de trabajo, vestidos, comidas, bailes, músicas, ceremonias y juegos de los indígenas mayas.

Familia Carrillo, creadora del Museo Maya de Belice

Los beliceños que tienen o encuentran cualquier cosa relacionada con la cultura maya se lo entregan para hacer más grande este proyecto, en donde también se enseña a los jóvenes estudiantes cómo eran y cómo vivían sus antepasados, además de darles talleres de pintura, artesanía y bordados.

Hay un enorme mural que cuenta la Guerra de Castas, que tuvo lugar de 1847 a 1901, y muestra las cruentas batallas que hubo entre los mayas y los mestizos y criollos en la península de Yucatán, donde hubo cientos de miles de muertos en los más de 50 años de enfrentamientos.

La Ceremonia del Maíz

Como visitantes ilustres nos muestran una representación de la ceremonia del maíz y otra del juego de pelota, que realizan sus familiares y vecinos. De despedida nos regalan tres brotes de cnidoscolus aconitifolius, más conocida como chaya, su planta más venerada. A ver si llegan vivas a España.

En breve volaremos en otra avioneta para ir a las selvas del Petén, donde se encuentra el sitio arqueológico maya de Tikal, uno de los más importantes del mundo.

 

Crónica 3: La Misteriosa Selva del PETÉN, UAXACTÚN

Nos trasladamos hasta el Petén, Guatemala, en una avioneta todavía más pequeña que la que nos trajo a Belice. Nos recoge Carlos, el mismo piloto con el que estamos por todo Guatemala, y se unen a nosotros los chapines Mónica Ávila de Publi Metro, María Isabel Aldana de El Relato, y José Corado de Guatemala.com, tres compañeros entrañables.

Vamos hasta el yacimiento arqueológico maya de Uaxactún, que está a unos 25km de la gran ciudad maya de Tikal, a la que iremos más tarde.

Atardecer en Uaxactún, en la Selva del Petén, Guatemala

Ya es tarde y vamos directos a la Comunidad Indígena de Uaxactún. Sus casas tienen el techo de guano, una palma de la zona, y unas habitaciones sobrias y austeras con varias camas. Yo duermo con el piloto y el guía, Juan Pablo Lizano el Bro, que nos tiene preparada una gran sorpresa.

Niña de la Comunidad Indígena de Uaxactún

Dejamos las mochilas, cogemos las linternas y seguimos al Bro por una oscura y tenebrosa vereda hasta que aparece ante nuestras narices un templo precioso del sitio arqueológico. Subimos por las redondeadas escaleras mayas hasta la cima y nos tumbamos en silencio a ver las estrellas. Veo una y pido un deseo: que nunca acabe este viaje por los territorios mayas, que me lo estoy pasando genial. A los pocos minutos me echo un coyotito reparador.

Despertamos a las 04:30 y golpeo las puertas de mis compañeros periodistas, que salen de sus habitáculos con unos caretos singulares y algo desmelenados. Dormimos poco pero suficiente. Caminamos para ver el amanecer en Uaxactún, que anteriormente se llamaba Siaan Ka´a (Nacida del Cielo), y llegamos justo a la salida del sol. Hay una gran explanada rodeada de tres pequeños templos que marcan el solsticio de verano, de invierno y el equinoccio.

Sitio Arqueológico maya de Uaxactún

Las ciudades mayas no eran como las romanas, diseñadas para la guerra, sino que eran como un reflejo del cielo, como mapas celestes en la tierra. Eran muy importantes los solsticios, los puntos cardinales y los reyes o Ahauob´ (Señores de la Serpiente), los gobernantes o Halach Uinic (Hombre verdadero), los sumos sacerdotes o Ahucán May (Señor de la Serpiente), y los nobles o Sahal, aunque pueden variar los nombres según el territorio maya.

Según va aclarando el horizonte se van escuchando cada vez más fuerte y más cerca los monos aulladores, y saltando por las ramas de los árboles corretean los monos araña, ágiles como ardillas y muy inteligentes. También aparecen loros y oropéndulas.

Es curioso que aunque la noche estaba llena de estrellas y el cielo claro como el cristal, por la mañana está nublado y con visos de lluvia.

Ascendemos al Observatorio Astronómico de los Mayas, un templo primordial de Uaxactún desde donde vemos la aparición de Kinich Ahau, el Dios del Sol, que está casado con Ixchel, la luna. Abajo hay un altar maya para sacrificios y ceremonias del sagrado fuego que todavía usan hoy en día los indígenas mayas de la zona.

Bro nos da a probar unas hojas de pimienta dioica (nukuch pool), una miliacea neotropical que te adormila la lengua y tiene un aroma embriagador cuando quiebras la hoja.

Recorremos el Palacio A-XVIII, el más alto de Uaxactún, que tiene partes policromadas originales en color rojo. Me comenta el guía Juan Pop que los dinteles son de chicozapote, y que se mantienen porque se cortaron con la luna llena. Para la cultura maya era esencial la influencia de la luna.

El Palacio A-V es del 200 a.C. y tiene una estética arquitectura redondeada. En su interior se encontraron más de 50 entierros, y 5 de ellos eran de la realeza. Tiene dos temascales o saunas donde se bañaban los gobernantes y las mujeres en gestación.

La estela Nº 9 fue realizada en el octavo baktun (ocho piedra), y da nombre a Uaxactún, que fue descubierta por un grupo de chicleros que la llamaron San Lorenzo y, más tarde, Bambonal.

Los árboles que rodean los templos son cedros tropicales, chechén, chicozapote, guarumo (K´axixkooch), el árbol de ramón, las poderosas caobas (kanak ché) y el copal (copalquáhuitl), que su resina la utilizaban los mayas para hacer fuego en sus ceremonias. Es inflamable y muy aromático.

Bajamos y en el camino veo un enorme sapo. Me dice Bro que los mayas los valoraban mucho y se `colocaban´ extrayendo las glándulas de estos anfibios. Las secaban primero y luego se las fumaban. Era un alucinógeno que `abría portales´ de la mente y los mayas lo utilizaban para hablar con sus antepasados. El problema de esos viajes alucinógenos es que, a veces, podían embarcar por última vez al inframundo. También me comenta Bro que en toda la historia de la humanidad, los mayas fueron los primeros en llegar al concepto del `0´, y nos enseña a sumar con los números mallas. Tenían un sistema vigesimal-posicional-vertical.

Nos llevan a desayunar a una choza de madera con techo de palmera, regentada por María Hualín, una cocinera indígena que merece tres estrellas Michelín, que nos prepara unas tortillas de maíz rellenas de tzikinché (oreja de árbol), un hongo exquisito que crece en un árbol que se llama chakáh, y un oloroso café de ramón. Como yo no tomo café le pido un poco de cacao, pero no tiene.

Escuela de la Comunidad de Indígenas de Uaxactún

Vuelvo caminando solo a la Comunidad de Indígenas de Uaxactún. Tengo que bajar el atraco de tzikinché que me he metido. La aldea tiene 963 habitantes y 85.000 hectáreas. Las actividades económicas son la hoja de xate, el árbol del chicle, la extracción de madera y de pimienta, y el turismo, que puede conocer la zona acompañados por los propios indígenas mayas, herederos de aquella poderosa civilización mesoamericana que abandonó sus ciudades y que colapsó misteriosamente, porque realmente no se sabe a ciencia cierta lo que ocurrió entre los S.VIII y IX.

Guatemala tiene `el clima de la eterna primavera´, porque todo el año está entre 20º y 22º, lo que supone que con un ligero jerseycito o una camisa se puede abrigar uno sin problema, algo que me apasiona. Pues me pongo mi camisa de Panama Jack con buenos bolsillos y llego a donde están mis colegas y Juan Ariel Pop, coordinador de la Comisión de Turismo de Uaxactún, y Melvin Barrientos, presidente de OMYC, Organización para el Manejo y la Conservación de la selva maya, que nos dan una charla previa sobre su trabajo y sus organizaciones y proyectos.

Son 300 socios y tienen 9 concesiones forestales de la selva, en una extensión de 84.000 hectáreas. Estas concesiones se iniciaron en el año 2.000. La selva está intacta porque viven de sus recursos y los cuidan y reforestan. Uno de los principales es la semilla de ramón, que exportan a varios países como Estados Unidos, que hace una cerveza elaborada con estas semillas de ramón.

Otros recursos son la palma de guano y la palma de xate, que sirve como acompañamiento floral. También se exporta madera de caoba, cedro y hormigo, que exportan a Indonesia, Holanda y EE.UU.

La mayor parte de los proyectos los dirigen las mujeres, y las ganancias obtenidas se reinvierten hasta el 39% en el mismo bosque, y el resto se reparte especialmente en mejorar la educación y la salud.

También dan trabajo a guías locales, restaurantes, hospedaje, alquiler de bicicletas de montaña (con las que pueden ir por la selva hasta Tikal), campings, tiendas de campaña, tours organizados y controlados, etc. La mayoría del turismo que llega a Uaxactún es de aventura y cultural.

La energía que se utiliza es la solar. El 90% de la población se abastece de esta energía limpia, ya que todo el año hace buen tiempo.

Con Dominga Cho con una planta de xate

La primera visita que realizamos es a una plantación de xate, que es el motor económico de Uaxactún, de lo que vive hoy en día el 80% de la población. Hay 3 tipos xate, y cada año se reforestan 40.000 nuevas plantas. Siembran, recolectan y separan las hojas sanas de las picadas, luego se empaquetan y se envían a los diferentes países. EE.UU. es el principal importador.

Trabajan durante los 365 días del año 70 recolectores y 40 mujeres en la plantación de Uaxactún. La temporada alta es de octubre a enero. Dominga Cho, la indígena maya encargada de la producción de xate, nos asegura que aquí todos los trabajadores son felices, porque les beneficia a ellos, a sus familias y a toda la comunidad. Celso Anibal Yat me comenta que él solo empaqueta cada día 150 paquetes con 600 hojas cada uno.

Otro producto que fue muy importante en la zona, aunque ahora no tiene tanta venta, es el chicle, `el oro blanco petenero´, que es un icono para la comunidad. En los 80 era el tercer producto más importante del país, después del banano y del café. Se hizo famoso en la Segunda Guerra Mundial porque se lo daban a los soldados para disminuir la ansiedad. En esos años se vendía por miles.

Juan Pop es un chiclero que nos enseña la actividad de recolectar, a base de un machete, una bolsa y poco más, el chicle orgánico que se extrae del chicozapote. Emilio se queda con el 45% de las ganancias, el resto se lo quedan los intermediarios.

Emilio Pop extrayendo chicle del chicozapote

Su tío Emilio Pop tiene casi 70 años y lleva 40 recolectando chicle, y me dice que está feliz en la selva, como yo. Se pone los espolones en los pies, agarrados a las pantorrillas, y anuda el ropo al árbol, una soga gruesa que se medio asegura a la cintura. Asciende poco a poco, creando una vereda quebrada en el chicozapote, a base de machetazos, por donde baja la sabia que se convierte en un rico chicle que me sabe a gloria, aunque las manos se quedan pegajosas por un largo tiempo.

Después vamos a ver el árbol y las semillas de ramón, que caen directamente al suelo, con las que hacen harinas, galletas, pasteles, refrescos y, últimamente, cerveza a base de ramón. Del 100% de la producción, el 80% es recolectable y el resto lo utilizan para regeneración de la selva y para la comida de los animales silvestres. Todo el proceso lo hacen el grupo de las mujeres indígenas mayas.

Comemos los mejores frijoles que he tomado en mi vida en el restaurante Uaxactún, en el centro de la aldea, que cocina una simpática chapina, como siempre con tortillas de maíz.

Museo Dr. Juan Antonio Valdés

Visitamos ahora el Museo Dr. Juan Antonio Valdés, que fue doctor en Arqueología. Tiene más de 600 piezas, de las que su director José Antonio Pinelo nos enseña las mejores cerámicas de diferentes sitios arqueológicos mayas. Muchas de ellas las han ido encontrando por la selva y entregado al museo generosamente o son devoluciones de `depredadores culturales´ que se arrepienten de sus fechorías. Cuencos en los que bebían el valorado cacao, platos ceremoniales, vasos térmicos, ocarinas, orejeras de jade, cráneos mayas, cuencos mamiformes, vasos de auto sacrificio donde vertían la sangre de sus penes taladrados con una espina de pez manta raya y una biblioteca específica sobre la cultura maya y sus rituales sagrados.

Serrería en la Comunidad Indígena de Uaxactún

Después nos trasladan en carro a una fábrica de maderas, la Serrería de OMIC. Todo el trabajo lo hacen los lugareños de una forma sostenible. Extraen madera de caoba, cedro, santa maría, manchiche, jobo, chechén negro, hormigo, malerio colorado, pucte y jabín. Hay un área específica que se trabaja en 5 años y se va reforestando. Se exporta sobre todo a EE.UU. y República Dominicana. Trabajan 16 personas, todas ellas socios de OMIC que van rotando continuamente. Todos los árboles que se talan han cumplido su ciclo evolutivo. Los mejores no se cortan, solo los que están viejos, dañados o caídos, y en las áreas arqueológicas está prohibido talar ninguno.

El proceso consiste en la tala de los árboles, el transporte al aserradero, donde primero se desorilla el árbol para quitarle el sámago, el corte, el emparejamiento de tablas con la despuntadora, la fumigación para evitar los insectos, el empacamiento y la exportación.

Vilsa Gualip con sus muñecas de tusa

En la zona de Uaxactún se hacen también muñecas de tusa o joloche, que es la hoja que cubre el maíz, la comida más importante para los mayas. Vilsa Gualip, artesana de la comunidad, utiliza la hoja seca del maíz para hacer unas preciosas muñecas tan solo con sus manos, un poco de cola y varios alfileres.

Se venden por miles, y especialmente en la época navideña, donde les ponen un halo para parecer vírgenes o ángeles. Son el regalo típico en bodas o celebraciones como la de los 15 años, donde se entregan a los invitados como recuerdo.

Vilsa tarda unos 20 minutos en hacer una, y las tiñen luego de colores variados y para el pelo usan los filamentos que hay entre la mazorca. No hay una igual a otra, son únicas. Las exportan a Norteamérica.

Vista del Petén, Guatemala, desde un mirador ubicado en medio de la Selva Maya

Por último recorremos un buen tramo de selva hasta llegar a un mirador desde donde se ve, como si fuésemos quetzales sobre los árboles, toda la selva del Petén.

Volvemos a nuestra humilde posada para descansar de un día tan movidito, porque al día siguiente iremos a uno de los enclaves mayas más importantes del mundo: Tikal. Queremos dormir pronto, pero nos está gustando tanto esta experiencia con los indígenas de Uaxactún que estamos charlando hasta la madrugada. Mañana lo pagaremos cuando ascendamos a los templos más conocidos del mundo maya en Guatemala, pero es que no podemos evitarlo.

 

Crónica 4: La majestuosa ciudad maya de TIKAL

Quieren tratarnos como gringuitos y que nos levantemos tarde, desayunar opíparamente e ir luego tranquilamente a ver Tikal, dentro de la Reserva de la Biosfera Maya, pero de eso nada. Les digo a Bro y a Juan Pop, nuestros guías guatemaltecos, que tenemos que ir al amanecer, cuando no hay turistas en el sitio arqueológico, y verlo solos, disfrutando de cada instante, con el único sonido de la selva. Todos los periodistas aprueban mi moción y nos consiguen, ni más ni menos, ¡que podamos entrar antes de que abran las puertas del Parque Nacional de Tikal!

Despertamos entonces en Uaxactún a las 4:00 de la mañana y vamos a ver a María Hualín, que saltándose todas las normas nos ha preparado un rápido desayunito en su fuego hipnótico a horas intempestivas. Son mayas, y el trabajo no les asusta nada, todo lo contrario, les gusta y se sienten orgullosos de poder ayudarnos. Además, le pido a María mi comida preferida, las tortillas de maíz rellenas del hongo tzikinché, y sin dudarlo me ofrece un plato relleno de esta delicia que jamás he probado antes y que ya nunca olvidaré. ¡Gracias María!

Carlos, el piloto, nos lleva durante más de 20km por un camino de terrazo hacia uno de los mayores yacimientos arqueológicos mayas del mundo, que se encuentra en lo más recóndito de la gran selva del Petén. Vamos callados y absortos con los focos de la furgona, porque Pop nos asegura que a estas horas no es difícil ver algún jaguar cruzando veloz de lado a lado del camino.

Pero, de repente, me ocurre lo peor que me podía pasar, un ataque feroz de colon irritable se apodera de mí. Aguanto como puedo apretando los cachetes pero hay un momento que no puedo más y le digo a Carlos que, por favor, pare un momento que tengo que descargar mis tzikinchés. Siento que mis compañeros me miran estupefactos, pero no puedo ni girarme, me voy unos metros hacia atrás y planto una caoba, pero en medio de mi pestilente acción oigo primero un ruido en medio de la selva que me congela los tzinkinchés, y luego se acerca un carro que enfoca directamente mi cráter expansivo. En fin, prefiero no contaros más…

Ciudad Maya de Tikal

Llegamos justo con la luz del alba a la majestuosa ciudad maya de Tikal. Todo son cantos de pájaros y monos aulladores en la lejanía. La primera parada es frente al árbol sagrado de los mayas, la ceiba pentranda, donde nuestro guía Bro parece entrar en éxtasis. La belleza de este árbol, que hunde sus raíces como cuchilladas en la tierra húmeda, es descomunal. Poco más adelante unos agutíes, que son similares a los capibaras, cruzan tranquilamente por el camino.

A Bro le gustan las sorpresas, y aunque pensamos que vamos a llegar directos a la Gran Plaza de Tikal, nos da un rodeo para ver lo que nadie suele admirar. Primero vemos un templo con símbolos del Dios Tlaloc, que era el Dios de la lluvia pero para los mayas de México, aquí es Chaac, y esto demuestra la relación que hubo entre Tikal y otras regiones mayas como Teotihuacán, que actualmente, por medio de las técnicas con LIDAR, un sistema con el que se puede escanear el interior de la tierra, se ha comprobado que hay decenas de caminos que unían las diferentes ciudades mayas. Una familia de unos 20 coatís pasa a nuestro lado, introduciéndose en el sitio arqueológico para buscar comida.

En el Complejo Residencial, que se compone de 38 palacios,148 habitaciones y 6 patios internos, vivían la elite, los sacerdotes astrónomos y las concubinas. Ahora son dos bellísimos tucanes los que se acercan a saludarnos y una panda de monos araña, que no dejan de jugar entre las ramas de los árboles.

La Gran Plaza de Tikal desde el Templo II

Con la luz del primer sol llegamos a la insuperable Gran Plaza de Tikal, del 700dC, el momento de gloria de la ciudad. Es una plaza pública ceremonial rodeada de templos, estelas y acrópolis. El Templo I o del Gran Jaguar es una pirámide funeraria con 9 cuerpos dedicada a Jasaw Chan K´awill `Ah Cacao´, el gobernante más célebre de la ciudad-estado de Tikal. En frente está  el Templo II o de la Señora 12 Guacamaya, su esposa, que representa la constelación de Orión.

Recuerdo que estuve aquí hace más de 25 años con mi maestro y amigo Miguel de la Quadra Salcedo, y coloqué el trípode en el centro de la Gran Plaza, desde donde no paré de hacer tomas con mi vieja cámara Betacam. Es increíble que después de tanto tiempo todo siga exactamente igual, tan solo mis piernas se cansan más al ascender a la cima de las pirámides, pero el resto parece que le di pausa a mis imágenes y que el mundo se paralizó.

La última de las grandes pirámides que se construyó en Tikal fue el Templo III o del Gran Sacerdote, un lugar ceremonial y funerario que tiene una crestería espectacular. Se cree que está enterrado el gobernante Chi´taam, pero todavía no se ha encontrado su tumba.

Tikal desde lo alto del Templo IV o de la Serpiente Bicéfala

Para ir de un templo a otro cruzamos estrechas veredas entre la selva tropical, con alargadas lianas, exuberantes palmeras y el cedro abuelo, un ejemplar de más de 200 años. Y llegamos al imponente megaproyecto de Tikal, el Templo IV o de la Serpiente Bicéfala. Se tardó 40 años en construirlo y es, con casi 70m, una de las estructuras precolombinas más altas de América, junto con la Pirámide de La Danta en El Mirador y la del Sol en Teotihuacán. Una vez arriba descubro la magnitud de este lugar mágico, como de ensueño, dentro de una infinita selva de la que solo sobresalen las crestas de los templos, como queriendo tocar el cielo hasta la eternidad. Me encuentro pleno y feliz aquí arriba.

Pirámide del Mundo Perdido

Seguimos nuestro camino selvático hasta que aparece el Mundo Perdido. Un complejo ceremonial amurallado que rodea otra pirámide. Aquí los astrónomos mayas observaron la fase de la luna y el movimiento del sol y de venus. Posiblemente la planificación de toda la ciudad se hizo desde aquí. Se sabe que los sitios arqueológicos mayas son como mapas celestes, porque copiaban en la tierra lo que veían en el cielo.

Ya es tarde y debemos ir hacia Flores, donde nuestros compañeros chapines tienen que coger un vuelo de Flores a Ciudad de Guatemala, pero Bros apura y nos lleva a ver el Templo V, que tiene algunos elementos arquitectónicos que lo hacen único, como las esquinas redondeadas, tener solo 7 cuerpos piramidales y las alfardas laterales que delimitan la escalinata. Es el segundo templo más grande de Tikal, y está dedicado a Chaac, el Dios de la Lluvia.

Después de varias horas deslumbrados por la belleza de la arquitectura y la escultura maya, dejamos Tikal y recogemos a Beatriz González, Secretaria Técnica Permanente de la Organización Mundo Maya, que es la que ha preparado este viaje sublime, y comemos en el restaurante del Parque Nacional.

Flores, una isla en el corazón del Petén

Tenemos el tiempo justo para ir a Flores o Noj Peten, una isla muy pintoresca donde se mezclan tres tipos de arquitectura: colonial española, caribeña y de influencia británica.

Atardecer en el Lago Petén Itzá

Rodeada por las aguas del Petén Itzá, el tercero más grande de Guatemala, tiene una extensión de 15 cuadras y solo tiene un puente para poder llegar, aunque el lago está repleto de todo tipo de barcas que cruzan incluso hasta varios coches en su interior. Pasear por esta isla es sumamente recomendable, porque se respira paz y tranquilidad, y porque esa arquitectura tan ecléctica es sumamente interesante.

Las preciosas calles de la Isla de Flores

Desde aquí se divisa la península de Tayasal, que tiene al menos 1.700 edificios mayas del Preclásico Medio hasta el Clásico Tardío. Esta zona fue el último reducto maya en ser conquistado por los españoles en 1697.

Después de un largo paseo por el malecón, cenamos en un restaurante sobre el lago un rico pescado y dormimos en el Hotel Casona del Lago, frente a la isla, de estilo neocolonial británico. Como no tengo sueño, y ya he lavado mi ropa sucia y tendido en la terraza, me voy a tomar una birra yo solito. La sensación de seguridad, a pesar del miedo que te meten en España, es absoluta. Recorro varios garitos hasta que veo uno que me gusta, con gente desfasada, como yo, y una buena barra de madera. La camarera me mira con ojos golositos, pero no me gusta nada.

Vuelvo al hotel y me pongo al día en mis envíos a Instagram, que ya pasan de 100. Por cierto, si queréis ver mis vídeos del viaje, están en `peckercarlos´. Cuando ya se me cae la cabeza sobre el móvil, pliego velas y leo lo que puedo en la cama sobre los indígenas lacandones del sur de México, que visitaremos mañana. Aunque parezca raro, duermo mucho mejor en las aldeas de los indígenas que en estos hoteles modernos, y el aire acondicionado me mata.

Nos espera un día duro, ir en furgoneta por una trocha de tierra en obras desde Flores hasta la frontera con México. Distancia: 150km; Velocidad Media: 40km/h; Tiempo: 4h. Antes de llegar a la frontera casi nos pasamos la aduana, que está como perdida y mal señalizada. Dentro de una pequeña garita, un señor mayor nos sella los pasaportes de salida de Guatemala, mientras una mujer con dos niñas nos quiere cambiar quetzales o dólares por pesos mexicanos. En principio nos dijeron que los dólares americanos nos valían para cualquier país, pero a la hora de la verdad es complicado y en los bares y tiendas te los cambian francamente mal. Si lo que quieres cambiar son euros a la moneda local, es todavía mucho más difícil, y solo en el aeropuerto o en determinados bancos te los pueden cambiar, pero te tiras media hora o más en el banco rellenando papeles.

A los pocos kilómetros llegamos al último pueblo de Guatemala, La Técnica, donde la furgoneta casi cae al río Usumacinta, que divide Guatemala de México. Mi compañera Alida de la Agencia EFE se toma la última cerveza Gallo y yo sigo buscando el chocolate que misteriosamente no encuentro. Bea nos llama para embarcar en las fornidas lanchas de madera con las que cruzas el río. Agarro mi mochila y su pesada maleta y las meto en la lancha. Antes de partir nos despedimos del piloto, que casi con lágrimas nos dice adiós. Le encantaría ir con nosotros.

Dejamos Guatemala, un país único y sorprendente, con una gente amable a más no poder, una portentosa selva y unos lugares mayas que nos han llegado hasta el alma. ¡Gracias chapines!

 

Crónica 5: Los indígenas lacandones de MÉXICO

Cruzamos el río Usumacinta o río del Mono Sagrado desde La Técnica, en Guatemala, hasta Frontera Corozal, en México. Desde luego es la manera más original del mundo de cruzar una frontera. Sellamos los pasaportes en un ambiente de total tranquilidad y partimos hacia la Selva Lacandona o `Desierto de la Soledad´, ubicada en el estado de Chiapas.

Navegando por el Río Usumacinta, que divide Guatemala y México

El objetivo principal de la Organización Mundo Maya es promocionar el Turismo Comunitario, por eso vamos a convivir unos días con los indígenas mayas lacandones, conociendo sus costumbres, su manera de vivir, sus alimentos y sus sonrisas.

Llegamos al Centro Ecoturístico Top Ché y nos reciben dos personas amabilísimas, Kayom (pájaro y tambor), vestido con la túnica blanca que les caracteriza, y Justina, que es la única persona que no es lacandona en todo este enigmático lugar. Es de Oaxaca, al este de Chiapas, y en un trabajo que hizo en esta selva se enamoró poderosamente de Kayom y lo dejó todo para experimentar una vida diferente al lado de su enamorado.

Mi primer flash es que nos dicen que hay pescado para comer, tilapias, pero que tengo que pescarlo yo. Vamos a una zona donde tienen un criadero natural de pescado y agarro un cardumen de tilapias con una red que me deja Kayom y voy cogiendo una  a una para que las frían. Me da un poco de pena, pero tiene pinta de que luego sabrán estupendamente. Desde una hamaca nos observa un hombre mayor, Chan Kin (pequeño sol), y una niña, Nik Té. Transmiten una sensación de profundo bienestar.

Indígenas Lacandones

Hay 874 indígenas en esta zona lacandona de 333.000ha, aunque antes era casi el doble, y todos aman profundamente la naturaleza y respetan sus árboles y sus animales como si fuesen parte de su familia. Si hay que quitar un árbol tienen que pedir permiso a la comunidad, y los más sabios y mayores deciden si se puede cortar o no.

Tengo la garganta destrozada por el maligno aire acondicionado del carro, y la dulce Justina, que lleva una camisa rosa fuerte preciosa, me sirve un delicioso jugo de guanábana para que me ayude, que tiene mucha vitamina C, y vamos hacia el sitio arqueológico de Bonampack, que significa `Muros pintados o Paredes teñidas´, esta vez en un Toyota 4×4 con cazoleta detrás, que se llena de gente por el camino.

Bonampack, que tuvo su auge del 650d.C. al 850d.C., no es muy grande y se visita en poco tiempo, pero tiene algo que no existe en ningún otro lugar maya, unas pinturas policromadas en un estado notable de conservación. Pero antes de llegar a ese lugar entramos en la Gran Plaza, de la que destaca la estela más grande del mundo después de las guatemaltecas de Quiriguá, que mide 5´6cm de alto por 2´5 de ancho, dedicada al gobernante Chan Muwan II (Cielo arpía), que fue la última dinastía.

Ascendemos al Templo de los Murales o `La casa Seis Mar´, del S.VIII, para divisar una vista panorámica preciosa de la zona lacandona y bajamos a ver la figura en estuco de un jugador de pok ta pok, descubierto debajo de la pirámide principal.

Pinturas policromadas del Sitio Arqueológico de Bonampack

Pero dejamos para el final la `Capilla Sixtina de América´, como denominan a los tres habitáculos que guardan un tesoro pictórico inigualable, donde se distingue a la perfección a los gobernantes con sus tocados de plumas de quetzal y vestidos con piel de jaguar y de serpiente, y se ve divinamente el color que pintaron los indígenas mayas hace miles de años, especialmente el azul maya, que sacaban del añil; el rojo, que extraían de la cochinilla; el verde azulado y el amarillo. También hay pinturas de músicos que tocan sus instrumentos, danzantes, ceremonias rituales, guerras y sacrificios humanos.

Mira que he visto templos, acrópolis, estelas y todo tipo de decoraciones mayas, pero estas pinturas son algo muy especial que os aconsejo que vengáis a ver algún día. No os vais a arrepentir, son algo excepcional.

Volvemos al poblado indígena y nos llevan a nuestras cabañas. Todos se quedan en unas que hay cercanas a la cabaña principal donde comemos, pero a mí me llevan a otra mucho más lejos, en medio de la selva más profunda y al lado de un hermoso río. Lo único que me dice Kayom es que de noche acechan los jaguares y que mejor que no me aventure a salir, especialmente si oigo ruidos de algún felino cerca. Esto no es que sea emocionante, es que me siento Indiana Jones.

Cabaña lacandona

Comemos mis tilapias recién pescadas, que saben a manjar maya, y aprovechamos la tarde para internarnos por la selva hasta que caiga el sol. Cruzamos varios puentes sobre ríos con el agua clara, aunque nos dice Kayom que por el desastre ecológico que supone el cambio climático ahora traen mucha menos agua, y nos va explicando curiosidades del camino, como el matapalo, que estrangula lentamente a los árboles por los que trepa hasta matarlos, como si fuese una peligrosa boa constrictor, la diferencia es que la boa sobrevive, pero el matapalo acaba muriendo, porque al estar asfixiar el árbol ya no puede chupar su savia y muere también. Curiosa contradicción.

Kayom, Indígena Maya Lacandón

Vemos también nidos de termitas, hongos xiquinché, cedros, ceibas sagradas, arañas, serpientes, hormigas rojas y muchos mosquitos. Llegamos a una cascada ancha y refrescante donde hacemos la última parada. Kayom habla con ella y como que la pide permiso para estar aquí. Son 6 minutos, tan solo 6, para disfrutar del ambiente de una paz eterna.

Casi de noche llegamos al campamento, me tomo un té con miel pura y me voy a relajar a mi cabaña selvática. Salgo a la puerta esperando ver algún animal o al menos sentirlo, pero no tengo suerte y me meto dentro. Apenas hay una luz tenue y en el baño todo es biodegradable, para crear el mínimo impacto en la naturaleza. Para los lacandones lo más importante del mundo es la familia, y luego la naturaleza, bueno como me pasa a mí. Qué pena que eso se vaya perdiendo en las sociedades supuestamente más evolucionadas.

Nada más despertarme oigo el río Cedro y me acerco antes de que salga el sol para, como me aconsejó Kayom, bañarme en pelotas en sus aguas. No hay nadie, y es una sensación sumamente placentera sentir cómo te recorre por todo el cuerpo el líquido más importante de la vida. Sin prendas, que todo el agua abrace mi piel de vaca vieja.

Cuando vuelvo a la cabaña, como santificado, veo unas huellas frescas en el suelo de tierra que rodea mi aposento indígena. Son efectivamente de un jaguar, un ocelote, un tigrillo o algún felino de gran tamaño. Hubiese sido bonito verlo, pero me conformo sabiendo que ha estado muy cerca y que me ha acompañado en mis sueños.

Hoy es una mañana muy intensa, porque nos disponemos a navegar por las aguas bravas del río Lacanjá. Aunque hemos madrugado, resulta que están cortados los caminos porque es el Día de la Revolución Mexicana. Aprovecho para visitar el poblado cercano de `Antojitos´ y hacer fotos a los niños del colegio, que desfilan marcialmente en honor a sus antepasados, aunque bien es cierto que el ritmo no les acompaña a todos por igual. Por fin despejan la trocha y nos trasladamos a un lugar sin nombre donde dejan cruzado el carro, al estilo Clint Eastwood, y bajamos entre todos la balsa hasta el río por una estrecha vereda.

Rafting y barranquismo en el río Lacanjá

Nos ponemos los chalecos amarillos y el casco y, mientras nos explica el jefe de la balsa las maniobras que tenemos que hacer, me fijo en Bea de la Organización Maya, que parece la hormiga atómica, y siento que no le hace mucha gracia este deporte. Además nos explica que vamos a saltar 16 cascadas. Yo he hecho rafting de varios tipos de peligrosidad según los rápidos, ¿pero cascadas?. Me parece que este lacandón, con pinta de bueno, nos está engañando.

¿Y cree usted que podemos volcar?

“Bueno, si no reman, sí. Es fácil caerse. Hay partes que tendremos que desembarcar y brincar”, me dice el tío. Al menos es un manitas y me hace una cuerda para sujetarme las gafas deshilachando una planta cercana.

Al poco tiempo de empezar nos dice: “Agárrense fuerte que vamos por esa cascada”. Y comenzamos a tirarnos por cascadas cada vez más altas, cayendo al vacío y soportando unos remolinos que llenan la balsa de agua y parecemos peleles que mueve el viento. Ya no sé cuántas llevamos, pero Carlos, el periodista de Nattule, se hace el gallito y no se mete dentro de la balsa en otra cascada y sale volando por los aires. La verdad es que me río por dentro. Nuestro capitán le coge del chaleco y le sube a la balsa de un tirón.

No nos da tiempo a recuperarnos y vemos la cascada `Toro loco´. Bueno, digo vemos pero realmente ni se adivina el recorrido del río que hay después del salto, porque no se ve de lo alta que es. El capitán decide esquinar la balsa en una islita y que nos bajemos. Aunque parece de cachondeo, nos tiramos por la cascada como si fuésemos Tarzán de los monos, y luego él tira la lancha por el abismo. Creo que la licenciada Beatriz, que ya más que la hormiga atómica parece la pulga moribunda, se está muriendo de miedo y no va a saltar. José, el `barquero asesino´, le indica que recorra unas rocas y vaya a un sitio más bajo, para que el salto no sea de más de 4m, como el nuestro, y Bea lo consigue.

Solo cuatro cascadas más, donde nos tenemos que bajar y volver a tirarnos en dos, y llegamos a la meta. Estamos todos temblando pero felices por estar vivos. Esta mezcla de rafting con barranquismo os juro que no se me va a olvidar en los días que me queden de vida, y a Bea, Alida y Carlos, me temo que tampoco.

José deja la balsa y nos acompaña de vuelta al campamento lacandón. Nos introducimos en la selva con nuestros chalecos, las camisetas mojadas, las sandalias abiertas y cargando con los remos. Vamos, ideal para caminos húmedos llenos de barro. Lo peor es para Carlos, que lleva unas sandalias de dedo y se está escurriendo todo el rato. Alida y yo llevamos las Panama Jack de la Ruta Quetzal que son mucho mejores, y Bea lleva un híbrido extraño entre zapatilla y alpargata marina.

Seguimos adentrándonos en la selva y se me está haciendo un poco duro porque, a pesar de lo bien que me sentó el té con miel de Justina, llevar toda la mañana la camiseta mojada en el río, y ahora constantemente húmeda en la selva, me está descomponiendo el cuerpo.

La Ciudad Perdida de Lacanjá

Después de una resbalosa ascensión aparece ante nosotros una insólita estructura que sumerge del interior de la selva, en un ambiente mágico y cautivador, es la Ciudad Perdida de Lacanjá, donde paramos unos minutos para descansar, pero rápidamente nos ponemos en marcha. Al cabo de dos horas escuchamos un sonido de una fuerte caída de agua, y al rato vemos la inmensa catarata de los murciélagos, que se llama así porque hay una cueva detrás de sus aguas que sirve de guarida a cientos de estos misteriosos animales que salen al anochecer en manada a por comida fresca.

Mientras metemos nuestros pies lastimados en el agua y disfrutamos de las gotas que rezuman de la cascada y empapan nuestras caras, el guía nos ha preparado una sorpresa inmejorable: fruta fresca, queso y frutos secos. Es el mejor aperitivo de mi vida, disfruto cada trozo de melón como si fuese un pedacito de nube blanca.

Ceiba

Regresamos a casa de los lacandones por una nueva vereda que tiene partes destrozadas, con decenas de árboles caídos y cientos de ramas quebradas de cuajo. Es el testimonio del último huracán que pasó por la zona y ha dejado un paisaje desolador.

Un día perfecto, repleto de naturaleza, deporte, aventura y cultura, y antes de despedirnos de nuestros amigos lacandones, Justina nos explica todos los proyectos que hacen en la comunidad y que apoya la Organización Mundo Maya y financia en parte el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, pero yo me muero de agotamiento y me echo mi ya famoso coyotito para mantener la costumbre, pero aguanto como un héroe hasta el final. Después intento hablar con la abuela Koj (diente), que tiene 97 años y teje lentamente una ratonera con cuerda de majagua, pero no entiende el español, su idioma maya lacandón no se escribe, lo aprenden solo por el habla de padres a hijos. Hay 30 lenguas mayenses diferentes. Me traducen que su secreto es comer todo natural, trabajar en el campo junto a sus ceibas sagradas y bañarse cada día en el río, algo que sigue haciendo sin pereza. Todo un ejemplo de vida.

La abuela Koj, Indígena Lacandona de 97 años

Ha sido otra experiencia diferente, dentro del territorio maya, y abismalmente interesante. Compartir nuestras vidas con estos encantadores indígenas lacandones ha sido un verdadero lujo mesoamericano. Su selva nunca ha sido conquistada por nadie, y en cambio a nosotros nos han tratado en todo momento como si fuésemos de su sangre. Me encantaría vivir aquí.

Los dinteles y las cresterías de Yaxchilán

Nos lleva Kayom en su Toyotona encarnada hasta Nueva Alianza, un complejo turístico que organiza una cooperativa de otro grupo de indígenas mayas. Es algo más moderno que el Top Ché de los lacandones, y en vez de estar en medio de la selva se encuentra pegado al río Usumacinta. Su mayor atractivo es ir a recorrer la ciudad maya de Yaxchilán, a donde solo se puede llegar en lancha, porque la impenetrable selva tiene aislado este sitio arqueológico del resto del mundo.

Embarcamos en las tradicionales barcas del río y navegamos durante casi una hora, observando cocodrilos, garzas, patos y cormoranes, hasta un solitario embarcadero. Entramos por un pasillo oscuro y tenebroso, que parece que nos lleva hasta una tumba maya, y llegamos directamente a la Gran Plaza de la fastuosa y temida ciudad de Yaxchilán, que controló la zona del río Usumacinta con permanentes guerras con los mayas de Bonampack, a los que sojuzgó, los de Piedras Negras y hasta los de Tikal. Aquí vemos decenas de templos, estelas, escaleras, altares y un juego de pelota, pero tenemos que ir rápido porque se nos echa el tiempo encima.

Sitio arqueológico de Yaxchilán, México, al lado de las aguas del Río Usumacinta

Esta ciudad maya es conocida especialmente por sus dinteles maravillosamente tallados, que se apoyan en las jambas de las puertas, y por la crestería de su templo más emblemático, el edificio 33 en la Gran Acrópolis, que se encuentra a 40m de altura, a donde lógicamente subimos con la rojiza luz del atardecer. Lo construyó Pájaro Jaguar IV, `El Grande´ o `El de los 20 Prisioneros´, el gobernante más importante del sitio maya (709d.C.-768d.C.) Es una obra de arte que tenéis que venir a ver, y si lo hacéis como nosotros a última hora os envolverá el ensordecedor ruido de decenas de monos aulladores que no dejan de emitir unos sonidos temibles, que vienen a decir que te vayas de su selva o empezará el ataque.

Estela Maya de Yaxchilán

Con el crepúsculo retornamos por el río del Mono Sagrado hasta las cabañas de Nueva Alianza. Estamos en silencio, pensativos y sin dejar de escuchar de fondo esos monos que te intranquilizan el espíritu. Pero así es la aventura.

 

Crónica 6: Copán, la Ciudad de los Murciélagos, HONDURAS

Cruzamos de nuevo el río Usumacinta donde nos espera Carlos Cruz, nuestro súper piloto, que lo primero que nos recuerda es que no nos durmamos, que si no se duerme él también. Cruzamos Guatemala y llegamos hasta Honduras, que tiene una frontera mixta, porque en el mismo sitio te sellan la salida de Guatemala y la entrada a Honduras

Irma Ramírez, Vilma Cueva y Ana Martínez, tres simpáticas mujeres de la Asociación de Guías de Copán, nos reciben según pasamos la frontera y vamos en un nuevo buseto hasta Copán Ruinas, donde se une Gládiz Salguero.

Calle típica del pueblo Copán Ruinas, Honduras

Del polvo del camino tengo los ojos destrozados y me compro en una farmacia un colirio que me relaje las pupilas. Después vamos al Hotel Marina Copán, una antigua casa de hospedaje reconvertida que tiene un estanque con enormes carpas en el centro. Tiene mucho sabor, aunque es demasiado para nosotros.

Vista panorámica de Copán Ruinas

Subimos hasta la Hacienda San Lucas a comer. Tiene más de 100 años y un aire totalmente español. Toda la comida se hace a mano y lentamente, y tiene un saloncito muy agradable, repleto de fotos de los antepasados que vivieron en esta Hacienda, en donde esperamos charlando hasta que estén hechos los platos.

Comemos de primero un atol shuco, un caldo caliente y espeso de color blanco con unos frijolitos negros con maíz fermentado y aihuashte, elaborado con semilla de achiote molida. Tiene un sabor agrio y se sirve en un huacal o morro, que es la cáscara de una jícara partida por la mitad. Yo le echo un poco de chile. Es de lo que se hacen también las maracas. Y de segundo un original pollo con loroco, que es una flor que crece en un bejuco cercano.

Terminamos tan suculento banquete y, mientras toman el consabido café, me echo un coyotito en una hamaca que se tambaleaba llamándome como una musa vestida tan solo con paños blancos vaporosos que cimbrea el viento.

Despierto y volvemos al pueblo de Copán Ruinas, que es un encanto. Todas las casas son bajas y de fuertes colores, de estilo colonial español, y asistimos a una conferencia de la Asociación de Guías de Copán, compuesta solo por copanecos, donde su presidente Giovanni Pedraza nos presenta a los 21 guías-miembros y nos informa sobre su trabajo, donde de nuevo la Organización Mundo Maya aporta su ayuda a este proyecto, que no solo se ciñe a las visitas del espectacular sitio arqueológico maya de Copán , sino que incluyen la posibilidad de dar paseos a caballo, visitar el Museo de Arqueología, conocer el sitio Núñez Chinchilla, el sitio de los Sapos, unas sepulturas mayas, el área del Rastrojón, la observación de aves libres o en cautividad, el mariposario, circuito de aventuras, canopy, turismo rural o probar la gastronomía local en sus haciendas con sabor.

Asociación de Guías de Copán

La idea fundamental de la Organización Mundo Maya es el intercambio de ideas entre los diferentes proyectos que patrocina y conocer todas las realidades para mejorar el turismo comunitario.

Estamos ahora con Ángel, un guía con el que hay que estar sumamente concentrado, porque habla a la velocidad del rayo, y nos enseña un mapa de todo el territorio maya para que entendamos la descomunal dimensión de esta cultura milenaria. Aprovecho para hacerle alguna pregunta sobre la zona. Ángel, ¿por qué se llama Copán?

Un murciélago, el emblema de Copán

Ángel: “Su emblema es la cabeza de un murciélago, `Zotz´, porque Copán significa `Ciudad de Murciélagos´, por la cantidad de estos animales que sobrevuelan sus templos.

¿Y qué es lo que resalta de Copán?

Ángel: “Lo que hace especialmente brillante a Copán es la escultura y la arquitectura. Tanto las estelas como los templos mayas se conservan espléndidamente por la calidad superior de la piedra.

Es el cuarto país maya que visitamos y me encuentro totalmente imbuido por su cultura, sus edificios, sus estelas, sus paisajes y, sobre todo, por su gente, con quienes estoy pasando una vida como de otro mundo.

Damos un paseo por las calles de Copán Ruinas, fundada en 1893, hasta llegar a la Plaza de Centroamérica, el centro del pueblo, donde se encuentra el Museo de Arqueología Maya y vemos unas preciosas estatuillas, altares, vasijas de cerámica, así como adornos de jade, ofrendas de pedernal, utensilios de obsidiana y la tumba de un maya que, curiosamente, era muy alto para la época. Todo ello proviene de la zona arqueológica de Copán. En frente mismo del museo hay una estela de estilo Barroco Maya dedicada al gobernante más importante de Copán, `Uaxaclajuun Ub´aah K´awiil´ o 18 Conejo, del 730d.C.

Al amanecer salimos en silencio con el biólogo Giovanni Peraza, que lleva unos prismáticos y un aparatoso monocular con su trípode para el avistamiento de aves. Lo que ahora llaman `Birding´. Tenemos una gran suerte, porque vemos muchísimas aves, claro que solo aquí hay más de 400 tipos de aves diferentes. Nada más llegar vemos un bando de guacamayas rojas, que no dejan de sobrevolar la selva hondureña. Son el símbolo de Honduras y vuelan como en formación. Son tan grandes y coloridas que se distinguen perfectamente en el cielo. Pero también observamos papamoscas, cristofue, grey quisquirí, taragón, chijute, zorzal, clarinero, chachalaca, coa, pájaro bobo, mot-mot, chipe, guarda barrancos, urracas, gavilanes, pericos, loras, cotorras, garzas y el Michael Jackson, al que llaman así porque baila muy bien cuando corteja a su pareja. Aunque la terminología de los pájaros suele ser en inglés, a nosotros nos dicen sus nombres o apodos en español.

Sitio arqueológico de Copán

Después de ver este paraíso de aves libres, entramos en el sitio arqueológico de Copán. Por organizarlo los guías del parque y ser periodistas, tenemos la inmensa suerte de que nos abren las puertas solo para nosotros, igual que hicieron en Tikal, y tenemos 2 horas para ver esta ciudad maya con el acompañamiento tan solo del guía y de las guacamayas rojas. Nada más entrar nos encontramos una cierva caminando tranquilamente por la Acrópolis, muestra de la tranquilidad que se respira en Copán. En este lugar, donde vivía solo la élite, hay un observatorio admirable con esculturas de animales como el caracol, la iguana y el cocodrilo, también hay dos estelas y la imponente Pirámide de la Guerra o del Sacrificio, que tiene árboles que sobresalen del propio templo.

A pocos metros, y desde las alturas, se ve la Residencia Real o del Pez, donde vivió el rey 16 `Yax Pasaj Chan Yopaat´ o Nuevo amanecer y toda su familia. Y en un lateral de la plaza está una interesante construcción que era la Residencia del Escriba. La importancia de estos personajes era esencial para los reyes mayas, porque iban registrando todo lo que ocurría durante su reinado, por medio de una escritura increíblemente bella.

Subimos unas escaleras y aparece ante nosotros la Plaza de los Jaguares. Una construcción rectangular donde resalta el Parlamento o la Casa de la Comunidad, que tiene unas formas en las paredes que imitan las esteras, y es muy emblemático porque supuso el inicio de la democracia en América. Está flanqueado por mascarones de Chaac, el Dios de la Lluvia. En medio de la plaza está el enorme Mascarón del Sol del Atardecer, que curiosamente mira hacia el Este, y a unos metros se encuentra el Jaguar Danzante, una figura sobresaliente de Copán que desprende un dinamismo espectacular, parece que está bailando como si fuese un Nureyev felino.

Después mis compañeros tienen hambre y se van a desayunar, pero yo prefiero alimentarme del espíritu de los mayas y me quedo totalmente solo en la magistral Plaza de los Monumentos, donde una guacamaya roja planea saludándome y se posa en el techo que protege la primera maravilla que veo, la Estela N, que tiene dos caras, una está dedicada al gobernante número 14 `K´ak´ Joplaj Chan K´awiil o Humo Negro, y la otra al número 15 `K´ak Yipyaj Chan K´awiil´ o Humo Ardilla.

De ahí camino, disfrutando de cada paso que doy, hasta la extraordinaria Escalinata de los Jeroglíficos, una obra de incalculable valor, no solo por ser un ejemplo superior del arte maya, sino porque cuenta en cada escalón de la pirámide la historia del pueblo de Copán en particular y de los mayas en general. Es como una enciclopedia maya escrita en piedra. Además, está precedida por otra gran estela y un altar de sacrificios. Tiene 63 escalones y 1993 glifos. Por todo ello está considerado el monumento más importante de todo el mundo maya.

A pocos metros está el Juego de Pelota, uno de los más hermosos y mejor conservados del mundo, gracias a que está construido con piedra volcánica, en vez de con piedra caliza. Está coronado por unas cabezas perfectas de guacamayas rojas. Sigo mi experiencia singular por la pirámide central y observando, una a una, las decenas de estelas que salpican toda la Gran Plaza, la mayoría dedicadas a 18 Conejo, el gobernante que más apostó por el arte y por la creación de estelas. Era arquitecto, astrónomo, jugador de pelota, sacerdote y rey guerrero. En su mandato Copán llegó a ser tan poderosa como Tikal, Calakmul o Palenque, hasta que fue decapitado por su antiguo vasallo, el rey de Quiriguá, aliado con los mayas de Calakmul, lo que sumió a Copán en una larga agonía y jamás volvió a tener el empuje y la evolución que tuvo con 18 Conejo.

Por último voy a ver la Cabeza de Anciano, asociada al Pawak Tun, que sostenía el mundo sobre su cabeza; y el Templo Funeral del Sol Naciente, que tiene tallados en sus paredes soldados con cuerdas y espadas, y cráneos boca abajo, el símbolo de los sacrificios humanos. Cuando termino de ver prácticamente todo el sitio arqueológico abren las puertas y empiezan a entrar los turistas que ya llevan rato esperando en la entrada, aunque tampoco es una cosa exagerada de gente. En todo caso ha sido algo prodigioso e inesperado recorrer esta ciudad maya tan genial, declarada Patrimonio Universal por la UNESCO. Tiene una mezcla de templos, estelas y escrituras única en todo el territorio maya. Hay unos 4.500 montículos en Copán, de los cuales la mayoría están todavía enterrados en medio de la selva.

Dejamos el Sitio Arqueológico de Copán pero no del todo, porque cerca está el Museo de la Escultura Maya, a donde entramos por la cabeza de una serpiente, que era el símbolo de Xibalbá, el acceso al inframundo maya. Allí encontramos el Templo Rosalila, de 14m de altura, el más intacto de todo el mundo maya, que tiene unos colores rojizos, verdes, amarillos y blancos impresionantes. Lo construyó en el 571d.C. el rey número 10 `Tzi-B´alam´ o Luna Jaguar. Está dedicado al Dios de la Lluvia, del Maíz y del Sol.

También tiene todo tipo de fachadas, estelas y altares como el `Q´, de una belleza sin parangón, donde están esculpidos los 16 gobernantes de Copán; y la escultura de un tenebroso murciélago que representa a `Camazotz´, un Dios de la mitología Mesoamericana que simboliza la noche, la muerte y el sacrificio.

Templo Rosalila, en el Museo de la Escultura Maya, Copán, Honduras

Nos trasladamos a Las Sepulturas, un lugar sagrado para los mayas porque aquí enterraban a sus reyes y a la élite gobernante. Dentro de las plataformas que utilizaban para construir sus casas, se han hallado las Tumbas de los Señores y del Chamán. Dentro del complejo de Las Sepulturas está el Barrio Lenca, y nuestro guía, que es un orgulloso descendiente de los indígenas lenca, nos explica que son el grupo étnico más antiguo de Honduras, anteriores a los mayas, y que fue el rey 18 Conejo quien los trajo a Copán, por ser unos verdaderos artistas, para que trabajasen y conseguir hacer de Copán la ciudad maya más artística que existe. La moneda de Honduras es la lempira, que era el nombre del jefe de los lencas que estaba en Honduras cuando llegaron los españoles.

Las Sepulturas

Hemos caminado, montado en avión, en barco, en furgoneta, en tuc-tuc, en avioneta, en balsas, en parranderas y ahora damos un paseo a caballo desde Copán Ruinas hasta el Sitio Ceremonial de Los Sapos junto al guía Jesús, que es como si el Jaguar Danzante se hubiese convertido en hombre. Aunque no tengo ni idea de montar mi caballo, que se llama `Camarón´, solo el hecho de ir por el camino al lado del río Copán es sensacional. Llegamos a Los Sapos, que es una zona llena de piedras talladas con formas y caras de sapos, que eran animales sagrados para los mayas porque eran símbolos de la fertilidad, y las indígenas iban allí a parir. Ángel se ubica entre dos sapos y nos explica cómo las mayas daban a luz, colocándose `como una burrita´.

Paseo a caballo desde Copán Ruinas hasta el Sitio Ceremonial de Los Sapos

Volviendo caminando, a última hora de la tarde, el guía nos explica que hay una leyenda en la selva de Copán, la `Historia de la sucia´, que es una mujer muy bella que te embelesa con la mirada y pone a los hombres tontos. Cuando caen rendidos a sus pies, ella les clava sus afiladas uñas en el cuello y les introduce en la selva hasta una cueva de donde nadie ha vuelto. Tan solo puedes liberarte si te pones el sombrero del revés o muerdes con fuerza el filo del machete con el filo hacia fuera. Nuestro amigo Tito Ever me dice que varias veces, cuando baja a pescar al río, ha visto a `la sucia´ lavando ropa, con su pelo largo y suelto, y que dio la vuelta a su sombrero y salió corriendo como alma que lleva el diablo. Yo no sé si será cierto o no, pero ahora no dejo de oír ruidos extraños en la selva y me pongo mi sombrero blanco del revés.

Solo nos quedan dos visitas en Copán, una es el mariposario, donde nos explican la vida y temprana muerte de las mariposas, ya que viven entre uno y cinco meses como mucho. Aquí conviven decenas de tipos diferentes de mariposas de la zona. Las más comunes son la búho, la jade y la morpho, que para mí es la más bella, por su color azulado y brillante.

Y por último recalamos en un lugar que me encanta, que es el Centro de Rescate de Aves `Macan Mountain Bird Park and Nature Reserve´, un proyecto ecologista que consiste en rescatar aves que les entrega o dona la gente hondureña o son decomisadas por la Policía. Es algo muy complicado y tienen que tener una paciencia enorme, pero muchas de ellas acaban liberándolas con el tiempo en un acto especial al que acude multitud de gente a verlo. Les van reduciendo la comida para que ellas vayan buscando su alimento en libertad, hasta que definitivamente puedan defenderse solas en la naturaleza. Hay dos guacamayas que criaron dentro del Centro y que ahora son libres y han vuelto a tener crías en la selva. Para ellos es el mejor regalo.

En Centro de Rescate de Aves `Macan Mountain´ con tres tipos diferentes de guacamayas

Todo esto nos lo cuenta el biólogo José Carlos Martínez, que trabaja en el Centro y nos hace un recorrido precioso por esta especie de hospital de aves. Hay guacamayas rojas, azules, verdes y arco iris, que son la mezcla de unas con otras, aunque estas no pueden vivir libres. También hay loros, hermosos tucanes, especialmente el `mandíbula negra´, y hasta un enorme zopilote.

Y como el espectacular vuelo de las guacamayas, que pueden llegar a vivir 100 años en cautividad y 50 en estado salvaje, nos vamos volando, después de Guatemala, Belice, México y Honduras, a El Salvador, el último enclave de nuestro frenético viaje por el Mundo Maya.

 

Crónica 7: Último enclave maya, EL SALVADOR

Hoy es el día de los pasaportes, algo que le encanta a nuestra querida licenciada Beatriz, todavía no sé muy bien por qué. Salimos de la inolvidable Copán, en Honduras, y nos dirigimos a Guatemala, de Guatemala otra vez a Honduras, y de Honduras a El Salvador, el último lugar que recorremos en este viaje sensacional de la Organización Mundo Maya y el único que no conocía, por lo que tengo especial interés.

La poli nos para y me dice el piloto que es por la emigración que hay hacia EE.UU. y por el contrabando del narcotráfico, pero cuando ven nuestras caras de pardillos nos dejan pasar enseguida, tenemos menos peligro que un coatí cojo.

Ya en El Salvador pasamos por varios pueblos que son muy auténticos, Sonsonate, San Antonio del Monte, Santa Catalina Masahuat y llegamos al río Tepechapa, nuestra primera parada, donde nos espera Gerardo, nuestro nuevo guía, que nos va a llevar hasta la Cascada El Escuco.

Cruzamos el río por un tambaleante puente y nos internamos por la selva salvadoreña durante varios kilómetros. En el estrecho camino hay helechos o cola de zorro, con ese verde tan intenso que parece que te regalan vida, y es que solo pueden sobrevivir en ambientes con el aire muy puro. Después de ascender una loma  aparece ante nosotros una larga cascada de 84 metros de caída de agua, en un paraje idílico donde parece que en cualquier momento va a salir del fondo de la laguna, donde se forma un arco iris multicolor, una mujer despampanante para ofrecerte un perfume con olor a puritica selva tropical.

Hay frente al salto de agua una piedra triangular donde se sentaban los antepasados pipiles, los indígenas que pueblan esta zona de El Salvador, para curarse sus enfermedades, donde lógicamente me siento para pedir que se me cure mi colon irritable, que tan malos y sorprendentes ratos me hace pasar.

Cascada El Escuco, Santo Domingo de Guzmán

Cuenta la leyenda que en la poza que hay bajo la cascada hay un valioso cangrejo de oro que enterraron los pipiles hace cientos de años, y que el que lo encuentre tendrá riquezas para toda su vida. Para mí la mayor riqueza ha sido venir a este viaje cargado de tradiciones, cultura y leyendas que te envuelven en un mundo fantástico.

Regresamos y montamos en el buseto. Hay en las calles una especie de alargada estera compuesta por miles de granos de maíz, que exponen al sol para que se seque y después poder guardarlo en los graneros sin que la humedad los pudra. El maíz sigue siendo el sustento principal y una parte esencial de la dieta de los países hispanoamericanos desde hace 10.000 años. Aquí toda comida se acompaña con las tortas de maíz, que son como el pan para los europeos. En náhuatl, el idioma de los indígenas pipiles, `centli´ significa “mazorca de maíz seco”, y `xilotl´ “mazorca tierna”.

Llegamos a la plaza principal de Santo Domingo de Guzmán, donde nos recibe su alcalde. Tengo que contaros un secreto: mientras mis compañeros se fueron a una reunión con el alcalde yo me fui a dar una vuelta por el pueblo buscando mi bebida sagrada, el chocolate, que por cierto proviene de la palabra náhuatl `xocolatl´. ¡Pero no se lo digan a la licenciada que se enfada! Es curioso, pero no es fácil encontrarlo aquí. Hay café de decenas de clases diferentes, pero mi chocolatito no lo encuentro fácilmente, hasta que veo una señora mayor calentando algo en dos ollas sobre el fuego de la leña.

Buen día señora, ¿cómo se llama?

“Doña Nicolasa”

¿Y qué calienta usted al fuego?

“Pues mire, aquí estoy cociendo frijolitos”, y levanta una tapa de hierro fundido con agujeros para enseñármelos.

¿Y en esta otra Nicolasa, que está cociendo?

Se acerca lentamente, con ese mandil de flores sobre una camiseta color salmón y una falda negra, y me dice que… ¡tomate para hacer la salsa de las pupusas! Estoy hundido sin mi trago de chocolate, que para mí es como el whisky para los malotes de las pelis de vaqueros. Me enseña sus redondas pupusas, la comida más típica de El Salvador, que las hace de queso, mora, frijol con queso y de chicharrón. Al marcharme, como si conociese mis deseos, la indígena pipil me llama: “¡Señor, aquí tiene un vaso de chocolate!”. Se me saltaban las lágrimas, por el mejor regalo del mundo que me hizo doña Nicolasa y porque me quemé los labios de lo caliente que estaba.

En el centro de la plaza hay una iglesia muy especial, construida sobre una base de adobe y con una preciosa cúpula. Sobre la puerta hay una virgen y una frase en náuatl: “Buenos días”.

Taller de Cerámica Pipil de Barro Rojo

Igual que en Santa Cruz la Laguna, en Guatemala, los mayas nos enseñaron a pintar a sus dioses, aquí los pipiles nos muestran cómo hacen los indígenas una cerámica exclusiva muy sencilla y con mucha fuerza a la vez. En este Taller de Cerámica Pipil de Barro Rojo hacen jarrones, vajillas, ollas, comales, pirámides, platos y figuras de barro. Pues ahí que nos ponemos a trabajar para hacer un nacimiento. Si la pintura maya fue un desastre irreconocible, el hombre alargado que sale de mis manos rompe con las dimensiones habituales y se acerca más al fantasma de la ópera que a San José. La Organización Mundo Maya apoya todas las actividades culturales de los pipiles en El Salvador, como este taller artesano.

Después de desplegar todo el arte que cabe en mis manos de cerdito, me como la sopa criolla que ha preparado Karen a base de gallina, verdura, hiervas, apio, loroco y alcapate. Está de muerte. Salgo a la calle para comprar una cuma, una herramienta que utilizan los campesinos para chapodar la milpa del maíz y que tiene una forma preciosa. Se la voy a regalar a mi hermano por cuidar de mi hija pequeña Matilde durante este viaje. Supongo que no le gustará nada, pero a mí me encanta.

Comemos y doña Ofelia, una veterana pipil, nos enseña el idioma de sus antepasados, el náhuatl, que no se escribía porque sus ascendentes no sabían leer ni escribir, tan solo se va transmitiendo de una forma oral de generación en generación. Ofelia está orgullosa de enseñarnos su idioma, porque estuvo cerca de su desaparición en 1932, por la represión del dictador Maximiliano Hernández, que ordenó el etnocidio de entre 25.000 y 30.000 indígenas como Feliciano Ama o Francisco `Chico´ Sánchez, unos de los caciques pipiles que dirigieron la revuelta campesina contra el general que, finalmente, fue asesinado de 17 puñaladas en el comedor de su casa. Maximiliano casi acaba con la totalidad de indígenas pipiles, lo que hizo que dejasen de hablar su idioma para conservar la vida, por eso es tan importante que personas como doña Ofelia recuperen y enseñen el náhuatl, después de la masacre que casi les extingue para siempre.

Vamos a un mercado indígena en el Barrio del Ángel, en Sonsonate, donde vemos todo tipo de comidas, frutas y especias, y me resulta curioso que en la entrada haya una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Me dicen los tenderos que es un factor cultural de El Salvador, porque es el protector de los mercados y en todos hay una figura que lo representa.

Tren `Bala Tacuzcalco´ del Museo del Ferrocarril y el volcán Izalco

Nos trasladamos a ver el Museo del Ferrocarril, instalado en la antigua estación de Sonsonate. De aquí partió el primer tren, en 1882, que cubría el trayecto entre Sonsonate y el Puerto de Acajutla. Se transportaba sobre todo maíz, café y algodón, así como animales y madera. Pero quizás lo más importante, según nos cuenta Josué Alguera, jefe de la Unidad de Turismo, es el proyecto `La Gran Vía Férrea´, porque se ha recuperado una zona peligrosa, el barrio del Ángel, por el que transcurren las vías, para montar mercados, colegios, terrazas, bares y el propio museo, acabando con la delincuencia que había y creando un espacio dedicado también al arte, con enormes murales relacionados con aquellos trenes de época.

Cenamos pupusas variadas en la Plaza de Nahuizalco, donde nos contaron una historia terrible. Después del inicio de la matanza de miles de indígenas por orden de Maximilano, les dijeron a los supervivientes que no participaron en el levantamiento campesino que fuesen a esta plaza para darles documentos y poder así recuperar las tierras de las que habían sido despojados. Cuando estaban todos esperando a la entrega de los papeles, los fueron fusilando frente al muro de la iglesia y arrojándolos a una fosa común que les obligaron a cavar a sus compañeros, que finalmente también fueron ametrallados. La plaza actual se eleva por encima de los huesos de aquellos indígenas.

Parque Nacional Cerro Verde

Hoy es el último día de nuestro alucinante viaje por el Mundo Maya y vamos a visitar el Parque Nacional Cerro Verde con Dionisio, un excelente guía. Nada más llegar divisamos desde un mirador el majestuosos volcán de Santa Ana o Ilamatepec, el más alto de El Salvador con 2.831msnm; el volcán de Izalco, que es el más joven del país; y la cordillera de Apaneca, que es donde se produce el 60% del café que se exporta en El Salvador.

Nos internamos en la selva y vemos unos árboles muy curiosos, como el papelillo, llamado así por el color blanco del reverso de sus hojas; los árboles del amor, que se unen en las alturas como si se estuviesen besando eternamente; el fantástico árbol culebro, el más antiguo del bosque con 400 años, que tiene en sus ramas plantas epífitas como una espectacular bromelia de un intenso color rojo; y la florifundia, de cuyas flores atrompetadas se saca la famosa burundanga, utilizada para mermar voluntades. También nos acompañan los maravillosos pájaros torogoz, que tienen una cola muy bella y alargada. Solo pueden vivir en libertad, por eso es el ave nacional de El Salvador.

Dionisio nos avisa de que tengamos cuidado, porque aquí hay multitud de serpientes venenosas como el tamagás o el timbo, que se enroscan en forma de espiral y saltan entre 4 y 5m para golpear las ramas de los árboles frutales y hacer caer la fruta madura, el mismo método que utilizan al atacar. No hay que salirse del camino porque son peligrosas y tienen venenos neurotóxicos.

Lago de Coatepeque

Debajo del camino se ve el hermoso Lago de Coatepeque, que en náhuatl significa `Cerro de culebras´, que se encuentra en el cono de un volcán, con 25km de superficie y una profundidad de unos 120m, y va cambiando de color cada cierto tiempo. En un lateral tiene la isla de Teopán o lugar de Dioses, a donde solo se puede llegar en barco.

Sitio Arqueológico de San Andrés

Salimos de la selva salvadoreña para llegar al valle de Zapotitán, donde está el último lugar maya que visitamos, el Sitio Arqueológico de San Andrés. Primero recorremos un museo que cuenta la historia de la zona y tiene infinidad de objetos mayas, para seguidamente internarnos directamente en la Plaza Monumental, que tiene un centro ceremonial, una acrópolis y la pirámide principal. Detrás de esta se encuentra la Plaza Sur, donde estaba el mercado y se hacían intercambios de productos, especialmente el añil, que producían aquí y que utilizaban para colorear los templos y en ceremonias rituales. Las pirámides están hechas con ladrillos de adobe. En esta zona, donde hubo 350 asentamientos, vivieron unos 10.000 indígenas mayas. En el año 1.100d.C. fue sepultado todo por la abrupta erupción del volcán El Boquerón.

Acabamos la travesía en San Salvador, la capital del país, donde hacemos nuestra comida final con la licenciada Beatriz González, la organizadora de este viaje de Turismo Comunitario en el que hemos recorrido 5 países mayas: Guatemala, Belice, México, Honduras y El Salvador. De despedida vamos a la fábrica de cervezas Cadejo, donde nos enseñan la elaboración de sus ricas y olorosas bebidas, y donde le obsequio a nuestra inolvidable amiga con una libreta de Panama Jack y un sobre de jamón curado de pata negra envasado al vacío, que he llevado en la mochila durante 15 días. Bea se pone a llorar cuando ve el jamón, aunque nos dice que es porque nos marchamos.

Monumento a la Libertad de San Salvador

Nos despedimos y los tres periodistas españoles, Alida de la Agencia EFE, Carlos de Nattule y yo, visitamos la Plaza Libertad, lo que antes era la Plaza de Armas durante la época de la Colonia, donde un grupo de viejos músicos le cantan a nuestra fémina una hermosa canción tocada a 3 guitarras de distintos tamaños. Aquí vemos el Monumento a la Libertad, que se construyó para celebrar el primer centenario del grito de Independencia, que se consiguió el 15 de septiembre de 1821. Después visitamos la original iglesia del Rosario, del arquitecto Rubén Martínez, que tiene una estructura totalmente diferente de las demás iglesias, con unas vidrieras cromáticas que crean un ambiente casi divino.

Durante nuestro viaje por El Salvador íbamos viendo pinturas por todas partes con la leyenda “Monseñor Romero Vive”, y ahora nuestro destino final es la catedral Metropolitana del Divino Salvador del Mundo, donde está enterrado en la cripta, justo debajo del altar mayor, el ahora San Óscar Romero, el primer mártir de América. Un francotirador le dio de lleno en el corazón mientras celebraba una misa. Su continua lucha por los pobres, las críticas a un gobierno desalmado, y los consejos al ejército para que no mataran a más campesinos, sellaron su vida para siempre.

Tumba de Monseñor Oscar Romero

Las últimas palabras de la `Homilía de fuego´ que dio el día antes de morir ejecutado fueron: “En nombre de Dios pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ordeno en nombre de Dios, que cese la represión”.

Desgraciadamente, con esta triste pero valerosa historia terminan mis crónicas para Periodista Digital. Mil gracias a la Organización Mundo Maya, a los ministerios de Turismo de los 5 países, a Beatriz, a los guías, pilotos y periodistas que me acompañaron, pero sobre todo a los indígenas mayas, lacandones y pipiles que me tendieron la mano, que me abrieron sus casas y me alimentaron con lo poco que tenían, ellos son, sin lugar a dudas, los principales protagonistas de esta aventura insólita al Mundo Maya.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Carlos Pecker

Realizador, Periodista, Camarógrafo, Técnico de sonido, Iluminador, Editor, Profesor universitario y Escritor.

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