Hace un par de semanas no me podía creer que fuera real el escuchar esta frase: España es campeona del mundo. Su solo susurro me producía el éxtasis, el adentrarme en un sueño que, al fin, parecía que se dejaba tocar y acariciar. Hoy, me estremezco cuando oigo estas otras palabras: Raúl ya no es jugador del Real Madrid. Parece mentira, pero no lo es: Raúl ya no es jugador del Real Madrid.
En esta noche fresca, repetir mentalmente esa frase, lo admito, me lleva hasta las lágrimas. Siento, de verdad lo siento, que hoy ha muerto el Real Madrid. Mañana resucitará, se levantará y emprenderá nuevas aventuras, por supuesto. Pero mi Real Madrid, el que yo he conocido siempre, cada tarde de domingo contaba con Don Raúl González Blanco defendiendo la sagrada camiseta blanca hasta la muerte. El Gran Capitán, la esencia de este sentimiento centenario, debutó en Zaragoza un ya lejano octubre de 1994. Con doce años, yo empezaba esa temporada a ser el furibundo madridista que soy hoy.
Me enganché a esto del fútbol en el Mundial de Estados Unidos, el que nos dejó la cicatriz italiana, ese mismo verano. Ya con la Liga, me entusiasmaba el Madrid de Valdano, con Míchel, Amavisca, Laudrup, Butragueño o el hoy para mí maldito Luis Enrique. Dos meses después, debutó ese chaval con las piernas arqueadas y cara de pillo. La semana siguiente, en el Bernabéu, ante el Atleti, llegó su primer gol con el equipo. Un golazo a la escuadra a pase de don Michael Laudrup. Me acuerdo perfectamente. Como ya jamás olvidaré todos estos años de raza, pasión, entrega, calidad a raudales, inteligencia, caballerosidad, olfato de gol y amor a unos colores.
Todo lo que he vivido con mi equipo en estos 16 años ha estado protagonizado por Raúl. Hoy, el día que se va, me siento mayor. El Madrid del que me enamoré se ha acabado. El jugador con el que siempre soñé ser ya no jugará más con el escudo que ha encarnado como nadie. Hoy el Real Madrid ha muerto… pero mañana resucitará.
¿Lo oyes? Sí, es el Bernabéu. Ahora, en esta medianoche. Está lleno hasta la bola, como en las grandes noches de Copa de Europa. Clama, ruge, llora, ama: “¡Raúl, Raúl, Raúl, Raúl, Raúl…!”.
¡Hala Madrid!
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
