Perdone el azorado personal, pero el lastimero personaje que esto suscribe reclama su derecho a celebrar algo que, visto el desastre que se acaba de producir hace unos minutos en el Bernabéu, suena a chacota. ¿Puedo decir algo, entonces? Ea. ¡Chavales, que somos campeones de la Copa del Rey!
Sí, todos los madridistas estamos doloridos por la derrota por 0-2 en la ida de la Copa de Europa, pero necesitaba gritarlo: la Semana Santa en Landete (donde no tengo conexión a Internet), enlazada con (en expresión sabiniana) mi mala salud de hierro (¡malditas anginas!), me han impedido asomar la cabeza a este espacio digital, desde hace una semana, hasta estos momentos. Y para una vez que ganamos algo en tres años… Y al Barça… Pues eso, ¡que somos campeones! ¡Y eso no nos lo quita nadie! El orgasmo futbolístico de hace una semana no lo olvidaré nunca. No obstante, era la primera vez que veía ganar una Copa del Rey al Madrid. En el 93, aunque nadie lo crea, aún no era el furibundo merengón que soy ahora.
Por cierto, escribir esto me infunde ánimo: vamos a remontar en el Camp Nou, los Kaká, Benzemá, Higuaín y compañía van a armar el taco (por fin, vamos a salir con los jugones) y nos vamos a clasificar para la final de Wembley. Dicho queda. Y lo digo en serio. Ya no bebo.
¡Hala Madrid!
PD. Por cierto, quien me conoce sabe que jamás me quejo de los árbitros porque sí. Pero lo de hoy, con la expulsión de Pepe, ha sido un escándalo. Con el reglamento en la mano, una plancha en un balón dividido es amarilla. Jamás roja. El alemán se ha cargado el partido. Ha sido vergonzoso.
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
