Llevo a gala el que, en los cinco años que llevo escribiendo artículos de opinión en la Red, me hayan enmarcado en un amplio marco que va desde ser “facha” a ser “rojo”. Y todo por decir lo que pienso ante cada tema concreto… Pero no, no me escondo. Enumero aquí algunos de los principios que conforman mi ideología:
Creo en la democracia como sistema idóneo para garantizar la convivencia de todos. Creo en un sistema en el que entren todas las ideas. Todas. Salvo las que se impongan a través de la violencia. Esto es: cuando sean violentos quienes las propugnan. A ellos, no a las ideas, es a quienes hay que apartar.
Creo en la absoluta separación de poderes. Creo en una Justicia completamente independiente, en la que ningún cargo público que no pertenezca a su ámbito interno pueda influir en ninguna designación para ocupar un puesto judicial.
Creo en la unidad de España, pues soy español. Pero no creo en una España centralista ni excluyente. Creo en el poder autonómico y local, en el que se defiendan e impulsen todas sus manifestaciones culturales e históricas, con un sentido prioritario para la lengua (aunque sin exclusiones y sí con lógica, conviviendo la local con la lengua de todos). Creo que han de ser estatales las competencias que tengan su lógica en un sentido unitario: Sanidad y Educación.
Creo en la libertad de iniciativas como motor económico. Como creo que el Estado ha de vigilar, controlar e impedir los excesos de las empresas e instituciones públicas y privadas que socaven los derechos laborales esenciales. Creo en la Educación y la Sanidad públicas, debiendo el Estado de impulsarlas, así como apoyar las iniciativas privadas que garanticen un respeto por los valores comunes.
Creo en la libertad de expresión sin matices. Creo en la libertad de culto, pudiendo desarrollarse todas las confesiones por igual. No creo en los privilegios para una confesión; sí en la naturalidad de reconocer la posición de una religión que configura el mismo ser íntimo del país.
Creo en el reconocimiento de todo país occidental de que tiene una deuda con los llamados países subdesarrollados; que lo son porque nosotros somos más ricos al ser ellos más pobres. Por eso mismo, exijo compromisos reales para impulsar su desarrollo. No creo en un país que firmó el Pacto de Estado Contra la Pobreza en diciembre de 2007 y que, tras toparse con la crisis, deje en papel mojado un compromiso adoptado por todas las fuerzas parlamentarias. Tampoco creo en una ciudadanía a la que esto parece no importarle absolutamente nada.
Sinceramente, no sé si estos principios, expresados de un modo desestructurado, equivalen a ser de derechas o de izquierdas. De verdad que no lo sé. Pero ésta es mi ideología. Lo ha sido en estos cinco años y, ahora, aunque más escéptica, es más madura. Más auténtica.
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
