Lo sé, vengo con retraso. Con dos días de retraso. Pero… “no estaba muerto, que estaba de parranda”. España. España. España. Tricampeones. Eurocopa-Mundial-Eurocopa. ¿Sueño, fantasía, hipérbolica mentira? No: realidad, certeza, machacona verdad. O eso dice la tele, esa falsa zorra. Porque lo he visto: Iker I levantando al cielo la tercera ilusión de un país. De un país desacostumbrado. Acostumbrado ancestralmente al fiasco, al regodeo en la mierda propia. Acostumbrado, últimamente, a la gloria. Alemania, Holanda, Italia. Las víctimas. ¿Brasil 2014? ¿Maracanazo? Y cerrar los ojos para siempre, ¿no?
Presumo. Fui de los que nunca dudé. Jamás exigí. No fui un nuevo rico con pasado pobre y subidón engreído. Me mantuve, pobretón de espíritu, en el agradecimiento eterno. Más no se podía pedir. El Doblete parecía culminación. El extra, la guinda, mucho más de lo que se pudo jamás soñar. El Triplete es recuerdo ya para cuando llegue la vejez. Dulce, dulcísima melancolía. Hoy viva, fresca, alucinante, maravillosa. Gracias, gracias, gracias.
¿Lo mejor? La fidelidad innegociable al estilo. Eso que jamás tuvimos antes, amén del alucinado apelo a la furia. Aunque con rescoldos que se agradecen: los cojones de Sergio Ramos y su panenkazo. Se jugó, directamente, ser un maldito, un muñeco roto señalado por un país. En décadas, si hacen un anuncio protagonizado por él, aparecerá como torero, gladiador o Hércules. No como Prosikito, con todos los respetos para ese golfo rufián, hoy redivivo en Guti o Cassano.
¿Mejor aún? La imagen de familia. La fiesta en el césped de Kiev, con los chavalines inocentes y orgullosos de los héroes: sus papis. ¿Lo insuperable? La sonrisa afable, bonachona, noble y sencilla de Don Vicente. Un mito, el mejor entrenador en la historia de este país, que hace todo lo posible por ser invisible en la victoria, cuando daba el callo en la tensión y las dudas. Todo lo contrario de otro personaje que exalta las pasiones, sobre todo las malas.
La fecha: 1 de julio de 2012. Tassotti sufrió (siento la falta de elegancia, pero nos debía una a la generación Naranjito) y millones de españoles se olvidaron en parte de la crisis por un día. Ante el asombro de todo el mundo. ¿Nos merecíamos ser felices? Sí, yo creo que sí. Gocemos al máximo de un sueño que habrá de acabar. Y que evocaremos por miles de noches de satisfecha nostalgia. España. España. ¡España!
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
