Surgieron los ‘progres‘ españoles en los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición.
Para los que no vivieran aquellos años o para quienes hayan olvidado su existencia, se trataba de personas pertenecientes a familias de clase media o media alta, de izquierdas (o de ultraizquierda según el caso), con inquietudes intelectuales, reivindicaciones de clase (obrera, aunque eso no siempre encajase con su declaración de la renta), y en sintonía, (con menor o mayor conocimiento de causa) con el Mayo francés.
Ser progre era lo más in, aunque esto supusiera tener como ídolos unas figuras discutidas como el Che, Fidel Castro o Salvador Allende.
En esa época una generación joven pasó a asumir un protagonismo inesperado en nuestro país, ya que con la transición se prejubiló la anterior vinculada al régimen. La lista de los adeptos era larga, muy larga.
Su enemigo, en aquel entonces, era claro: la derecha pura y dura, la dictadura y el imperialismo estadounidense, el fútbol y hasta la limpieza.
Les gustaban las tertulias en bares más o menos clandestinos, soñaban con un mundo mejor y fumaban porros.
¿Qué queda hoy de los progres?
Pues esto:
AFILIADO DE PODEMOS
- Esto es un progre español que, alentado al ver que el socialista Pedro Sánchez da asilo en su gobierno a los comunistas y pacta con proetarras y separatistas, decide afiliarse a toda prisa en PODEMOS para ver que puede pillar.
En Podemos lo reciben con los brazos abiertos, pero le dicen que tienen que hacerle un ‘test de idoneidad’.
El examinador, que en este caso es Pablo Echenique, el que no pagaba la Seguridad Social de su empleado doméstico, le pregunta:
-Si tuvieras dos coches ¿qué harías?:
-Me quedaría uno para mí y el otro se lo donaría al partido, para que fuese útil para todos.
-Muy bien… ¿y si tuvieras dos casas?
-Me quedaría con una para vivir y la otra la donaría al partido para que fuera utilizada por otro que la pudiera necesitar.
-Buena respuesta. Y si tuvieras dos bicicletas?
-Oye, para, para… Que bicicletas sí que tengo y son mías.