La mala samaritana

La mala samaritana

Tali Fahima tiene 29 años y acaba de ser condenada a pasar los próximos tres en una cárcel israelí. Un tribunal hebreo la ha encontrado culpable de pasar información al enemigo (los terroristas palestinos), contactar con un agente extranjero y violar un mandato judicial. En agosto de 2004 fue detenida mientras prestaba «ayuda» al líder de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa en Jenín , Zacarias Zubeidi, cuya vinculación con varios atentados le había convertido en el principal candidato de Cisjordania a ser «asesinado selectivamente«.

Fahima se ha convertido en todo un personaje mediático en Israel, para unos es el nuevo icono de la izquierda, para otros sólo una chica ingenua seducida por el enemigo. Para bastantes, en una vulgar y repudiablke traidora.

Escribe Macarena Gutiérrez en La Razón que tiene una imagen fuerte, un rostro oscuro propio de su origen sefardí que asoma tras unas gafas de pasta negras que le endurecen el gesto. Lleva siempre el pelo recogido hacia atrás, tirante, y mira a la cámara desafiante. Al menos hasta que ayer se hizo pública su sentencia.

«Estoy seguro de que lamenta las consecuencias, pero en su momento lo consideró actividad política legítima», dijo su abogado Smadar Ben-Natan tras el primer anuncio de su condena el mes pasado. La estancia en la cárcel parece haber apaciguado a Tali.

Los jueces incluso alabaron sus declaraciones de la semana pasada, en las que afirmó:

«Soy una ciudadana leal de mi país, donde crecí y fui educada. Sigo los valores del judaísmo con los que me educaron. No tenía ninguna intención de comprometer la seguridad nacional».

La historia de Tali Fahima tiene tintes novelescos. Criada en una familia conservadora, ella misma fue militante del partido de Ariel Sharon, el Likud.

La historia de Fahima, de 29 años, es un exponente más, en este caso dramático y llamativo, de la complejidad y controversia que dan de sí cinco años de violencia y sangrientos enfrentamientos:

«Tras uno de los atentados en Tel Aviv quise investigar por qué un palestino se hace estallar para matarnos. Navegué en Internet y empecé a buscar y leer todo lo relacionado con la palabra palestina. Hasta que llegué a Zacaria Zubeidi».

Logró el número de teléfono del terrorista palestino, a través de un periodista que lo había entrevistado, y viajó a Jenín para «averiguar los motivos que le llevaban a matar» a sus compatriotas israelíes.

Zubeidi la recibió, rodeado por milicianos armados. Tras convencerse de que no se trataba de una agente de los servicios de seguridad israelíes, Zubeidi le explicó: «Los palestinos no somos terroristas. Mi madre murió en mi casa. ¿Eso no es un atentado?». Ese día comenzaron una relación de confianza, y, según muchos, también romántica.

Sus amigos han declarado a «Haaretz» que de aquellos encuentros surgió una buena amistad que los malintencionados quieren convertir en un asunto amoroso. Amante o amigo, su apoyo a Zubeidi le originó pronto grandes problemas.

Fue despedida de su trabajo en una firma de abogados por declarar que «los líderes palestinos que Israel tacha de terroristas en realidad son luchadores por la libertad de su pueblo». Fahima llegó a sugerir que antes de que pudieran matar a su amigo (quien, por cierto, ha sobrevivido a cinco atentados) ella le serviría de «escudo humano».

«Él cuenta la historia desde el lado palestino. Me he enterado de cosas que no sabía, de cosas que en Israel no quieren que sepamos», señaló la activista desde su celda al diario «Jerusalem Post» antes del juicio. También dijo de su amante árabe que «nunca le traicionaré».

Zubeidi y su grupo han reivindicado la autoría de varios asesinatos de israelíes y él mismo es uno de los hombres más buscados por el Ejército hebreo. Los amigos de esta condenada por «traición» cuentan que el activista palestino no siempre fue violento.

Lo describen como un chico que antes era pacifista, que incluso hablaba hebreo de forma fluida, pero que su destino cambió de forma trágica cuando su madre y su hermano murieron a manos de soldados israelíes durante el cerco a Jenín en abril de 2002. De ella dicen que es «alguien muy especial, que no pertenece a ningún grupo. Quieren destruirla, pero ella es muy, muy, fuerte».

En agosto de 2004, los soldados israelíes arrestaron a Fahima en un control militar cercano a Yenín.

Tras pasar 16 meses en la cárcel, miles de insultos y cientos de horas de interrogatorios, Fahima fue condenada ayer a tres años de cárcel por un tribunal de Tel Aviv, acusada de colaborar con milicianos palestinos, pasar información al enemigo, contacto con un agente extranjero y violación de una orden legal.

Según su abogado, antes de ser detenida recibió una llamada del servicio de seguridad israelí (Shin Bet) por si quería volver al redil y servir como agente doble a cambio de una suculenta suma. Su plataforma de apoyo asegura que Tali fue torturada en prisión durante los largos interrogatorios en los que permaneció esposada. Aunque ha sido condenada a tres años, podría estar en la calle en once meses si decide portarse bien.

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