Las tecnológicas buscan un acceso privilegiado al poder

Prime Video emitirá en directo la ceremonia de investidura de Donald Trump

Las donaciones millonarias de Amazon y Meta para la investidura no solo son un gesto de cortesía política, sino también un movimiento estratégico con profundas implicaciones.

Prime Video emitirá en directo la ceremonia de investidura de Donald Trump

Cada una ha ofrecido un millón de dólares en efectivo para el evento, y en el caso de Amazon, la aportación incluye un millón adicional en especie al retransmitir la ceremonia en Prime Video. Estas acciones, aunque aparentemente generosas, plantean preguntas sobre los intereses reales de las grandes tecnológicas y su relación con el poder político.

Aunque Donald Trump no es el eje principal aquí, su figura sigue siendo un factor relevante. Durante su presidencia, Trump fue un crítico abierto de empresas como Amazon, señalando al Washington Post —propiedad de Jeff Bezos— como un medio parcial en su contra. Sin embargo, los años han demostrado que las tensiones entre las grandes tecnológicas y el poder político pueden diluirse cuando los intereses económicos convergen. Incluso Bezos ha suavizado su tono, destacando la importancia de colaborar con el Gobierno para impulsar medidas que podrían beneficiar a las corporaciones.

Las promesas de desregulación, promovidas no solo por Trump en su momento, sino también por otros líderes afines, son atractivas para estas empresas. La reducción de controles gubernamentales es clave para mantener su dominio en sectores como el comercio electrónico, la tecnología de datos y las redes sociales, áreas en las que han enfrentado un creciente escrutinio público y legal.

Además, las grandes contribuciones económicas por parte de estas compañías abren la puerta a un acceso privilegiado al poder. Reuniones privadas con figuras clave del Gobierno —sean Trump, su vicepresidente o futuros líderes políticos— muestran cómo el poder económico puede traducirse en influencia política directa. Este tipo de relaciones alimenta una percepción inquietante: que las decisiones políticas pueden estar moldeadas por quienes tienen los recursos para pagar por un asiento en la mesa.

Líderes como Mark Zuckerberg, Sundar Pichai y Bezos, a pesar de críticas previas, han optado por estrategias pragmáticas: tender puentes con los líderes políticos, sin importar la retórica pasada. Este acercamiento pragmático no solo refleja su interés en proteger sus intereses, sino también el creciente poder de las tecnológicas como actores políticos en sí mismos.

Finalmente, esta dinámica entre las grandes tecnológicas y el poder político no es solo un tema de alianzas estratégicas; tiene implicaciones directas para los ciudadanos. Las decisiones de estas empresas afectan aspectos críticos como la privacidad, los derechos laborales y el acceso a la información. Lo que antes se presentaba como una industria progresista ahora parece alinear sus prioridades con el statu quo político, poniendo en tela de juicio su compromiso con el cambio social.

En este contexto, las contribuciones económicas y los gestos conciliatorios de las tecnológicas no son simples actos de generosidad, sino movimientos calculados para garantizar su influencia en un sistema donde el poder económico sigue siendo el principal motor de decisiones políticas. La pregunta clave sigue siendo: ¿qué precio paga la ciudadanía cuando el acceso al poder está determinado por el tamaño del cheque?

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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