Si descarrilla la economía china el terremoto será bestial

La monstruosa China amenaza con llevarse por delante a Europa y EEUU

El gigante asiático se ha convertido en un auténtico líder del crecimiento mundial

La monstruosa China amenaza con llevarse por delante a Europa y EEUU
El mundo y China. PD

Su enorme tamaño hace que sus problemas lo sean también de las grandes potencias del Planeta Tierra

China sabe bien lo que es ser una potencia mundial. Antes del descubrimiento de América, cuando no existía la globalización y apenas comercio internacional, la China Imperial era una de las regiones más prósperas del mundo.

Y lo fue durante siglos, desde la época del Imperio Romano hasta la llegada del Estado Moderno a Europa, en la época de los Reyes Católicos. En definitiva, la Historia muestra que el pueblo chino tiene en sus genes ser una potencia económica.

En pleno siglo XXI el gigante asiático ha conseguido recuperar su puesto como líder mundial, aunque ahora, la economía global está mucho más imbricada y el impacto de su devenir sobre el resto de países será mucho mayor.

Según el Fondo Monetario Internacional, China adelantó a EEUU como primera economía global en 2013, medido en términos de paridad de poder adquisitivo. Un sorpasso que llegó cinco años antes de lo que esperaban los expertos y que reflejó bien que China había dejado de ser un vagón para convertirse en una locomotora de la economía mundial.

Explica Javier G. Jorrín en ‘El Economista’ este 2 de agosto de 2015 que el efecto de arrastre de China se percibe principalmente en los países emergentes exportadores de materias primas. Esta situación no extraña si se tiene en cuenta que es el mayor importador del mundo y que países como Brasil, Malasia, Singapur, Sudáfrica o Rusia venden a la región miles de millones.

Entre los cinco sumaron 233.000 millones de dólares en ingresos en el país en 2013, según los datos publicados por el Buró Nacional de Estadísticas de China (NBS, por sus siglas en inglés).

En total, casi un 25 por ciento de todo el PIB de España que estos países consiguen con sus ventas en China.

Pero sus relaciones comerciales van más lejos que el mero intercambio de bienes y servicios. El gigante asiático se ha convertido en el auténtico objeto de deseo de las empresas internacionales, lo que ha llevado al país a adelantar a EEUU como principal destino de la Inversión Extranjera Directa.

Al cierre de 2013, y sin contabilizar los datos de Hong Kong, la inversión foránea en el país se acercaba al medio billón de dólares.

Sin embargo, la locomotora china se está frenando. Las previsiones para este año apuntan a un crecimiento inferior al 7 por ciento: el FMI y la OCDE prevén un avance de su PIB del 6,8 por ciento, mientras que las autoridades chinas tienen su objetivo fijado en el 7 por ciento.

En cualquier caso, décima arriba o abajo, será el menor dato de crecimiento del gigante asiático desde 1990. Pekín tiene un gran reto por delante, ya que después de 25 años creciendo a base de demanda externa e inversión, aprovechando los bajos costes laborales -el perfil típico de un emergente-, ahora tiene que dar el salto apoyándose en el dinamismo de la demanda interna.

La transformación de su economía se produce en un momento de debilidad que está frenando el crecimiento del país y también la demanda de recursos básicos, lo que golpea con dureza a sus socios comerciales. No sólo cae el volumen de importaciones de materias primas, sino que también desciende su precio.

Por ejemplo, el del cobre o el del plomo ha caído en el último mes hasta los niveles posteriores a la quiebra de Lehman Brothers y la llegada de la mayor crisis de los países occidentales desde la Gran Recesión.

«Todo lo que ocurra con China afecta totalmente a las materias primas que pasan mayoritariamente por los puertos chinos; sirva como ejemplo que el 62 por ciento del mineral de hierro a nivel mundial pasa por el puerto de Qingdao», indica Javier Santacruz, economista e investigador de la Universidad de Essex.

Brasil y Rusia se encuentran en una profunda recesión este año, según las estimaciones del FMI, sus economías se contraerán un 1,5 y un 3,4 por ciento respectivamente. Los efectos colaterales del frenazo de la locomotora china ya se extienden por todo el mundo.

«Estimamos que la debilidad de la economía china tiene un impacto de un tercio de la caída del crecimiento de las economías emergentes», alerta el equipo de Bank of America.

Por si las dudas ya fuesen pocas, la volatilidad de su mercado en los dos últimos meses contribuye a generar más incertidumbre en el país. El CSI 300 de la Bolsa de Shanghái y Shenzen acumula un descenso desde los máximos anuales de casi el 30 por ciento.

El emergente que controla la región

En la región de Asia-Pacífico, el gallo que domina sobre el resto es China. Es la gran potencia de la zona y el resto de los países están bajo su influjo, también los desarrollados, como son Corea del Sur, Japón y Australia.

Se trata de tres grandes economías con niveles de renta per cápita en la parte alta de la pirámide global, pero expuestas a los vaivenes del gigante asiático. Entre los tres países venden a China casi medio billón de dólares cada año y tienen un stock de inversión directa de 21.300 millones.

De ellos, Australia es el más perjudicado, ya que el grueso de sus ventas son materias primas, el sector donde la demanda del gigante está más debilitada. Por el contrario, Japón y Corea del Sur venden principalmente productos industriales.

EEUU y Europa ya no se libran

En plena crisis griega, con el país al borde de salir del euro, la Reserva Federal explicó al mundo que su mayor preocupación era la inestabilidad de los mercados en China y los riesgos económicos que pudiese generar.

La institución que mueve el mundo con su política monetaria estaba pendiente del gigante asiático para tomar sus decisiones. Hay pocas pruebas que reflejen mejor la importancia que China ha adquirido en este siglo XXI, y no sólo para los países emergentes. EEUU y Europa ya no son inmunes a los problemas del dragón.

También es una preocupación capital para el Banco Central Europeo. En su último informe mensual pone las cifras sobre la mesa:

«Los países emergentes tienen un rol significativo en la economía mundial, en términos de poder adquisitivo, suponen un 60 por ciento del PIB global y, desde el año 2000, han contribuido con un 75 por ciento al crecimiento global».

Y culmina:

«Los emergentes juntos, con la moderación del crecimiento de China, han contribuido a que el crecimiento del comercio mundial haya estado por debajo de los niveles históricos desde 2011».

No sólo eso, sino que las previsiones para este año apuntan a que el país elevará su superávit por cuenta corriente, lo que refleja que las exportaciones acelerarán durante todo el ejercicio, mientras que las importaciones se resentirán. Las estimaciones del FMI apuntan a una balanza positiva del 3,2 por ciento de su PIB, el dato más alto en un lustro, lo que refuerza la visión de que la locomotora china se sigue parando.

Este frenazo del comercio pasa factura a todos los países desarrollados. Las cifras son transparentes: EEUU exportó 150.000 millones de dólares a China en 2013 y el conjunto del continente europeo, más de 320.000 millones.

En total, un 9 y un 20 por ciento de todas las importaciones que realiza el país. No sólo eso, también las relaciones que tienen las empresas occidentales en la región. La inversión extranjera directa de EEUU en China (al margen de las inversiones en cartera) supera los 21.000 millones de dólares y la europea, los 53.000 millones.

Los intereses comerciales y económicos son evidentes, pero el impacto económico va mucho más lejos. La competencia laboral impacta directamente sobre la renta de los hogares estadounidenses, según el análisis The China Syndrome elaborado por los economistas David H. Autor, David Dorn y Gordon H. Hanson.

«Nuestro estudio pone de relieve las consecuencias de distribución que provoca el comercio y las pérdidas de eficiencia a medio plazo asociadas con los ajustes a los cambios en el comercio».

Los autores demuestran cómo el impacto de la competencia de China sobre el comercio y la inversión ha golpeado al empleo de EEUU y a la renta de las familias.

El país tiene otro impacto fundamental sobre los desarrollados: es el gran financiador de sus deudas billonarias. ¿Dónde estarían Europa y EEUU sin China comprando sus bonos?

El país se consagró en mayo como el gran acreedor de Washington: según los datos del Tesoro, los nacionales chinos tienen casi 1,3 billones de dólares de deuda estadounidense, casi un 20 por ciento de todo el pasivo del país.

Sirva como comparativa que la Reserva Federal, después de sus compras billonarias de bonos del Estado, posee una cartera de 2,4 billones de dólares, un 37 por ciento del total.

Del ‘crac’ bursátil al ‘soft landing’

Las cifras de China no son alentadoras, pero dejan un resquicio para la esperanza y no es otro que la habilidad de las autoridades para controlar un aterrizaje suave (soft landing) de su economía.

Si consiguen mantener la tasa de paro en el entorno del 4 por ciento, el crecimiento por encima del 6 por ciento e impulsar la demanda interna, tendrá hecha la base para lograr el paso de una economía emergente a una desarrollada.

«Los ingresos personales están creciendo al mismo ritmo que el PIB y el peso del sector servicios sobre la economía es ahora mucho mayor que el industrial», explica el equipo de Coface.

Pero ahora tiene un gran enemigo en contra: los mercados. La volatilidad de los últimos días ha alertado a los inversores y podría pasar factura tanto sobre el consumo como sobre la inversión.

La noticia positiva es que el tamaño de la capitalización bursátil sobre la economía todavía es bajo en comparación con otros grandes países desarrollados. Al cierre de 2014, el tamaño de la bolsa del país sobre su PIB se situó en el 53,3 por ciento, mientras que en Japón superó el 50 por ciento, en Reino Unido, el 137 por ciento y en EEUU, el 145 por ciento.

Esto significa que el impacto de las variaciones de las cotizaciones sobre la renta y el patrimonio de las familias es todavía menor que en las grandes economías. La experiencia de los últimos meses demuestra que el país no puede reemplazar el frenazo de la inversión con tipos de interés bajos.

Todos los estímulos monetarios aprobados entre noviembre y mayo demuestran que contribuyen a generar grandes desequilibrios en los mercados.

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