Hay discrepancias sobre a quién puede perjudicar más un auge liberal, si a los tories o a los laboristas
El Partido de los Liberales Demócratas vivió ayer un día de euforia al dispararse sus expectativas de voto después de que su líder, Nick Clegg, ganara con claridad el primero de los tres debates de la campaña electoral británica.
Quizás la mayor consecuencia fue que Clegg consiguió arrebatarle al conservador David Cameron su arma más preciosa en estas elecciones: la bandera del cambio. Pero está por ver que eso siga siendo así en los próximos días y semanas.
«Ha sido un buen primer paso, pero esto es sólo el principio», declaró ayer Clegg intentando contener la euforia.
«Tuvo un buen debate», le concedió Cameron, pero no aceptó que el liberal hubiera ganado la confrontación. El debate fue seguido por una media de 9,4 millones de espectadores y llegó a alcanzar un pico de 9,9 millones.
En el sondeo diario de YouGov, los liberales suben del 18% al 22%, los tories caen del 41% al 37% y los laboristas pasan del 32% al 31%. Según ComRes, los liberales han pasado del 21% al 24%, los conservadores siguen en el 35% y los laboristas caen un punto con un 28%.
Pero, aún más significativo, entre los encuestados que habían visto el debate, un 35% decían que votarían por los liberales, un 36% por los conservadores y un 24% por los laboristas.
Según otro sondeo, este de ICM para The Guardian, el 23% de los que vieron el debate se declararon decididos a cambiar su voto: el 54% para apoyar a los liberales, el 17% para votar por los laboristas y el 13% a favor de los conservadores.
Los expertos no se ponen de acuerdo sobre las consecuencias potenciales del debate en las elecciones. Primero, porque está por ver si los liberales-demócratas consiguen mantener las expectativas generadas por el triunfo de su líder y, sobre todo, si son capaces de traducir en votos el auge de popularidad de Nick Clegg.
LOS PERJUDICADOS
Hay discrepancias sobre a quién puede perjudicar más un auge liberal, si a los tories o a los laboristas.
La situación de los laboristas del primer ministro, Gordon Brown, es insólita, porque hasta ahora nunca un partido en el Gobierno había caído al tercer puesto en la intención de voto recogida por las empresas demoscópicas durante una campaña electoral.
«De repente estamos en aguas desconocidas. La irrupción de los liberal demócratas deja muy abiertas estas elecciones. Cuando las cenizas volcánicas de este debate se hayan asentado, lo interesante será ver quién sale peor parado, los laboristas o los ‘tories'», manifestó el presidente de YouGov, Peter Kellner.
El vuelco en favor de los liberal-demócratas, que en las elecciones de 2005 recibieron un 23% del voto, es especialmente significativo entre los jóvenes, ya que un 44% de los votantes de entre 18 y 34 años afirmó que votará por este partido.
La inesperada fortaleza de los liberal demócratas a menos de tres semanas de la convocatoria a las urnas ha desatado las alarmas en los centros de campaña de conservadores y laboristas, por mucho que digan públicamente que sigue siendo una carrera de «dos caballos».
El ministro de Escuelas, Infancia y Familias, Ed Balls, manifestó hoy en declaraciones a la cadena pública BBC que «para ser el líder de nuestro país hay que responder a las grandes preguntas» y subrayó que Nick Clegg «todavía no lo ha hecho».
El dirigente «tory» Michael Gove declaró que «Clegg se beneficia de ser el nuevo chico del barrio y de que la novedad genera curiosidad», pero advirtió de que a partir de ahora también habrá «un escrutinio más estrecho» de unas políticas que calificó como «excéntricas», algo que «no necesitamos en un momento de crisis».