No más Mentiras

Antonio García Fuentes

50 años cumple aquel hotel

50 años cumple aquel hotel

Pude escribir un voluminoso libro de relatos o novela humana; puesto que mi más “notable” aventura material, fue pensar en construir un nuevo hotel, pensando en usarlo como “colchón” de mi retiro, de una vida tan agitada y libre (jamás me contraté firmando una nómina) que ya entonces y con menos de treinta años, ya padecía de tensión alta, lo que era “el preludio”, de los tres infartos y los seis muelles (Sten) que aún me sostienen a mis ochenta y cuatro agostos; afortunadamente mi cerebro y mis manos, “vuelan mejor que nunca en el tablero del ordenador”.
Pero no lo escribí ni lo haré ahora, aunque de verdad; en cualquier hotel “normal”, ocurren tantas y tan variadas cosas, como es natural, puesto que un hotel, es una especie de “puente”, por donde circulan todo tipo de individuos, que como es lógico y normal, cada cual “lleva consigo sus penas y alegrías, amén de tragedias humanas y de las que van dejando rastro a su paso por una cama alquilada”.


Así, desde marcharse sin pagar la factura, abusar y destrozar los elementos de que goza, en la impunidad de su habitación alquilada, suicidarse en ella o intentarlo y luego pedir auxilio; pretender sorprender en ella, al marido, mujer, novia o querida, que está con otro; ser detenido por la policía la que a través de la información que el hotelero pasa por orden gubernativa a la comisaría, sabe que el tal lo tiene cómodamente “enlatado” para detenerlo. Sostener y aguantar la agobiante vigilancia estatal (que en España es muy rígida) y los mil incidentes que conlleva, un edificio hotelero que solo vende camas; y que pueden ir, desde el ascensor que se avería, el grifo o cisterna del retrete que no funcionan, luz, televisor, aire acondicionado y “el sursuncorda”. Que incluye hasta el empleado, que “se ha puesto malo y dice que tiene que ir al médico”; y como la plantilla siempre está ajustada al mínimo, tienes que hacer todo tipo de malabarismos, para que “el negocio siga funcionando”.


Negocio que no es tal, puesto que en el hospedaje y al sólo vender camas, yo lo denominé como, “negocio de techo medido”; puesto que en época de demanda máxima (que son mínimas a lo largo del año) sólo puedes vender, las camas que tienes; y no todas, puesto que muchas veces, “una doble para uso individual, tienes que venderla con la reducción de precio que las ordenanzas marcaron”; por el contrario, cuando escasea la clientela, las camas no ocupadas, quedan vacías y no se recuperan jamás (cualquier otro negocio, si tiene existencias sí que puede recuperar ventas). Y razonar precios rentables o mejor dicho “sostenibles”, con la competencia local, es perder el tiempo, por cuanto “estos no comerciantes”, se empeñan y persisten en mantener precios bajos, puesto que no comprenden, que “aún” regalándolos, esa noche o cualquiera de ellas, no dormirán en la ciudad, nada más que, “los que tengan que dormir en ella”; cosa sencilla de explicar y entender, pero que esa competencia obtusa no entiende y persiste en sus ruinosas decisiones, basadas en “no sé qué”.


Los incidentes “menores” y “chinchorrerías de cierta clientela son innumerables”; y como yo me hice la vivienda familiar en el mismo edificio, pues mis empleados, “me tenían de guardia permanente para solucionarles lo que ellos o no sabían, o sencillamente, no querían solucionar”; lo que ya cabreado en extremo, un día decidí reunirlos y decirles que… “salvo que en el suelo haya sangre que tape dos o tres baldosas, o llamas de más de un metro de altura, que no me moleste nadie, que llamen a bomberos, policía o auxilio médico y que resuelvan como puedan”; lo que me dio cierta libertad, sobre todo a horas intempestivas, puesto que llegué a ser “un esclavo de hotel”.


Mi hotel empezó con 36 habitaciones, que hoy son 40 y sus inicios en categoría de “una estrella”; que hoy es de tres, siendo sus instalaciones iguales o incluso mejores que muchos otros, que hoy señalan cuatro estrellas; puesto que todas las habitaciones, tienen baño, aire acondicionado, TV y resto de comodidades que puedan tener los mejor dotados de esas cuatro estrellas citadas.
¿Qué el hospedaje es un buen negocio en España? En absoluto, baste decir que en Portugal o Marruecos, cobran mucho más en iguales instalaciones o incluso mucho peores. No digamos en resto de países europeos y de otros continentes, de lo que sólo saben, los que han viajado o viajan por ellos. En España, el negocio del hospedaje, o sobrevive con “miles de equilibrios”; o simplemente sucumbe, cierra y desaparece. ¿Por qué de todo ello?


Hay que remontarse a los tiempos del dictador Franco, que fue el que con sus gobiernos, supo crear, lo que se denomina, “el milagro del Turismo en España”; el que no fue tal milagro, sino la inteligencia comercial de aquellos gobiernos dictatoriales, unida al variadísimo clima español, y sobre todo, a sus precios bajos; tan bajos que se llegó a publicar, “el que una familia francesa, con lo que gastaba en su propia casa, podía veranear en España sin sobrepasar los mismos gastos”; de ahí el masivo negocio para aquella depauperada España, que inició “el milagro del turismo”, marcando hasta en los más modestos bares y tabernas, lo que podía cobrar el dueño, a su clientela; estando obligado a tener a la vista de la clientela, los precios de cada servicio; respaldado con “la hoja de reclamaciones la que infundía miedo o terror al indefenso industrial o comerciante”.


¿Qué ayudas prestaba el Estado a los emprendedores? Salvo los grandes fraudes (que los hubo) la mayoría y como a mí ocurriera; “ni una sola peseta me fue ofrecida a fondo perdido”; todo absolutamente todo el edificio, fue hipotecado por el Banco Hipotecario (uno de los muchos estatales que mantuvo Franco) de España, el que mediante inspección (que había que pagarle aparte) fue entregando los préstamos concedidos, con tal precaución, que en mi caso, si la obra costó “tres” y el conjunto de préstamos sumó “uno”; al hipotecar todo el conjunto, incluso con póliza de incendios a favor del banco hipotecante, caso de “desastre”, la ruina total quién la recibiría sería aquel promotor iluso, imbécil o idiota, que se dejó embaucar por el Estado, cosa por otra parte lógica en cualquier sistema bancario de préstamos del tipo que sean. Pero que desconocen todos aquellos que critican, “a la empresa y al empresario”.


Así, “nació” el primer “Hotel Europa”, de una estrella, con baño en todas sus habitaciones, ascensor y teléfono, y al precio de 165 pesetas la habitación individual y 300 la doble; y con una deuda a pagar en 15 años, de un tercio del valor total de la obra e instalaciones. Ya me vaticinaron algunos entendidos, que yo y como hotelero no duraría más de “seis meses”, a partir del 13 de octubre de 1972, que fue el día de apertura de aquel negocio, el que por enfermedad del “político inaugurador”, se tuvo que posponer la apertura, del día doce, al “no cómodo del trece”, cosa que a mí ni fu ni fa, puesto que yo nací un trece de agosto. Pero aquellos pobres “augures”, no sabían lo que haría para sobrevivir e incluso triunfar, aquel nuevo “hotelero”, que había puesto un hotel, como bien pudo instalar una granja de avestruces.


Relatar “las odiseas” (fueron varias) de aquel primer hotel, luego transformado dos veces más, para obtener “las dos y tres estrellas”; ir pagando a todo el mundo, Estado incluido; y no digamos al prestamista; eso sería motivo para un serial televisivo o varias novelas; y es claro que ello no es posible; pero “fuimos navegando gracias a que yo mantuve varios negocios en marcha y de unos quitaba para sostener a los otros” y así, y hasta, “unos lustros atrás”, en que con mis propios medios; el entusiasmo de mis hijos y un crédito nuevo ya aguantado por mis tres hijos (a los que dejamos la propiedad para que ellos la explotasen); se llega a la actualidad, al corriente en todos los ya abusivos pagos que vía impuestos y cargas normales, les hacen pagar; mantienen el negocio en marcha y con la sola “ilusión”, de poder llegar a su jubilación; el resto “les importa un pito”, puesto que de los siete nietos habidos, al parecer, no hay continuadores, pese a que todos son buenos y no hay “ovejas negras”.
Es así como espero llegar a esa comida que me darán mis hijos y en la que espero poder, levantar una copa de vino de cueva, mirando a través de ella, a ese “cielo” que dicen las religiones, y al que espero llegar a no tardar mucho, esperando poder contarle algo o mucho más de esta y otras de mis historias; a ese “San Pedro”, que dicen es el encargado de repartir las habitaciones de ese Cielo, que nadie ha visto, y en el que espero encontrar un reposo que aquí, en esta, “mierda de planeta”, no encontré ni he encontrado, pero del que marcharé muy satisfecho por cuanto ya he contado en mi producción como escritor… y otros muchos “incidentes” que no me atreví a contar, pero que como “he vivido mucho”, tengo material inagotable sobre “la vida vivida y también sobre la imaginada”.

NOTA IMPORTANTE: Nadie que no sea del gremio empresarial de la hotelería (solo hospedaje) sabe, los enormes gastos de mantenimiento de un establecimiento hotelero; puesto que globalmente hay que mantenerlo abierto como por ejemplo, se mantienen los hospitales, o sea, las 24 horas de cada día; por lo que tengas clientela o no, hay que mantener todo tipo de servicios; empezando por el personal (de cada siete empleados, dos están de descanso, amén del enfermo o por vacaciones) continuando con el servicio de ascensores, aire acondicionado, agua caliente, limpieza y demás servicios obligatorios; todo lo cual conlleva unos gastos generales fabulosos; y de ahí todo lo demás, para mantener un negocio de este tipo y que pueda continuar abierto al servicio por tantos años.

Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (Aquí mucho más)

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Antonio García Fuentes

Empezó a escribir en prensa y revistas en 1975 en el “Diario Jaén”. Tiene en su haber miles de artículos publicados y, actualmente, publica incluso en Estados Unidos. Tiene también una docena de libros publicados, el primero escrito en 1.965, otros tantos sin publicar y mucho material escrito y archivado. Ha pronunciado conferencias, charlas y coloquios y otras actividades similares.

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