El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCXCV)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCXCV)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Tengo para mí que en Internet, entre los muchos usuarios (ellas y ellos) de las varias redes sociales que hay o son, cabe o se puede hallar a quienes, si no todas las obras que escribieron, han leído el grueso de lo que urdió don Francisco de Quevedo y Villegas, la mayor parte de lo que trenzó don Luis de Góngora y Argote, y, de alguna manera, quienes, con diverso grado de voluntad, esmero, empeño y/o acierto, mantienen, mutatis mutandis, parecidas polémicas a las que sostuvieron otrora los dos mentados y proverbiales representantes de las dos difícilmente conciliables banderías, bandos o facciones literarias del Barroco español, la conceptista y la culterana (ya que a un individuo de la conceptista siempre defraudó un miembro de la culterana, y viceversa; en plata, que, aunque fueran amigos desde la niñez, para uno el otro —y, asimismo, para otro el uno— siempre vino a salir rana).

Algo de eso (si no es tal y como tú lo cuentas, será similar) debe estar acaeciendo, ocurriendo o sucediendo ahora mismo en la red de redes en una infinidad de sitios, en un sinfín de hilos. Yo, por decisión propia, no uso las redes sociales. Invierto muchas horas en las tareas de leer y escribir, y prefiero seguir haciendo estos menesteres a cualesquiera otros. Y como el día continúa teniendo veinticuatro horas, no más, y el hombre es un animal de costumbres, pues eso, lo dicho, que sigo con mis más arraigados hábitos.

Eso, dilecto amigo, es lo que vienes haciendo desde hace unos cuantos años con los textos (décimas y epístolas, en su inmensa mayoría) que urde servidor, ni santo ni beato, pero que procura ser cada día una persona mejor; escritos que son públicos, pero que, o solo los lees tú (me consta que no es así) o solo te atreves a comentar tú.

Seguramente, aquí convendría que aconteciera lo que viene bien, estupendamente, en otros ámbitos o terrenos, que siguiéramos a rajatabla la lección que cabe extraer de ese consejo buido que nos legó uno de los Siete Sabios de la Hélade: “Nada en demasía”. Me consta que son cada día más los adictos (Internet es susceptible de devenir en una droga dura) a las mismas, que necesitan ayuda médica, psiquiátrica.

Internet es como un cuchillo de cocina, o sea, una muy buena herramienta de trabajo y un arma con la que se puede hasta matar.

La décima que comentas no quedó archivada (por despiste o por prisas, pésimas asesoras, como sabes, del abajo firmante, Otramotro) donde también convenía, en “Ficciones”, porque de una tal se trata, sin hesitación. Una vez ha subsanado el yerro, y como habrás colegido lo oportuno, porque te consta que hago uso de un móvil muy sencillito (no tengo acceso a Internet, ni a whatsapp, ni…), te confirmo o ratifico que a mí no me ha ocurrido lo que cuenta el texto. La verdad del poema, a veces, coincide y, a veces, no con la realidad que uno, servidor, vivió. No te recordaré lo de Fernando Pessoa, que el poeta es un fingidor, porque es algo que aprendiste hace mucho tiempo.

Te consta, porque te lo he mandado (como eso mismo he hecho con otras personas allegadas) con días de antelación, lo que publicaré aquí sobre “el Judas de Sócrates”, Platón, el próximo Viernes Santo.

La soledad, que, cuando tú la eliges, es una bendición, cuando se te impone, es una maldición, el peor de los infiernos. La soledad no es mala, si la sabes acompañar con una buena película o con la audición de una buena música y, al alimón, con la lectura de un buen libro.

Ya sabes que la muerte de cada uno de nuestros semejantes, como nos enseñara otrora John Donne, nos disminuye.

Cada nuevo atentado terrorista me impele y/o lleva a rememorar el último párrafo de “La peste”, de Albert Camus: “Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”.

Celebro los aprobados de tu junior.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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