El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Puede que se tratara de un espejo

PUEDE QUE SE TRATARA DE UN ESPEJO

Anoche soñé que yo era la sombra de Dante y, por ende, que acompañaba a este, mientras Virgilio lo guiaba por un tramo del Purgatorio. En un trecho del mismo, se nos acercó una sombra (y ahora, cuando me pongo a urdir el sueño, dudo del hecho, porque puede que se tratara de un espejo y nosotros nos viéramos reflejados en él) que nos rogó que la rozáramos y rezáramos por ella, para que abreviáramos así unos años, lustros o décadas su lapso o período de purificación.

En apenas un santiamén, logré reparar en las dos más claras discrepancias de criterio que nos separaban y hallé (y anoté) entre nosotros. Primera: Mientras Dante abrigaba la sospecha de que la sombra susodicha podía ser la de su amada y admirada Beatriz, mi mente barruntaba que la mentada, que no lamentada, bien pudiera ser la de mi musa Isis. Segunda: Si el florentino, con una fe similar a la que gasta y gesta y no disgusta al carbonero, seguía creyendo que la oración aún gozaba del don divino de borrar las faltas, de perdonar los pecados, este menda, tudelano, ya se había decantado por considerarla una engañifa, otra más que agregar a la ya de por sí surtida colección, o sea, que carecía de esa deífica virtud de barrer las culpas.

Como yo, nada más rozarla, constaté que esa piel pertenecía a otra mujer, esto es, concluí que no se trataba de Isis y, al momento, me desperté, estuve un largo rato intentando encontrarle un significado al sueño. He aquí, grosso modo, la exégesis a la que llegué. Isis recurría al ámbito onírico para poner a prueba mi inconsciente, esto es, me intentaba tentar, ponderando y poniéndome en los morros a otra fémina venusta, para conocer, de primera mano, la calidad y la cantidad, la salud y la fortaleza, de mi amor por ella.

El propio Dante Alighieri se encargó de suministrarme la solución o la clave, pues en el canto quinto del Purgatorio de su “(Divina) Comedia”, que estaba releyendo, pone en boca de su Poeta, Maestro y Guía, Virgilio, esta recomendación: “Sé firme como una torre cuya cúspide no se doblega jamás al embate de los vientos: el hombre en quien bulle pensamiento sobre pensamiento siempre aleja de sí el fin que se propone; porque el uno debilita la actividad del otro”. Tengo (claro) para mí que el “embate de los vientos” es una forma poética con la que referirse a las tentaciones; y el “pensamiento” tiene que ver con ser objeto de un apresamiento, es decir, con ser presa o prisionero o quedar prendado, por razón de amor, de alguien, sujeto y objeto amatorio.

Me disponía a saltar de gozo y asaltar la gracia, cuando he rememorado, de manera inopinada e involuntaria, la siguiente ocurrencia de Baltasar Gracián, que me ha impedido llevar a término la doble acción: “Esta es la ordinaria carcoma de las cosas. La mayor satisfacción pierde por cotidiana y los hartazgos de ella enfadan la estimación, empalagan el aprecio”.

Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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