El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Leer es labor mágica, un prodigio

LEER ES LABOR MÁGICA, UN PRODIGIO

¿MI DECISIÓN ENTIENDES HOY? ¿POR QUÉ

CON LA LITERATURA ME CASÉ?

Atento y desocupado lector (bien seas o te sientas ella, bien seas o te sientas él):

Hoy puede que abundes completa o parcialmente conmigo en cuanto llevas leído y lo que sigue, o que discrepes en todo o en parte de los criterios, opiniones o pareceres que vierta aquí. En este texto, una carta o epístola, me apetece un montón disertar y/o especular sobre ti (que es una manera sui géneris de hacerlo sobre mí, pues nada de lo humano nos es ajeno a ambos), en concreto, de cuanto realizas en este instante o momento preciso, que andas pasando tu vista por los renglones torcidos que contiene esta pieza.

Que ahora mismo tienes mi libro abierto y lees una de las tres páginas de que consta la citada misiva dentro de él es un hecho irrefutable. Ignoro si el ejemplar o volumen lo sostienes y tienes entre tus manos o te has buscado la manera de que esté así y lo puedas leer sin dificultades añadidas. No sé si te mojas el dedo índice en tu lengua húmeda antes de pasar página, como solía hacer con el dedo corazón quien me dio a luz, mi progenitora, Iluminada, o usas otra mecánica o metodología.

Desconozco cuáles son tus inquietudes, intereses o motivaciones a la hora de ponerte a leer un libro. Si buscas entrar en guerra o firmar la paz contigo mismo, evadirte de la realidad o hallar consuelo; si lo haces porque, como solía decir Plinio el Viejo (y no se cansa de recordarnos su sobrino, Plinio el Joven), ningún libro es tan malo que no aproveche en alguna de sus partes; si pretendes completar o complementar dicho fin u objetivo, rememorando el doble propósito de Horacio, su “utile dulci”, o sea, los versos 343 y 344 de su “Epístola a los Pisones” (también conocida por otro rótulo, “Arte poética”): “Omne tulit punctum qui miscuit utile dulci / lectorem delectando pariterque monendo” (“Se llevó todo el galardón quien mezcló lo útil con lo dulce, al lector deleitando y, al mismo tiempo, advirtiéndole/amonestándolo”).

No sé si eres un lector avezado, empedernido, que aprendió otrora a concentrarse y a aislarse de cuanto ocurría a su alrededor; si puedes leer, por tanto, en cualquier sitio, sentado en el salón de tu casa, en tu cuarto, en la biblioteca; en la sala de espera, atestada de público o muy transitada, de una estación ferroviaria, en el vagón de un tren de cercanías, en el metro, en un coche de línea, en un avión, en el aeropuerto, antes de facturar y/o tras desembarcar, mientras esperas que la cinta empiece a vomitar las maletas del pasaje, las que habían viajado en la bodega de la aeronave.

Aunque mil ruidos, de diverso jaez, fluyan y se concentren en derredor tuyo, has logrado eliminarlos o silenciarlos, y recorres con tus pupilas esas líneas de letras, a las que les vas hallando un sentido (acaso des de lleno en el blanco o centro de la diana y sea el recto, el correcto), conforme rematas cada uno de sus plurales párrafos.

Me siento un privilegiado, porque ahora me estás haciendo caso a mí, como antes hiciste a otros autores y luego, supongo, harás lo propio con cuanto aseveren o nieguen los personajes de una novela, cuento u obra de teatro de otros hacedores; y, de igual modo, con cuantas ideas aduzcan o formulen los autores que mencione o recoja este, ese o aquel ensayista, ella o él, en su obra u opúsculo.

Has conseguido crear una realidad paralela a la fetén, real, verdadera, una ilusión semejante a la cinematográfica o teatral, creíble, verosímil, y a la que puedes poner cuantos finales provisionales te apetezcan, pues, en el supuesto de que algún día llegues a su punto final, ese será entonces el definitivo. A mí esto me parece algo mágico, milagroso, prodigioso. ¿Mi decisión entiendes hoy? ¿Por qué con la literatura me casé?

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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