Pacos

Paco Sande

El ser humano tiene la obligación de luchar por su libertad y sus derechos.

El ser humano tiene la obligación de luchar por su libertad y sus derechos.
Y esto es lo que parece estar ocurriendo en todo el norte de África y parte de Oriente Medio.
Acosados por la pobreza y cansados de ser oprimidos por una pequeña elite que controla la política y la economía, miles de personas se han echado a las calles en manifestaciones masivas y actos de rebelión, que van desde Mauritania hasta el Yemen, pasando por Argelia, Marruecos, Túnez, -ahí empezó todo- Libia, Egipto, Siria, Jordania y Arabia Saudí y haciendo que en el proceso se tambaleen las sillas de todos los mandatarios de esos países. Y especialmente las de: Alí Abdulá Saleh, presidente de Yemen desde 1978; Abdelaziz Buteflika, presidente de Argelia desde 1999; Muamar Gadafi, máximo mandatario de Libia desde 1969; y Hosni Mubarak, presidente de Egipto desde 1981.
Coordinados desde la red y auspiciados por la cadena de televisión árabe, Al-Jazeera, de forma, al parecer, casi espontanea, la rebelión empieza en tunes y rápidamente se extiende por todo el mundo árabe. Y dictaduras y dictadores que habían subyugado a estas gentes durante años muerdan el polvo y se van al traste con mas pena que gloria. Y el mundo mira con asombro como el ansia de libertad de un pueblo logra romper sus ataduras y librarse de los tiranos.
Y hasta aquí suena muy bien, pero… mucho me temo que el mundo está teniendo un “déja vu”. Esto ya lo vivimos una vez. Lo vivimos a mediados de los 70, cuando el pueblo iraní se levantó contra su dictador el Sha de Persia, Mohammad Reza Pahlevi, y, a fuerza de coraje y ganas de libertad, logro derrocarlo y expulsarlo del país para siempre.
¿Pero que vino luego?
¿Libertad y democracia?

Muy al contrario. Luego vino el tétrico Ayatolá Jomeini, que, con su régimen de estricto fundamentalismo islámico, mandó al país a la edad media. Hoy Irán es un país dominado por una dictadura teocrática donde se puede condenar a una persona a ser lapidada o ahorcada en la plaza pública, donde la mujer tiene menos derechos que un perro y donde los derechos humanos son alienados vilmente.
Volvió a ocurrir lo mismo en Afganistán. Cuando los soviéticos abandonaron este país, se esperaba que entrara en una etapa pacifica y democrática, pero en vez de eso llegaron los talibán y lo demás es historia.
Hoy la palabra talibán en España, es sinónimo de intransigencia y del mas puro y duro fanatismo.
Y, me gustaría equivocarme, pero mucho me temo que Egipto, y con él todo el norte de África y Oriente Medio, están abocados a seguir el mismo camino.
Le comento esto a un amigo y el me responde: En lo países musulmanes, sus habitantes tienen, su religión y su fe en la justicia divina, por encima de todo, y dejan que los sacerdotes, “ayatolas” como los máximos representantes de Dios “Ala” en la tierra, tengan derecho a decidir sobre la vida y la muerte de todos los creyentes. Si alguien discrepa de este dogma, entonces es un infiel y hay que exterminarlo. Ésta, mas o menos, es la creencia de estas gentes y en general se muestran contentos y orgullosos de ser así.
Por lo tanto, si así lo quieren, así lo tienen. Allá ellos.
Quizás mi amigo tenga razón. Quizás debiéramos dejar que cada país redima sus cuitas, quizás.
Pero no deja de entristecerme el pensar que, mirando las imágenes que nos llegan por televisión, Egipto se ve un país moderno, con hombres vestidos a la usanza europea y mujeres con gafas de sol, pantalones vaqueros y melena al viento. Hombres y mujeres que no se distinguirían entre los europeos.
Y quizás debiéramos tratar de grabar en nuestra memoria estas imágenes. La imagen de este Egipto. Pues es muy posible que estemos viviendo la última oportunidad de poder verlo así.

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