Pacos

Paco Sande

Chesterton y España…

Lo que más me asombra de esta izquierda de ultramontana que estamos sufriendo en este país, es ese odio exacerbado hacia todo lo que representa España.

Su bandera, sus símbolos, su lengua, su cultura, su historia y hasta su nombre, por eso aprovechan cualquier oportunidad, ocasión o resquicio, para desprestigiarla y empequeñecerla. Esto es algo incompresible. Su odio es tan manifiesto que incluso les molesta el lema de: “Todo por la patria” que ha venido luciendo en todos los cuarteles de la Guardia Civil, desde 1808.

Pero: ¿por qué ese odio?

¿Por qué ese afán por destruirla?

No puedo entenderlo.

Aunque esto no es nada nuevo.

España es un país con 500 años de historia, que ha sido, a lo largo de buena parte de ella, el mayor Imperio de todos los tiempos y en esta larga historia se ha encontrado con muchos  enemigos y han sido muchas las veces que han tratado de destruirla, muchas de ellas, igual que ahora, por los propios españoles y, sin embargo, su integridad ha prevalecido y ahí sigue como la vieja matrona que ve llegar a sus hijos y los ve marchar, y ella sigue ahí imperturbable y serena. Y queriéndolos a todos por igual, a los buenos y a los malos, a los gratos y a los ingratos. A todos los acoge en su ceno cuando nacen y a todos en sus entrañas cuando se mueren.

 

Así escribía de ella en 1933, Chesterton, uno de los más grandes escritores británicos, maestro de la novela policíaca y conocido como el “Príncipe de la Paradoja”.

 

«Los españoles descubrieron a América; pero los ingleses aún no han descubierto a España… Porque realmente nosotros siempre hemos estado en un asombroso error acerca de España.

 

»En muchísimos aspectos, España ha sido a través de la Historia lo opuesto a lo que muchos norteños suponen.

 

»España ha sido campeona del progreso y de la libertad. La misma institución del Parlamento, para la cual los liberales parlamentarios guardan todo su entusiasmo, no vino de Simón de Montfort o de la Carta Magna, sino de España. Y más importante aún es que, cuando el sistema feudal era casi uniforme en toda Europa, solamente España tenía una forma libre de feudalismo. Poseía un sistema que permitía al vasallo descontento de su señor pasar bajo el dominio de otro más humano.

 

»Sin detenerme en otras pruebas voy a resumir diciendo que la idea de que España fue siempre anticuada y reaccionaria es debida a un solo hecho que prueba exactamente lo contrario; a saber: la figura popular de Don Quijote. Debido a una confusión característica, se cree vagamente que España produjo el último hombre que creyó en los romances extravagantes de la Edad de Hierro. Lo cierto es que España produjo el primer hombre que se burló de ellos.

 

»En una palabra, España más bien ha estado a la cabeza de todos los demás países, como fue a la cabeza de todos a América. Y ello aun a pesar del gran infortunio que fue el origen de todas las tragedias que realmente sufrió: el hecho de haber renacido entre espadas y escudos del recio país mahometano que por muchos siglos parecía tan sólido como Arabia.

 

»De aquí surgió la Cruzada española que llenó toda la historia primera. Y de aquí provino su triste criatura la Inquisición española, que es lo único español de que los ingleses han oído hablar. Que hayamos oído hablar de la lnquisición y no de las Cruzadas, no deja de ser curioso. Es exactamente lo mismo que si un español no hubiera oído hablar acerca de Nelson ni de las victorias inglesas en las costas de su propio país, ni de la gracia de los marineros ingleses, o de su amor al mar, pero que tuviera en cambio copiosas referencias del viejo Gato del Barco que acompañaba a los hombres en los días más negros de torturas.

 

»Cuando se toma la historia de España en conjunto, se percibe a través de ella un espíritu cuyo verdadero y único nombre es libertad. Innumerables viajeros lo han notado en el mismo carruaje y en los modales de cualquier campesino castellano. Quizá sea más notable en el Norte, donde los campos se van levantando hacia las montañas, hasta que encuentra su expresión suprema en la soledad extraña de los andorranos, donde se encumbra como sobre las alas del águila la solitaria república de los Pirineos.

 

»Pero siempre hubo diferencia de espíritu entre ciudades  y colonias y cortes.

Y como se ha observado, la literatura ha estado llena de humorismo, especialmente de esa especie de humorismo sutil en que el humorista se ríe de sí mismo. La gran novela es en sí una parodia de la novela. No era lo mismo el Enrique Quinto de Shakespeare, ni ocurría otro tanto con el caballero Theleme de Rabelais.

Valga el recuerdo de este ambiente histórico para preparar a mis compatriotas a tomar en serio la siguiente proposición que en estos momentos España, apenas mencionada por los periódicos, es mejor que ningún otro país, el verdadero campo, el campo limpio de batalla entre las piezas espirituales de nuestro época.

 

»Mejor que Alemania, denunciada sólo por perseguir a los judíos; mejor que Rusia, a quien se le denuncia principalmente por asustar a los capitalistas; mejor aún que Francia o Italia, España es el país donde podemos observar el retroceso de la ola tremenda y el retorno de Europa a la verdad».

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