La diabólica cirugía electoral ha dado un resultado ingobernable en este país que partía favorito en la ingobernabilidad. Así que agua hirviendo al escaldado para ver si mejora. Es lo que los marxistas llaman «agudizar las contradicciones», de modo que sólo el criptomarxista Iglesias y el marxistazo Garzón entienden de qué va la cosa y ríen. A Artur Mas, que quisiera reír, el rictus se lo heló la CUP antes de lo que le ha hecho Junqueras. Arturito creyó en un primer momento que este resultado apoyaba sus desvaríos. Nada más lejos. La CUP se ha terminado de subir a la parra y ahora, ante el avance poderoso de Podemos y sus grillos en el reino del principito Pujol, exigen que se le ofrezca un candidato a tono con las urnas, es decir, de izquierdas como Dios manda, requisito que Mas ni cumple ni podría cumplir así le dieran las vidas del gato. El que nace derechón muere fascistón como el lechón muere cochino, aunque se envuelva en una bandera. El pueblo soberano, que debió hablar a la catalana, ha hablado a la gallega en términos tales que ni los hechiceros interpretan: si quiere a la izquierda, si quiere a la derecha, si no quiere a nadie, ay qué dolor, este pueblo soberano o no sabe o sabe de más pero explicarse no se explica. Nadie está en situación de formar gobierno y lo mejor sería que dijéramos «barraqueta», como decíamos de pequeños cuando el dado se quedaba medio subido al marco del tablero del parchís, y tirábamos otra vez para aclarar la suerte. Barraqueta, pues, convocamos conjuntamente las elecciones catalanas y las españolas, que la gente vuelva a votar y que sea lo que los dioses quieran, que serán resultados de diseño con ganacia del partido animalista y gracietas por el estilo. De Rajoy nada cabe decir sino mirarle la cara, él que por gallego ha debido entender mejor el lenguaje, que no el resultado, pero resulta que una cara muy parecida se le ha quedado al guapito sr. Sánchez, que es cualquier cosa menos gallego, y aunque ha acabado salvando los muebles está en la misma imposibilidad de gobernar, con lo que a él le gustaría desbancar a Rajoy y darnos a todos – y todas, añadiría él – una lección de decencia que los socialistas llevan décadas sin darnos, mayormente cuando les ha tocado administrar EREs o Cajas de muchos millones. A Rivera se le ha quedado una cara muy parecida porque ya se veía apoyando un gobierno PP en el que no participaría pero podría poner condiciones… Pues no. Así que tenemos una trinidad pasmada y dos albricias: la de Iglesias porque ha subido, aunque no como para romper el tablero, y la de Garzón que, pese a haber hundido a su coalición al inframundo de Anguita, se las promete felices porque en la olla podrida de la izquierda de perdedores, buenos son dos escaños para encaminarnos por la senda bolivariana que tanto se echa de menos es este desgraciado país. El nieto de Ceaucescu aliado con una morralla electoral que quiere levantar los adoquines para poner en uso las playas que escondió el capitalismo – una idea muy de Maduro -, necesitaría acopiar los votos de Sánchez, los de Esquerra, los Bildus y amiguitos por el estilo, de modo que reinaría sobre el camarote de los Marx. Así que grillos, muchos grillos, y una desazón que ya pagamos en forma de caídas de bolsa, subida de la prima de riesgo, incertidumbre de los inversores y falta de futuro. En conclusión: lo más seguro es que ya veremos.
