Palpito Digital

José Muñoz Clares

Bitcoin: la gran estafa

Nueve años estuvo un economista joven advirtiendo sobre la estafa piramidal que se había montado el hoy preso Madoff y nueve años estuvieron no haciéndole caso. Hasta que la burbuja reventó, los inversores se arruinaron y Madoff fue justamente condenado a prisión perpetua, donde tendrá tiempo sobrado para arrepentirse de sus pecados.

Otro tanto ocurrirá, antes o después, con esos «mortadelos» de imagen brillante y nombre sugerente que se conocen como bitcoin. En la medida en que detrás no hay un Estado que responda del valor facial – que no lo tiene -, el día que alguien dé la voz de alarma y demuestre con números en la mano que el bitcoin vale tanto como una moneda de chocolate más lo que sus fieles creyentes quieran atribuirle, el gran engaño se vendrá abajo y los bitcoin volverán al internet oscuro del que nunca debieron salir. Volverán al reducto del tráfico de drogas y de armas donde la fiabilidad de una moneda depende de lo capaz que sea el tenedor de asesinar a quien no los acepte. Volverá al mundo oscuro del que procede mientras los mercados civilizados seguirán pagando en dólares y euros, cuando no se refugien en el oro, que al menos tiene la virtud de ser un bien escaso y muy bien conocido.

El bitcoin es tan virtual como el candidato Puigdemont: un holograma, una imagen de plasma – eso que tanto se le afeó a Rajoy -, una moneda que acabará siendo solo apta para jugar al Monopoly o, más propiamente, al Palé. Nada.

¿No recuerdan lo que nos pasó entre el año 2000 y 2007? La gente, sobre la creencia ciega de que el ladrillo nunca perdería valor, compraba sobre plano un piso al que a los pocos meses le daba «el pase» por un 25 o un 50% añadido sobre el valor inicial. No acerté a anticipar la crisis – no la vio ni el inefable Zapatero – pero sí aprecié en su día, y lo dije a muchos, que si de un pozo la gente saca pero nadie mete, antes o depués el pozo se acaba, y así terminó ocurriendo. Todavía estamos pagando las consecuenicas de aquella desregulación salvaje de los mercados.

Pues con el bitcoin terminará pasando lo mismo aunque los primeros síntomas de su debacle no serán financieros; el bitcoin se hundirá definitivament el día en que los poseedores maten o mueran; matarán porque nadie querrá recibir la dichosa moneda que no lo es o serán asesinados por los que de sus manos la recibieron para descubrir ya muy tarde que no valía nada. Así sucede en el lado oscuro del capitalismo.

Todo cursará como el chiste del tipo que compra un perro «mil leches» por tres mil euros y acaba sintiéndose recompensado cuando lo cambia por dos gatos callejeros de mil quinientos euros por bigote. Será así de fácil. Alguien verá que el bitcoin está desnudo pero muchos lo seguirán viendo bañado en oro. La gente, más que crédula, es estúpida. Rematadamente estúpida. Seguirán durante un tiempo adorando al becerro de hojalata pero un día se caerán las vendas y asistiremos a unos cuantos entierros prematuros que se archivarán como «ajustes de cuentas», y lo serán en el sentido literal del término: los defraudados ajustarán las cuentas con los defraudadores, el muerto se irá al hoyo y seguirá la vida con euros, dólares y oro si no damos lugar, destruyendo el clima y la ecología, a que llegue un día que una cebolla valga más que un bitcoin.

Bien querría ser optimista pero todo depende de lo que dure Trump al mando.

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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