A medida que el conflicto en Ucrania se acerca a su tercer año, Rusia parece haber encontrado una fórmula macabra para el éxito en el campo de batalla: la táctica de la «picadora de carne«.
Esta estrategia, reminiscente de las más oscuras páginas de la historia militar soviética, ha permitido a las fuerzas de Moscú lograr avances significativos en el frente oriental, pero a un coste humano que muchos consideran insostenible.
Según informes recientes de la BBC, las fuerzas rusas están presionando a lo largo de casi toda la línea del frente en el Donbás, con varias secciones descritas como críticas por los analistas militares.
A diferencia de los asaltos masivos de «oleadas humanas» que caracterizaron batallas como la de Bajmut o Avdiivka, la táctica actual implica el uso de grupos más pequeños y móviles, a menudo utilizando vehículos no convencionales como motocicletas, viejos Lada e incluso patinetes eléctricos.
Esta evolución táctica responde en gran medida al creciente uso de drones de reconocimiento y ataque por ambos bandos.
La omnipresencia de estos dispositivos ha hecho que los movimientos de grandes grupos de infantería sean cada vez más peligrosos y costosos en términos de vidas humanas.
Sin embargo, el cambio en las tácticas no ha disminuido la brutalidad del conflicto.
Según el Ministerio de Defensa del Reino Unido, las pérdidas diarias rusas, tanto en muertos como en heridos, alcanzaron un récord histórico en noviembre de 2024.
Estas cifras alarmantes han llevado a muchos observadores a cuestionar la sostenibilidad de la estrategia rusa a largo plazo.
El factor Trump y el futuro de la guerra
La evolución del conflicto en 2025 estará inevitablemente marcada por el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca.
El presidente electo ha prometido en repetidas ocasiones «acabar con la guerra en un día», aunque los detalles de cómo planea lograrlo siguen siendo nebulosos.
Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, ha expresado su esperanza de que la guerra pueda terminar en 2025, pero reconoce que será un «camino difícil».
En declaraciones recientes, Zelenski ha enfatizado la importancia del apoyo estadounidense, afirmando que «todo terminará cuando Rusia decida que quiere terminar, pero también cuando EEUU adopte una posición más firme».
Sin embargo, la postura de Trump respecto al conflicto genera incertidumbre.
Algunos analistas, como Peter Schroeder, analista de la CIA, sugieren que el fin del conflicto bajo una administración Trump podría suponer «el comienzo de los problemas» para Putin.
Schroeder argumenta que Trump podría utilizar la aceleración de los envíos de armas por parte de la administración Biden como una herramienta de negociación con el Kremlin.
Implicaciones para Ucrania y la región
El avance ruso en el Donbás, aunque lento, plantea serios desafíos para Ucrania y sus aliados occidentales.
La capacidad de Kiev para resistir la presión rusa dependerá en gran medida del continuo apoyo militar y económico de Occidente, un apoyo que podría verse comprometido con el cambio de administración en Washington.
La reciente autorización por parte de Estados Unidos para que Ucrania utilice armas de largo alcance contra territorio ruso añade una nueva dimensión al conflicto.
Esta decisión, tomada en las últimas semanas de la administración Biden, podría tener implicaciones significativas para la dinámica del conflicto en 2025.
Perspectivas para 2025
De cara al próximo año, varios escenarios se perfilan como posibles:
- Negociación forzada: Trump podría presionar a Ucrania para que acepte negociaciones con Rusia, posiblemente implicando concesiones territoriales.
- Escalada controlada: El uso de armas de largo alcance por parte de Ucrania podría llevar a una intensificación del conflicto, pero dentro de límites gestionables.
- Congelación del conflicto: Una reducción drástica del apoyo occidental podría llevar a un estancamiento de las líneas de frente actuales.
- Cambio de estrategia rusa: El alto coste humano de las tácticas actuales podría forzar a Rusia a buscar alternativas menos costosas en vidas.
En cualquier caso, el año 2025 se perfila como un punto de inflexión crucial en el conflicto ucraniano.
La combinación de las tácticas de «picadora de carne» rusas, el cambio en la Casa Blanca y la evolución tecnológica del campo de batalla prometen redefinir los contornos de esta guerra que ya ha dejado una huella indeleble en la historia europea del siglo XXI.
La comunidad internacional observa con preocupación cómo se desarrollarán estos eventos, consciente de que el desenlace de este conflicto tendrá repercusiones que se extenderán mucho más allá de las fronteras de Ucrania y Rusia, afectando al equilibrio de poder global y a la arquitectura de seguridad europea en las próximas décadas.