La viuda de Greg Shackleton, Shirley cree que esta revelación es otro clavo en el ataúd de las mentiras
Invadir Timor Oriental. Ese era el objetivo que el general Shuharto, comandando las fuerzas armadas de Indonesia, tenía decidido hacer realidad el mes de diciembre de 1975.
El periodismo extranjero que ocupaba en aquellos tiempos la zona decidió abandonar el lugar ante la inminente amenaza. Sólo los británicos Brian Peters y Malcolm Rennie, los australianos Greg Shackleton y Tony Stewart, y el neozelandés Gary Cunningham, conocidos como los «Cinco de Balibo», decidieron permanecer allí.
Nunca volvieron. El ataque por tierra, mar y aire que alcanzó la entonces colonia portuguesa acabó con la vida de 250.000 personas, entre ellas las de los reporteros.
Ahora, 34 años después y según informa ‘The Times’, tras muchas investigaciones abiertas para esclarecer las causas de estos fallecimientos, un miembro de la escuadrilla de la Kopassus (fuerzas especiales indonesias), el coronel Gatot Purwanto, ha confesado, una vez retirado y en una entrevista a la revista Tempo, que los reporteros que trabajaban para cadenas australianas de televisión fueron asesinados por su equipo y posteriormente, quemados sus cuerpos.
Todo para evitar que informasen del ataque clandestino que se había producido dos meses antes de estallar el conflicto.
«Si los hubiéramos dejado vivos, ellos habrían dicho que esto es una invasión indonesia. Si los hubiéramos matado y abandonado allí habría habido pruebas, por eso les pegaron un tiro en un área controlada por guerrilleros indonesios. Para hacer las cosas fáciles, nos deshicimos de ellos completamente y dijimos que nosotros no sabíamos nada».
A los periodistas, que se alojaban en una pequeña casa dentro del país, de nada les sirvió pintar la palabra ‘Australia’ en las paredes para evitar que les atacasen.
Unos disparos cercanos en la casa sirvió a los soldados que se encontraban en las proximidades para encontrar una razón justificada para disparar contra la casa. El resultado, el ya conocido.
«En aquel momento, cuando nuestros soldados estaban relajados y holgazaneando, de repente había ruidos de disparos en la casa. Tal vez alguien intentó rescatarlos. Inmediatamente, nuestros soldados abrieron fuego en la casa… Entonces, todos los periodistas fueron encontrados muertos».
A partir de ahí, como relata uno de los líderes de aquellos comandos, la confusión reinaba entre los hombres que no sabían qué hacer con los cuerpos.
Por ello, y para destruir las pruebas de los asesinatos, sus cuerpos fueron quemados durante dos días. De este modo, se explica el porqué sólo se encontraron en una tumba huesos calcinados de los periodistas.
La confesión de Purwanto ha sido recibida con satisfacción e indignación la noticia, ya que ha quedado demostrado que las informaciones que confirmaban la muerte accidental de los periodistas en un fuego cruzado entre tropas invasoras y timorenses, sólo eran un cúmulo de «mentiras».
Para Paul Stewart, hermano del más joven de los profesionales fallecidos, las explicaciones oficiales dadas por Indonesia sólo eran «absolutas tonterías».
La viuda de Greg Shackleton, Shirley cree que esta revelación es «otro clavo en el ataúd de las mentiras».
En cualquier caso, con estas declaraciones se sacian gran parte de las exigencias que estas familias y toda la sociedad australiana pedían para esclarecer de una vez por todas las causas de su muerte.
Más aún tras conocerse que diplomáticos británicos y australianos, los cuales animaron esta invasión, evitaron posteriormente poner en un aprieto al Gobierno indonesio preguntando sobre la muerte de sus ciudadanos.
Precisamente, en septiembre de este año, la policía australiana decidió abrir una investigación por crímenes de guerra después de un informe que recomendaba establecer cargos contra una serie de militares indonesios.
En este proceso, se señalaba como uno de los principales responsables a Yunus Yofiah, comandante de la Kopassus, quien fue acusado por el juez de instrucción de ordenar los asesinatos y emprender personalmente algunas matanzas.