En un primer momento no me di cuenta y fue mi editor más tarde repasando las imágenes cuando se percató de que no era una pareja herida sino que se estaban besando
La foto es objetivamente bella. Él se llama Scott Jones y es australiano. Ella, Alex Thomas, su novia canadiense.
En medio de una calle de Vancouver sumida en la neblina de los gases lacrimógenos, tomada por el negro de los trajes policiales y el refulgir de los escudos antidisturbios, con un fondo rojo fuego, la pareja parece besarse ausente, ajena a los gritos, las carreras y las sirenas.
Parece que no es así.
La ciudad canadiense se desintegraba en una noche de coches quemados, comercios arrasados y centenares de heridos por un motivo realmente baladí: el amado equipo local de hockey sobre hielo, los Canucks, acababa de perder la liga contra los Bruins de Boston. Y Vancouver ardió.
La versión romántica, que aspiraba a convertir la foto en un icono del pacifismo, sostenía en la Red que la pareja se besaba sin más, aislada del fragor de la batalla por el amor y la pasión.
La explicación pes otra: Alex acababa de recibir un golpe en la cabeza y su chico la mimaba en tierra, se preocupaba por su estado de salud.
LO QUE DIJO EL FOTÓGRAFO
La fotografía ha dado la vuelta al mundo a través de las redes sociales, pero ni siquiera su autor Rich Lam, de la agencia Getty, puede asegurar si era un beso u otra cosa.
Según cuenta ‘The Guardian’, mientras Lam intentaba tomar imágenes de los disturbios vio a la pareja:
«Yo estaba a unos 20 ó 30 metros de distancia y aparecieron en medio de la calle (…) No creo que alguno de ellos estuviera herido».
Tomó varias imágenes del momento y entonces desaparecieron del encuadre de su cámara.
El fotógrafo explica cómo hizo su trabajo:
«En medio del caos, con coches ardiendo, la policía cargando contra los seguidores de los Canucks, con fuego en las casas del alrededor me di cuenta que en medio del cordón policial yacían en la calle entre la policía antidisturbios y un espectacular incendio».
«En un primer momento no me di cuenta y fue mi editor más tarde repasando las imágenes cuando se percató de que no era una pareja herida sino que se estaban besando».
No era si, pero fue bonito mientras duró. Y en cierta manera, lo sigue siendo.
LA DERROTA Y EL JALEO
Todo se disparó cuando os Boston Bruins dieron la puntilla a los Canucks, a los que endosaron un humillante 0-4 en la propia Vancouver.
Es la sexta Stanley Cup para los Bruins, que no triunfaban desde 1972. Para Vancouver, una ciudad apsionada por el hockey sobre hielo, es especialmente doloroso, porque se trata de su tercera derrota en una final tras las de 1982 y 1994.
Al concluir el partido y como suele suceder, hinchas de los Vancouver Canucks protagonizaron violentos incidentes en las calles. La Policía canadiense, que no se anda con chuiquitas, se hartó de lanzar lacrimógenos y de repartir estopa para dispersar a los alborotadores.
La combinación de frustración deportiva, mucho borracho y buen tiempo, transformó Vancouver en un escenario salvaje.
Automóviles y contenedores de basura en llamas, ventanas rotas, escaparates reventados con botellas de cerveza y mucha gente bailando sobre vehículos volcados. Y en medio de todo eso, un misterioso y tórrido beso.