OPINIÓN / Afilando columnas

Pilar Rahola: «Esperanza Aguirre se ha convertido en una vocera más del ruido cavernario e intolerante»

David Gistau sobre el 'tuitazo' de Interior: "Para el PP, el Faisán fue una ignominia moral sólo lo mientras la necesitó para hacer desgaste a Zapatero"

La actividad lúdica-laboral de leer las columnas de opinión últimamente le esta dando a uno muchas sorpresas. Sobre todo, provenientes de tierras catalanas. Tras una jornada en la que nos encontramos en los dos grandes diarios barceloneses elogios al Gobierno de Rajoy o a algunos de sus miembros — De locos: la prensa catalana ahora se derrite en elogios… ¡por Rajoy!–, el 10 de enero de 2014 encontramos en uno de ellos otro artículo en el que se alerta sobre los impresentables que en Europa apoyan el proceso independentista y se critica la estrategia del «cuanto peor, mejor» del soberanismo. Menos mal que nos queda Pilar Rahola para ver que hay cosas que siguen como antes de que terminara 2013.

Por otra parte, la operación antiterrorista de dos días antes está dando mucho juego. Hay quien comenta el ‘tuitazo’ que tanto daño hizo a su eficacia, mientras que otros la celebran sin más y hay quien, como si escribiera en Gara, muestra desde El País, su indignación por las detenciones.

Hacemos sonar una vez más nuestra armónica de afilador y nos ponemos a la tarea de comentar todas esas columnas.

Arrancamos en el auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’, en el que Joaquim Coll nos ofrece una columna impensable en ese mismo medio unas semanas antes. El texto que publica en El Periódico se titula Una verdad incómoda. Mientras que los independentistas, con Mas a la cabeza, se dejan las pestañas en el empeño de encontrar apoyos a su proyectos, el articulista dice:

En Europa solo la derecha más populista, euroescéptica e identitaria ve con buenos ojos la secesión catalana. Le parece que abre una oportunidad para desestabilizar el proyecto europeo y cargarse la moneda única.

Va más allá y rompe otro tabú hasta ahora inviolable en aquello que los catalanes no nacionalistas llaman «medios concertados» —Javier Montilla: «En Cataluña hay medios públicos y medios ‘concertados’ a los que se les paga por su silencio»–, criticar el servilismo político de sus pares públicos, como TV3:

La causa soberanista cuenta en Europa con muy pocos aliados. Es una verdad incómoda que Oriol Junqueras y Artur Mas se niegan a reconocer, y que los medios de comunicación de la Generalitat intentan esconder hasta el punto de convertir en éxito lo que son clamorosos fracasos, como la famosa carta del ‘president’ a decenas de dignatarios europeos e internacionales.

Concluye destacando que España evoluciona por el buen camino y criticando la estrategia nacionalista:

Que España haya salido de la zona de mayor peligro, que ya no necesite un rescate económico, y que vuelva a financiarse en los mercados internacionales tampoco es una buena noticia para el independentismo. Sus mayores esperanzas estaban en el cuanto peor, mejor. Por eso Jordi Pujol, que ya no está para metáforas, afirma que la única opción es «armar mucho ruido en la calle» y convertir Catalunya en «un problema importante para Europa». Es una estrategia dura y socialmente muy peligrosa. Poder llegar a ser un problema de verdad en Europa significa que la tensión en España, y también dentro de Catalunya, tiene que cruzar el umbral de lo razonable.

A este afilador de columnas le sigue costando salir de su asombro. A este ritmo, El Periódico de Catalunya va a terminar ofreciendo a Francisco Marhuenda una colaboración semanal.


Pilar Rahola.

Pero hay cosas que no cambian. En el diario del conde de Godó y Grande de España que comienza a recular en su independentismo hay quién sigue manteniendo el apoyo firme a Artur Mas y se dedica a buscar contrarios al proyecto secesionista a los que acusar de intolerantes. Se trata, aquí no hay sorpresas, de Pilar Rahola (que, por cierto, un día antes publicaba un excelente artículo sobre Snowden titulado El héroe). Dedica su columna en la La Vanguardia a Esperanza Aguirre y le dice desde el título Eso no, querida.

Será por los días en los que teníamos alguna conversación de interés, o por aquello de mi eterna admiración por las mujeres fuertes, o porque hubo una época en que parecía el mirlo blanco de una derecha española presentable, será por todo, que siempre he sentido una debilidad por Esperanza Aguirre, a pesar de los muchos pesares de los últimos tiempos.

Pero las declaraciones que ha hecho en esRadio, en las que interpela a Artur Mas espetándole que le dan apoyo los terroristas, son una barbaridad que neutraliza cualquier atisbo de simpatía en el pasado. Lo lamento por lo que un día pensé que podía ser Esperanza Aguirre, pero se ha convertido en una vocera más de ese ruido cavernario e intolerante que impide cualquier debate sereno.

Se refiere a las declaraciones en las que la presidenta del PP madrileño le recordaba a Mas que los terroristas reunidos en Durango «han apoyado el derecho a decidir» y que, por tanto, debe darse cuenta «de quiénes son los que le apoyan».

Sotiene Rahola:

Sólo tuvimos el desgraciado y muy minoritario paréntesis de Terra Lliure, y recibió el rechazo de toda la sociedad catalana. A diferencia, pues, de fuertes y sólidas corrientes del nacionalismo español, vinculadas al fascismo, el nacionalismo catalán siempre se ha movido por los senderos democráticos.

¿Siempre? ¿Ha oído Rahola, de la que puedo dar fe que es mujer cultísima, de Bandera Negra, brazo armado de Estat Català en los años 20? ¿Y del claro apoyo de la burguesía catalana al golpe de Miguel Primo de Rivera? No vamos a decir, en absoluto, que el nacionalismo catalán actual sea eso, pero su pasado no es tan limpio como algunos parecer querer creer.

Segundo, vincular a Artur Mas con personajes que han matado a decenas de personas es algo peor que una maldad política, es una indecencia.

Lo dice una Pilar Rahola que, al escribir sobre una manifestación de víctimas sostuvo:

Y no me refiero a las águilas de algunas banderas al viento, y a los símbolos de otros tiempos y otras negruras, sino a los discursos de retórica carpetovetónica, rayana en la derecha extrema.

No es tan distinto de aquello de lo que ella acusa a Aguirre. Volvamos al artículo actual, que concluye:

Sinceramente lo lamento porque, como decía, hubo un tiempo en que doña Esperanza parecía de otro talante. Ese tiempo pasó.

Para que quede claro, este humilde lector de columnas nunca comparará al nacionalismo no violento catalán con los terroristas de ETA. Ni mucho menos. Aunque tampoco creo que señalar que los asesinos de Durango apoyan a los nacionalista sea decir que son lo mismo. Lo que debe hacer el independentismo, y reconozcamos que Rahola también lo hace en este artículo, es mostrar su repulsa por esos que dicen apoyarlo.

Tomamos ahora el puente aéreo y viajamos hasta Madrid. Nuestro recorrido por la prensa capitalina comienza en El País, donde Luis R. Aizpoelea escribe uno de esos textos que merecen entrar en una hemeroteca de la infamia. Como si de Gara se tratara, muestra su malestar por la operación antiterrorista de dos días antes. La columna se titula Al ‘Tea Party’ le molesta el final de ETA.

Ha sorprendido a mucha gente que [Arantza Zuelueta] haya sido detenida solo tres días después de esa foto, cuando públicamente Zulueta había mostrado su cambio de rumbo, y tres días antes de la manifestación que la izquierda abertzale ha convocado en Bilbao a favor de los presos etarras. Suena a broma que Interior diga ahora que la han detenido porque es un obstáculo para el final de ETA.

Añade:

Si el juez demuestra que Zulueta y su equipo han cometido un delito, no habrá nada que objetar a su actuación. Pero existe la sospecha de que Interior ha forzado estas detenciones como un golpe de efecto político, porque es un hecho que el Gobierno de Rajoy está muy presionado por su sector más radical. Esperanza Aguirre volvió el pasado miércoles a exigirle medidas drásticas, en este caso, por permitir la escenificación de la derrota de ETA en Durango.

Los malos de la película son ahora aquellos que desde el PP siguen pidiendo firmeza contra los terroristas:

El Tea Party español, con Aznar al frente y su potente eco mediático, no ha asumido el cese definitivo del terrorismo, la legalización de la izquierda abertzale -pese a rechazar en sus estatutos el terrorismo de ETA- ni la aceptación por los presos de la ley penitenciaria. Le molesta el proceso de fin de ETA.

La responsabilidad de que estas posiciones cuajen en sectores del PP es de Rajoy, que no se ha atrevido a plantar cara cada vez que el ‘Tea Party’ español suelta la demagógica expresión de que ETA gana y la democracia pierde.

En las antípodas del periodista de El País, encontramos a Alfonso Merlos en La Razón. La sonrisa más blanca de los informativos de 13TV publica Cómplices y colaboradores:

No es que la reacción de estos testaferros del crimen ante el último golpe a la banda sea la prueba del algodón que deba animar definitivamente un proceso de ilegalización. Es que los indicios que pesan contra Bildu, Sortu y Amaiur por su connivencia y su colaboración y su complicidad con las sabandijas que siguen mandadas por Josu Ternera son demoledores, abrumadores, clamorosos. Ya llegamos tarde, muy tarde.

Dejemos a un lado la cantinela de que ETA forma parte ya superada de la historia de España. No insultemos a las víctimas. No faltemos a la verdad. Hay tarea por hacer. Desde luego de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Pero de todo punto fulminante por parte de la Fiscalía General, la Abogacía del Estado y los tribunales para que los voceros de una peña de asesinos a la fuga no tengan voz ni voto. ¡¿A qué esperamos?!

Quien se acerca a posturas parecidas a las del prisaico Aizpoelea es el diputado de Izquierda Unida Alberto Garzón. Al día siguiente de la operación antiterrorista sacaba la artillería en Twitter contra el Gobierno, del que dijo que actúa desde el «odio» y contra la Asociación de Víctimas del Terrorismo, a cuyos miembros les llamó «ultras» en repetidas ocasiones.


Le responde Victoria Prego desde El Mundo. Titula Los ‘ultras’.

La «joven esperanza» del partido, el diputado Alberto Garzón, ha tenido a bien calificar ayer las detenciones como un acto de «odio del Gobierno» y en calificar a la víctimas del terrorismo como un hatajo de «ultras».

La víctimas del terrorismo, unas gentes que no han hecho otra cosa que padecer los horribles asesinatos de sus familiares y olvidar cualquier tentación de venganza, son despreciados por el diputado Garzón con un término que significa, en labios de un militante de la izquierda, la peor de las condiciones imaginables.


Victoria Prego.

Sobre el PSOE e IU, dice:

Estos partidos tienen vocación de gobernar España o de participar en su gobernación. No es posible que las direcciones de los dos partidos consientan actitudes como éstas y las dejen pasar, porque estamos ante una auténtica inversión de los valores que la izquierda ha defendido siempre. La aproximación a los terroristas, en cualquiera de sus versiones, debería repugnar a sus militantes y ser reprendida por sus jefes de filas. En lugar de eso, nos encontramos con un asombroso silencio que nos hace presagiar que, en efecto, los asesinos pueden acabar, como pretenden, en tablas. Sin vencedores ni vencidos. Con 829 cadáveres, sí, pero de «ultras», dirá Garzón.

Y entrados en materia de la operación antiterrorista que tanto molesta a Aizpoelea y al comunista Alberto Garzón, cerraremos este afilando columnas con dos textos de ABC. Están dedicados a comentar el ‘tuitazo’ con el que se alertó, oficialmente por error, sobre la intervención de la Guardia Civil a aquellos que iban a ser detenidos.

Carlos Herrera publica Empacho de faisán, artículo en el que descarta toda posibilidad de que el ‘tuitazo’ de Interior y la publicación anticipada de la información de la operación antiterrorista fueran premeditados.

No es lo mismo llamar a ETA por teléfono y decirle que se les va a detener que tener lista una información y darle al clic antes de tiempo. Es un error humano cometido por buenos servidores públicos. En el caso del chivatazo no hubo error: fue una maniobra diseñada con un objetivo concreto. Censurable o no, pero concreto. Resulta mucho más atractivo para todo tipo de fabulaciones creer que el Gobierno de Rajoy ha asumido la famosa hoja de ruta de Zapatero y que ha colaborado en sabotear una acción de la Guardia Civil, pero no resulta en exceso verosímil.

Sostiene, refiriéndose al caso Faisán:

Formo parte de aquellos a los que no se les pasa por la cabeza que expertos en la lucha antiterrorista se transformen en colaboradores de ETA por una cuestión de conveniencia política. Simplemente recibieron órdenes: evitar un mal mayor mediante una dudosa estrategia. Las negociaciones comportan el tránsito por caminos tortuosos y hacérselos transitar a soldados de trinchera. Si algo es censurable en el caso Faisán es la decisión de la negociación, no el sacrificio de los policías que siguieron órdenes. Ignoro si encantados o a disgusto, eso sí.

Respecto a las protestas por la operación antiterrorista:

Mucho más grave parece la vuelta de la burra al trigo: el PNV, fiel a su pasado y a sus equidistancias, censura la operación por inconveniente, es decir, aboga por la vista gorda ante los delitos. Y recibe apoyos de concejales del PSE, convencidos, a lo que se ve, de que mejor no molestar y dejar que se vayan acomodando.

David Gistau no tiene tan claras las cosas, y no descarta ninguna de las dos posibilidades. No apuesta por que sea un error ni por que se trate de un Faisan 2.0. Titula ¡Sorpresa!

Podemos imaginar la estupefacción de los abogados del frente de presos cuando leyeron en un comunicado oficial el relato de su detención, considerada ya un hecho consumado. Si no hubieran necesitado todo el tiempo de que disponían para destruir pruebas, podrían habérselo tomado con sentido del humor y hacer lo mismo que aquel aristócrata inglés que llamó a un periódico en el que leyó su propia necrológica: «Las noticias de mi muerte son exageradas».

Concluye:

Si yo fuera un policía o un guardia civil, y mis mandos políticos arruinaran un trabajo de meses en un ámbito tan trascendente como la lucha anti-terrorista, no sé qué preferiría que fueran, malvados o incompetentes. Es decir, no sé si preferiría un chivatazo adrede, como el del Faisán, que al final responde a una lógica política que te evita tener que pensar que tu jefes son tontos, o esto de ahora de la teclita que se pulsa sin querer. El Faisán, por cierto, aquella intolerable ignominia moral que, Gil Lázaro aparte, para el PP sólo lo fue mientras la necesitó para hacer desgaste a Zapatero.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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