Jorge Bustos, héroe de los monárquicos, que no de los cortesanos
Las pasiones sobre la forma de Estado se han sosegado mucho en los últimos días. Jorge Verstrynge está callado después de sus quince minutos de fama al hacerse detener con una camisa tricolor (¿por qué nadie recupera sus fotos con flequillo y corbata de cuando era el delfín de Fraga?) y Francisco Marhuenda ha dejado de fabricar republicanos con sus artículos diarios. Siguen publicándose columnas sobre la Monarquía, aunque con el catálogo de adjetivos más reducido en favor del despliegue de ideas y argumentos, lo que es de agradecer.
Este 25 de junio de 2014 los lanceros del Regimiento del Rey vuelven sus armas, que son plumas, contra el PSOE por poner trabas al aforamiento del Rey padre o abuelo. Los veteranos, desde Victoria Prego a José Oneto, parecen decir a los socialistas jóvenes que ya han tenido sus minutos de recreo, como los tuvo el viejo PSOE en el debate constitucional al presentar la enmienda a favor de la República, y ahora toca volver al trabajo de verdad. Pero lo hacen con un sosiego llamativo.
Victoria Prego (El Mundo) recuerda la responsabilidad del PSOE en todo lo ocurrido en política desde 1977.
Los argumentos del Partido Socialista para justificar su abstención en la aprobación de las enmiendas que regulan el aforamiento de la Familia Real al completo no se sostienen. El PSOE dice que el procedimiento es muy precipitado y una chapuza, y en eso tiene razón.
Pero ese partido es responsable directo, en igualdad de condiciones con el PP, de que las cosas hayan debido de hacerse deprisa y corriendo porque lo cierto es que ninguna de las dos formaciones que han gobernado España en los últimos años se ha tomado la molestia en todo este tiempo de regular una cosa tan elemental como asegurarse de que a los miembros de esa Familia les juzgue el Tribunal Supremo si se diera el caso.
Otra cosa es que los diputados del PSOE consideren en realidad que no hay que otorgarles ninguna clase de fuero, y si eso fuera así, entonces estaríamos ante una cuestión de otro calado y mucho más seria. Pero si de lo que se trata es exclusivamente del método, ese partido tiene tanto que callar como el Partido Popular.
José Oneto (Republica.com) atribuye a Eduardo Madina y Pedro Sánchez la responsabilidad de la postura del PSOE.
Ahora son los principales candidato a suceder a Rubalcaba, Eduardo Madina, y Pedro Sánchez, los que, de alguna manera, están condicionando las decisiones políticas del grupo parlamentario.
estamos asistiendo a un espectáculo lamentable de corte oportunista e hipócrita, donde unos aforados, que en ningún otro país de Europa tendrían ese privilegio, niegan que el Supremo sea el que, en un momento determinado, pueda juzgar a quien tanto ha hecho por la normalización política de un país que salía de una Dictadura, implantada tras una cruenta guerra civil.
EL PSOE DESORIENTA INCLUSO A UN FAN SUYO COMO CASADO
Antonio Casado (ElConfidencial.com) reconoce que está confundido con su PSOE.
Confieso que me ha descolocado la posición del PSOE respecto al aforamiento de don Juan Carlos de Borbón. Un efecto visible de la desorientación reinante en un partido descabezado.
Un partido que aspira a gobernar no puede quedarse entre dos aguas en asunto de mayor cuantía, como es el aforamiento del rey que abdicó, alegando cuestiones de forma. Estas siempre serán accidentales. Sobre todo después de haber dado tantas pruebas de adhesión a la monarquía parlamentaria y al reinado de don Juan Carlos (oigan a Felipe González, tan lúcido). Es contradictorio y desorienta al votante socialista, bastante mareado ya con la autodestructiva tendencia de este partido a moverse entre dos aguas en asuntos capitales (forma del Estado, cuestiones territoriales y recetas contra la crisis económica, básicamente).
Y Enrique Gil Calvo (El País) llama a los políticos socialistas «hipócritas» por este bandazo.
si nuestros políticos profesionales se lanzan a pedir el cambio de régimen, es porque se sienten culpables ante una desafección popular que ha sentenciado su desautorización y deslegitimación colectiva: «No nos representan». Y para tratar de hacerse perdonar todos sus errores y culpas (como la corrupción, el austericidio, etcétera), y de paso lavar su mala conciencia, exageran sus reivindicaciones antisistema pidiendo el fin del régimen y la cabeza del Rey. Lo cual equivale a hacer de la Corona un chivo expiatorio sobre el que poder descargar y proyectar todas las culpas colectivas que son propias exclusivamente de la clase política.
Ahora bien, esto demuestra que tan hipócritas eran antes, cuando en la Transición aceptaron la Monarquía por puro interés político, como ahora, cuando alardean de rechazarla para revestirse con la máscara impostada de la virtud republicana. Pero es dudoso que les crean los escépticos espectadores de una tragicomedia que parece tanto más inverosímil cuanto más impostada.
JORGE BUSTOS, EL ÚLTIMO SOLDADO ANTE EL TRONO
Sin embargo, el mejor artículo monárquico de los últimos días es el escrito por el joven (nacido en 1982) Jorge Bustos (ZoomNews.es), que tiene una frescura y una sinceridad que no encuentro en los anteriores, ni en los de los cortesanos oficiales.
Bustos es como el adolescente que abandona su aldea para unirse al ejército blanco del almirante Kolchak y luchar en favor del zar ungido contra los anticristos rojos, mientras que los Casados, los Onetos y las Pregos me recuerdan a los ancianos cortesanos que corren a poner sus personas y fortunas bajo la protección del pueblo al que antes despreciaban.
La monarquía es una idea hermosamente anacrónica y sorprendentemente funcional que defiendo y defenderé como todas las cosas irracionales, que son aquellas que están precisamente necesitadas de defensa.
Yo comprendo y respeto al republicano rojo de toda la vida, al guevarista coherente con su estética alternativa de greña y uniforme oliva frente al níveo armiño, el retrato tizianesco, la cómoda estilo Imperio y la colección de tapices de Patrimonio Nacional. Pero veo a mi derecha a los vástagos aburridos de empresarios y cirujanos que estrenan a toda prisa republicanismo para que les disculpen todo lo demás. No, niños, no: esos cojones hay que tenerlos cuando la Corona está fuerte y comporta un riesgo atacarla. No ahora que se hacen carreras de gracejo pancesco -campechanía del resentimiento, simétrica de la campechanía real- por el tuit más ingenioso sobre el ciudadano Borbón. Al menos los perroflautas duermen sobre adoquines, no juegan a Robespierre en pijama sobre el viscoelástico creyendo que su iPhone es una guillotina.
Este es el insólito punto de contacto entre Pablo Iglesias y Juan Carlos I: si no se fomenta el relevo, mi generación tomará el control envilecida por el deseo de revancha y será peor para todos. El primero de los españoles ha cumplido su último acto de servicio. Ahora, como siempre se hizo, marchen del Soberano abajo todos los demás. Pues la noche es oscura y alberga horrores.
Ya tenemos al joven teniente que armado con su espada será el último defensor del salón del trono frente a las horcas y cuchillos de la chusma republicana. Perdona lector que este admirador de la Pimpinela Escarlata se emocione ante semejante declaración de fe en esta época del «porque yo lo valgo».
Quizás hoy el juez Castro comunique el auto de imputación de la infanta (por ser hija de rey) Cristina y así lo comenta Pablo Sebastián (Republica.com)
Veremos qué anuncia hoy el juez Castro pero si se confirma lo que está en el ambiente -y lo que explica la premura en todo el proceso de relevo en la Jefatura del Estado- la Monarquía sufrirá un duro castigo por más que el rey Felipe VI esté al margen de lo ocurrido. Porque los escándalos de Nóos se desarrollaron cuando doña Cristina era miembro de la Familia Real y don Juan Carlos I el rey de España, y eso está en la mente de los ciudadanos y sin duda forma parte del deterioro sufrido por la Institución en los últimos años donde este, otros errores y escándalos se les fueron de las manos y sin control, o simplemente formaron parte de un entorno de impunidad en el que se creyó inmerso y con derecho de abuso el inefable Iñaki Urdangarin, quien ha causado un daño incalculable a la Corona y que todavía podría ir a más.
Y Federico Castaño (Vozpopuli.com) asocia la corrupción del yerno de Juan Carlos I con la abdicación de este.
Solo los parlamentarios de Izquierda Unida y el Grupo Mixto se han atrevido a decir lo que piensan de verdad. Los del PP y los del PSOE solo murmuran en voz baja su sospecha: a don Juan Carlos le ha entrado el pánico a que cualquier ciudadano encauce por vía judicial alguna pregunta inocente.
Por ejemplo, ésta: ¿Conocía el anterior monarca algo de lo que el juez Castro detallará hoy en su auto sobre las correrías de doña Cristina y su marido? ¡Uff…! Deprisa, deprisa, responden quienes respaldan su rápido aforamiento.
Vuelvo a Jorge Bustos, que en su artículo-proclama tiene un párrafo para el duque de Palma.
Los monárquicos -hará falta recordarlo, claro- perdonamos corinnas pero no urdangarismos, porque manchan de negro y no de rosa la institución que querríamos ver resplandeciente. No han de confundirnos a los monárquicos con los cortesanos, que sería como confundir a los ensayistas con los tertulianos, al boxeo con el Pressing Catch y al noble escalafón de los bufones con los payasos de la tele. El monárquico suele ser pobre y crítico; el cortesano, melifluo e interesado.
RIGALT NOS TRANQUILIZA CON LAS POSES DE PABLO IGLESIAS
Reconozco que empiezo a estar tan harto de Pablo Iglesias como me harté de Ada Colau y de la hija de Belén Esteban. Mientras los islamistas conquistan medio Irak y devuelven a Europa a sus muyahidines, mientras en las calles cargadas de ira de las ciudades ucranianas rugen las cadenas chirriantes de la guerra civil (tengo que dejar de leer a Luis María Anson; se me pegan sus clichés), los periódicos dedican páginas y páginas a seguir los pasos de Iglesias. Cada vez es más difícil encontrar algo original sobre él. Lo poco que merece la pena leer sobre el Lobezno de la izquierda lo escriben los columnistas de derechas, porque los de izquierdas vacilan entre el miedo y la fascinación.
Hoy David Gistau (ABC) está dividido entre la admiración por la estrategia del pope de Podemos para desangrar al PSOE con la repugnancia por su justificación de ETA.
Astuto como lo es, Pablo Iglesias está inmerso en un proceso mimético de integración en las reglas del sistema del cual da buena prueba que haya empezado a establecer sus comparaciones apoyándose, no tanto en seres providenciales de la mitología revolucionaria de Iberoamérica, sino en Finlandia. (…) Y, por añadidura, le permite seguir manejando en monopolio la encarnación de la pureza regeneradora con la que ha establecido sobre la izquierda institucional la misma presunción de superioridad moral que la izquierda institucional construyó antaño contra la derecha democrática. Este es un robo identitario que tiene al PSOE desconcertado.
lo que de verdad destapó a este Pablo Iglesias que cuida las palabras fue la referencia a ETA. El eximente político del asesinato. (…) Esa visión -esta vez sí típicamente iberoamericana- del etarra como vecino cultural del Che, de los presos que acaban siéndolo de conciencia, del criminal obligado por un contexto político a infligir un daño que más le duele a él.
Después de Miguel Ángel Blanco apenas quedaba en España izquierda capaz de sostener esta idea que era una distorsión antifranquista. Pero es que Pablo Iglesias, cuando aún no cuidaba las palabras, llegó a decir que la ETA fue la primera izquierda con lucidez para comprender que a esta democracia había que combatirla porque no era sino franquismo camuflado en un falso cambio lampedusiano. Y esto sí es una aberración.
Carmen Rigalt (El Mundo) afirma en su columna que cada ataque a Pablo Iglesias lo que hace es aumentar la parroquia del Coletas y nos tranquiliza diciendo que las palabras y las ideas de este son sólo una pose.
Con el país empobrecido y furioso, a nadie debería sorprenderle que una formación de izquierdas saque tajada de la situación. Perdidas las esperanzas en los grandes partidos, se impone depositar los ojos en una marca nueva que vele por los intereses de los más perjudicados. Así surge Podemos. Ganar no ganará nunca, pero ejercerá un implacable marcaje a quienes ostentan el poder. Como estrategia hay que darla por buena.
Podemos crece poco a poco. Cada vez que un bocazas del otro lado del espectro la emprende a insultos con Pablo Iglesias, la formación gana cinco simpatizantes y recibe un empujón publicitario que ríete tú del anuncio de Mahou.
Podemos ha demostrado el don de la oportunidad y va a aprovecharlo. Respecto al toque bolivariano, no se asusten porque es una excentricidad. En algo tenía que diferenciarse de la vieja izquierda.
La referencia de Rigalt a los «bocazas» parece pensada para escritores como Alfonso Ussía, que de nuevo en La Razón carga contra Iglesias y concluye su columna con este párrafo, donde enuncia una idea que ayer circuló por Twitter:
Me planteo una escena. Un familiar de un torturado en Venezuela, o de un asesinado en las cárceles de Cuba, o de una mujer lapidada en Irak, pasea por Madrid y se encuentra con el Coletas. Ahora lleva una ‘guardia de corps’ eficaz y numerosa. Pero aún así, el familiar de esas víctimas se enfrenta al Coletas y le arrea una bofetada. Sólo una bofetada. ¿Se consideraría por los jueces agresión, atentado o explicación política? Espero que nunca suceda tal cosa y me quedo con el enigma de la curiosidad.
Sobre las excentricidades del eurodiputado Iglesias, ya ha dicho varias veces Ruiz Quintano que Iglesias es el Felipe González de 1982. Y este columnista de ABC dedica su columna a la pataleta Juan Luis Cebrián porque Felipe VI parece no contar con él para redactar sus discursos.
Tampoco Cebrián sabe qué es el «derecho a decidir» (esa forma forense del cojonudismo hispánico: hacer lo que a uno, si puede, se le ponga en los c…)
Cebrián sólo quería colocarle al Rey su discurso, una pieza trufada de citas falsas y por la paz del mundo (?) y la libertad de expresión (?), pero se ve que el Rey no quería parecer una aspirante a Miss Mundo, cuyo trono acostumbra adornarse con los discursos por la paz mundial, y tampoco un huelguista de «El País» como los que hemos visto manifestarse por la libertad de expresión en la calle de Alcalá, y devolvió el discurso.
La reacción de Cebrián, en quien todo es ya reaccionario, ha sido irse con Mas para proceder a la voladura controlada, no de España, que para él es concepto franquista, sino de «Este país», mas no el suyo, sino el nuestro.
LEILA GUERIERO NO SABE POR QUÉ ESCRIBE SUS COLUMNAS
Escoger la columna ridícula de la jornada es cada vez más difícil. Hoy dudo entre dos temas argentinos en El País.
Leila Guerriero se parece cada vez más a Rosa Montero, de la misma manera que Francisco Marhuenda se asimila a Luis María Anson. La ganadora del premio González Ruano de la Fundación Mapfre usa, como su alter ego, su pasado como tema de inspiración, y nos cuenta que hizo a sus padres salir a la calle a festejar la victoria de la selección argentina en 1978, mientras la dictadura militar torturaba compatriotas suyos. ¿Cómo podía ser ella tan insensible al dolor ajenos, bla, bla, bla? El valor de su columna se resume en esta frase.
No sé por qué les cuento esto.
¡Por favor, Antonio Caño, quítala de la última, al menos hasta que supere su fase depresiva!
Pero me decanto por David Trueba, que defiende al Gobierno peronista de la Kirchner, el mismo que ha querido meter en la cárcel a periodistas que publicaron datos de inflación distintos de los oficiales, frente a los malvados fondos buitre.
No ha provocado la solidaridad internacional que merece la pugna de un Gobierno frente a la especulación. Adoptada la senda de acordar el pago de sus deudas y pacificar los conflictos empresariales, el Gobierno de un país no puede quedar desprotegido frente a la especulación. Y el acuerdo, aunque complicado, tendrá que contener, para ser justo, renuncia por ambas partes. Pero más importante que todo eso sería no poner en peligro la estabilidad de un país, porque se ofrece una imagen demasiado ignominiosa para ser consumida sin alteraciones por parte de la gente. Harían bien algunos en ahorrarse los tambores de venganza, porque nunca se sabe cuándo vendrán por ti quienes no conocen de escrúpulos.
¿Pero cómo va a recibir solidaridad un Gobierno que incumple todos los acuerdos y tratados que firma, que expropió YPF a Repsol?