Arrancamos una nueva semana y este 9 de mayo de 2016, como no podía ser de otra manera, otra ración de política al canto en las tribunas de opinión de la prensa de papel. La cosa va de pactos que, sobre el papel, todos cuadran, pero luego serán las urnas las que dictaminen lo que pasará:
Arrancamos con Ignacio Camacho plantea en las páginas de ABC que para el PP, llegar a un acuerdo con Ciudadanos, va a ser más doloroso que acudir a una revisión al dentista:
En el improbable caso de que sumen mayoría suficiente para gobernar, PP y Ciudadanos van a tener en julio un serio problema de entendimiento en el que no será cuestión menor la presencia de Rajoy al frente del Gobierno. La lógica rivalidad de dos partidos que disputan el mismo electorado se complica con el énfasis regeneracionista de C’s, que encuentra en la continuidad del presidente una relevante incompatibilidad con su discurso autónomo de renovación política. Existe además una cierta mirada despectiva del marianismo hacia los recién llegados que le han comido parte de la merienda; los consideran estirados, superficiales y narcisistas. Ese mutuo desdén condicionará la campaña de ambas fuerzas, que comparten un modelo de sociedad bajo la paradoja de que sus votantes las consideran condenadas a entenderse mientras sus dirigentes se miran con indisimulado recelo.
Precisa que:
Sabedor de que su cabeza -o al menos la garantía de una salida ordenada a fecha fija- puede ser una condición sine qua non para pactar con Rivera, Rajoy prefiere el consenso convencional con los socialistas, que en términos objetivos resulta todavía más improbable. El bipartidismo clásico sumará masa crítica decisiva sea cual sea el resultado, pero ni siquiera en el caso de un relevo de liderazgo que expulse a Pedro Sánchez cabe pensar que la socialdemocracia vaya más allá de la abstención. Por tanto, la única posibilidad de que el centro-derecha retenga el poder pasa por el acuerdo que sus electores dan por descontado. Y no va a ser fácil si las elecciones elevan al punto crítico la tensión de los últimos meses.
Tensión que se ha incrementado en Andalucía, donde C’s ha reforzado sus lazos con el régimen susanista sin salir demasiado perjudicado en sus expectativas de voto. Le ha perdonado la dimisión de un consejero imputado, le ha entregado la Alcaldía de Granada y amenaza con cederle otros ayuntamientos y hasta la Diputación de Málaga, la joya del poder popular andaluz. Tanteos estratégicos de toma de posiciones para enseñar los dientes al PP y enviarle el mensaje de que la negociación será dura… y cara. Un pliego de reformas y condiciones costosas de asumir por el marianismo. Un pacto doloroso como una visita al dentista.
Y sentencia:
En todo caso, antes de hacer las cuentas de la lechera hay que pasar por las urnas y mejorar la facturación conjunta de diciembre; con un resultado similar al de la legislatura fallida la izquierda no volverá a sentir tantos remilgos para juntarse. PP y Ciudadanos necesitan reunir como poco 170 diputados, un listón alto porque la coalición de Podemos con IU va a alterar de manera sensible el reparto de escaños. Por debajo de esa cifra volveremos a una situación de incertidumbre con variables tan inestables como complejas. Y resulta bastante verosímil que ni Rivera ni Rajoy cuenten con herramientas suficientes para resolver entre ambos el rompecabezas.
Isabel San Sebastián escribe sobre el aburrimiento y el hastío que le produce la nueva campaña electoral para la cita del 26 de junio de 2016. La sensación seguro que la comparten millones de españoles:
Todavía no ha empezado el bombardeo de propaganda que precederá inevitablemente a la repetición de elecciones el próximo 26-J y la sensación dominante en la ciudadanía española es ya el hastío. El hartazgo generalizado de una sociedad empachada de partidismo estéril y hambrienta de soluciones a los problemas que la abruman.
Cualquier trabajador por cuenta ajena o autónomo que acabe de hacer la perentoria declaración de Hacienda es consciente de hasta qué punto el Estado grava con impuestos confiscatorios las rentas transparentes procedentes de ese trabajo. La clase media está desapareciendo, como ponen de manifiesto recientes estudios rigurosos de los que nuestros dirigentes no se dan por enterados. El sistema de pensiones no tardará en agotar la célebre «hucha» y hace agua por todas partes, porque es imposible que una población activa menguante, con sueldos cada vez más bajos, sostenga a una cantidad creciente de jubilados que devengaron el derecho a cobrar prestaciones muy superiores a las que podrán pagarse de aquí a nada. La conciliación de la vida familiar y la laboral no pasa de ser una entelequia, un fracaso estrepitoso de cuya mano vienen los jinetes del apocalipsis demográfico: baja natalidad y envejecimiento. La creciente presión migratoria constituye un desafío sin precedentes para toda Europa y especialmente para los países fronterizos, como el nuestro, responsables de velar por la integridad del espacio Schengen. La propia Unión Europea se resquebraja, se desdibuja, pierde las señas de identidad que le dieron razón de ser, sometida a retos de los que en España apenas se habla porque nadie tiene nada que ofrecer. La crisis de los refugiados ha demostrado la vulnerabilidad e inoperancia de la carísima maquinaria burocrática que sostenemos con nuestro esfuerzo fiscal, no solo a escala nacional, sino también internacional. Una ingente suma de dinero público tirada al sumidero para que vivan como príncipes montones de especialistas en hablar para decir nada. El terrorismo islamista tiende sus redes en nuestras ciudades, recluta a nuestros jóvenes, asesina en nuestros aeropuertos y trenes con frecuencia alarmante. El sistema educativo es un agujero negro que expulsa a los jóvenes de un mercado laboral cada vez más globalizado; un campo de batalla político del que hace tiempo fueron desterrados la lógica y el entendimiento. Y suma y sigue.
El listado de problemas en busca de solución daría para escribir un tratado de los de antes; de esa época en la que intelectuales y gestores de la cosa pública dedicaban más tiempo a pensar que a participar en tertulias, estar en las redes sociales, producir consignas de fácil digestión, perseguir a periodistas críticos, buscar el modo de rascar un voto o leer el «Marca». Años en los que el combate ideológico se elevaba por encima del más rastrero cálculo de escaños y era capaz de provocar ilusión, pasión, esperanza incluso. No ha llovido tanto desde entonces. Algunos incluso guardamos un recuerdo vivo de esa etapa.
Concluye que:
Aún no ha arrancado la campaña electoral que, por decencia, deberían ahorrarnos nuestros líderes patrios, y ya la pereza prevalece sobre cualquier otra emoción. Algunos partidos han defraudado. Otros provocan desconcierto. Uno inspira abiertamente miedo, y su vecino, cierta lástima. Todos, sin excepción, aburrimiento. Únicamente en los sectarios sobrevive el entusiasmo. Pero lo peor es saber que nada de lo que ahora aseguren condicionará su conducta después. Todo será artificio. Se lanzarán dentelladas al cuello los afines condenados a entenderse, en la lucha desesperada por seducir al votante indeciso. Nos espera más de lo mismo. Humo. Tedio.
En El Mundo, Santiago González detalla lo que se está pidiendo por parte de Izquierda Unida en sus negociaciones con Podemos y lo que las huestes de Pablo Iglesias están prestas a dar:
Podemos e Izquierda Unida están todavía enredados en su negociación para concurrir juntos el 26-J. El acuerdo está atascado en lo que todo el mundo pensaba, menos los negociadores: en los escaños que Pablo Iglesias ofrece a Alberto Garzón y los suyos. El joven Garzón, qué hermosa redundancia en ese nombre, considera que sus potenciales socios deben afrontar esta negociación con generosidad y altura de miras, tal como la afrontan ellos, según sus cuentas: en las pasadas elecciones tuvieron la cuarta parte de los votos que Podemos y sus adornos y se conformarían con la sexta parte de los escaños: entre ocho y 12.
Aquí se comprueba que nuestros comunistas no son de ciencias. Sus votos no llegaron a la quinta parte de los que obtuvieron sus socios interlocutores en esta negociación, si bien Echenique hace bien en mostrarse cauto, dada la facundia del otro Pablo a la hora de prometer. El día en que anunció al Rey y a toda España que él iba de vice en un Gobierno presidido por Pedro y presentó a sus ministros y ministras, pidió un ministerio para Alberto, que aportaba dos escaños.
Dice que:
Ahora, que se ve de presi, si su socio multiplica por cinco sus escaños, tendría que nombrar cinco ministros de IU y quizá dos vicepresidentes: viceprimer, Pedro y vicesegun, Alberto. Tal vez se teme que no queden suficientes carteras para el PSOE, aunque esto no debe ser problema para una peña que no sabe lo que es austeridad. El colega Maduro tiene siete vicepresidentes y 28 ministros, o sea que con un poco de buena voluntad habrá pesebres para todos, si me perdonan la metáfora semoviente.
Echenique ofrece cinco puestos en las listas de los de salir y otros cuatro que Dios dirá, o sea que en esto estaban ayer mismo, pese a que Iglesias negara que este asunto fuera importante en la negociación y que hubieran tratado la deuda de IU en lo de Herrera, como si negociar fuera otra cosa que contar pesebres.
Dicen los arúspices del CIS que la suma de votos de las dos candidaturas superaría los del PSOE, si bien parece improbable que les permita traducir eso en número de escaños, sobre todo si se cumple la pérdida de tres puntos que augura la encuesta a Podemos.
La cuestión es que los resultados no diferirán lo suficiente para que la aritmética electoral obligue a los partidos a hacer lo que no quieren, encontrar un acuerdo, no diré que bueno, sino el menos malo de los posibles, capaz de proporcionar un poco de estabilidad y alguna certidumbre a la política española. Es probable que Sánchez se arranque esa misma noche a conseguir un acuerdo con Podemos que lo lleve a La Moncloa y lo atornille en Ferraz antes de oír al Comité Federal, que tampoco tendrá objeciones mayores a su plan.
Y sentencia:
El futuro es impredecible, lo cual indica un grado menos de incertidumbre que el conseguido por Zapatero, al convertir en impredecible el pasado, aunque él fuera un insuperable profeta retrospectivo. Ahora que el jugador grancanario Valerón acaba de anunciar su retirada, recuerden aquel partido de la Eurocopa en que España ganó a Rusia por 1-0. La vice Fernández de la Vega llamó a El País al final del encuentro para comentar el resultado y contar una profecía retrospectiva del maestro. Durante el descanso, ella llamó al presidente hecha un manojo de nervios, pero él puso las cosas en su sitio: «Me dijo que no me preocupara, que íbamos a ganar, pero que tenía que entrar Valerón. ¡Tiene que entrar Valerón!». Valerón entró en la segunda parte y marcó el gol de la victoria en el minuto 14. Pablo ya va cogiendo el estilo, pero aún le queda mucho que aprender.
Raúl del Pozo detalla los líos que va a generar la coalición entre Podemos e Izquierda Unida. En el PSOE es que no quieren ni verla:
La izquierda es muy dada a combatir sus sectas de herejes y, siguiendo esa tradición, el PSOE puede desplegar, atormentado por Podemos, una campaña de agitación contra IU, que fue su «masía» durante muchos años.
En un macartismo de baja intensidad, ya se dibuja una caza de brujas mediática para desbaratar lo que ellos analizan como la Nueva Pinza, segunda edición de aquella que idearon Anguita y Aznar («la misma mierda», dijo Felipe González entonces). Amenazan a IU con el peligro de desaparición, dicen que la coalición representa el comunismo de siempre, insisten en declamar que la confluencia es simplemente el odio al PSOE. Luis Arroyo, asesor de Ferraz, ha escrito: «El interés real de Podemos es cenarse al PSOE, previa merienda de IU». Si Pablo Iglesias tiene esas malvadas intenciones, las disfraza dialécticamente apelando a Antonio Gramsci, que dejó dicho que, «en ciertos momentos, los grupos sociales se separan de sus partidos tradicionales». Aquí, según el líder de Podemos, el bipartidismo ha dejado de servir para entender el sistema de partidos. Aunque reconoce que todas las izquierdas están destinados a gobernar juntas, piensa que las políticas practicadas por el PSOE y el PP apenas se diferencian. «Podemos -dice un destacado militante- quiere enviar al banquillo del campo de juego o al banquillo de la sombra a los que se forraron con la corrupción». Y Julio Anguita declara que el PSOE es una izquierda de estampita.
La confluencia IU-Podemos es vista por los socialistas como una emboscada. En el seno de IU la operación está resultando trabajosa por las listas, los puestos. Gaspar Llamazares se pronuncia contra la fusión: la ve como un número circense. Cayo Lara ha tardado en ver positiva la unidad de las izquierdas pero, como la mayoría de la familias de IU, ya apuesta por el acuerdo. Me dicen en Podemos que el PSOE, con su obsesión infantil de ser la única izquierda, está usando la tenaza neoliberal para evitar la confluencia, enredando en los sindicatos. Entre los 60.000 afiliados de CCOO hay IU, hay PSOE y ya hay Podemos que no salían del armario pero saldrán con la unidad.
Y subraya que:
Según me informa un dirigente de IU, el viejo edifico de la izquierda española chirría y cruje. Hay que levantar un nuevo edificio, y ya no será el PSOE: «Están llamando a IU los del PSOE para decirles que la confluencia será su final». La presión es fuerte. Sobre todo en Andalucía, donde Susana Díaz intenta sublevar a los errejonistas contra Teresa Rodríguez, partidaria a tope del pacto. Teresa, que tiene mucha casta, declara que «el cortijo del PSOE apesta. Se han metido en el ancho de vías del PASOK y no saben salir».
Prepárense para asistir a un festival de ataques ad hominem entre los candidatos para destruir sus argumentos. Felipe González ha comparado a Pablo Iglesias con Marie Le Pen. Susana Díaz insiste en que la coalición de IU-Podemos dejaría a España rota.
En La Razón, Martín Prieto denuncia los palos que se está llevando Rajoy por haber sacado a España de la crisis y como el líder socialista, Pedro Sánchez, puede dejar al país sumido en la ruina:
Apenas acompasado el segundo vals Pedro Sánchez se apresura a oficiar su Oficio de Tinieblas sobre Mariano Rajoy y su partido. «Hay gente pa tó» dedujo Rafael «el Gallo» cuando le presentaron a Ortega como catedrático de Filosofía. Este monotema de ver el monstruo de las galletas en quien viniendo de una mayoría absoluta ha obtenido la primera minoría es infantiloide. Estamos adoptando la costumbre italiana, y ahora portuguesa, de convertir en decimales desechables las mayorías minoritarias. Son legítimas las mayorías por agregación pero no se puede prescindir de una abultada bolsa de lo censo o de todo el centro derecha social.
Explica que:
La demonización de Rajoy es pueril; posee cartas para haber triunfado en la vida privada, ha servido honradamente al Estado con todos los errores de nacido de mujer, y en su denostada legislatura evitó que los hombres de negro se asentaran en Madrid cuando los socialistas lo consideraban inevitable. Al capitán que salva el buque, aún con daños, no se le pasa por la quilla. Tendrá que limpiar el PP, pero con menos esfuerzo que el que necesitará Sánchez para sanear el PSA. Y los «riveritas», aceitando la bisagra, le denostan los días pares y le perdonan los impares.
Hace memoria sobre un hecho paralelo:
En agosto de 1927 Joaquín Rodríguez Ortega, «Cagancho», diestro genial era cartel en Almagro y le tocó en suertes un toro que sabía dónde estaba el cuerpo. Comentó a la cuadrilla: «Ese toro me ha mirado mal». Reventó tres caballos, el diestro le dio unos mantazos largos e intentó asesinarle desde el burladero con estocadas aleatorias. El Sol hervía las cabezas y había corrido demasiado vino.«Cagancho» avisó que no mataba y un tendido se vació en el ruedo arrollando a la Guardia Civil con la decidida intención de matarlo a él. Providencialmente entraba en Almagro un escuadrón de caballería que apartó la horda a sablazo plano rescatando al linchado al Ayuntamiento, poniendo guarda de puertas con arma larga. El gitano de los ojos verdes sigue siendo un hito de la tauromaquia y, además, un generoso hombre de bien que en México, donde falleció, abrió los brazos a todo el que requirió ayuda.
Sentencia que:
Pero en los espectáculos de masas se dan estos desvaríos de Circo romano. Y la política es otro espectáculo de masas. Sánchez, aupado en su histórico fracaso electoral, se niega a advertir que el astado inlidiable, y que también le está mirando mal, lo tiene a su izquierda, y vamos a acabar todos como «Cagancho» en Almagro.