Sí, un día más, este 6 de julio de 2017 tenemos que volver a dar la matraca con Cataluña. Y hasta el 1 de octubre de 2017, fecha anunciada para la consulta ilegal en el reino de ‘Vileda I’, las editoriales y prensa de papel van a venir llenas de opiniones sobre el referendo.
Arcadi Espada despelleja en El Mundo al embajador de España en Washington, Pedro Morenés, y al ministro de Exteriores, Dastis, por la metedura de pata al rebatir los porcentajes del editorial del New York Times en el que se aseveraba que el 9 de noviembre de 2014 se aprobó la independencia de Cataluña. No era una cuestión de tantos por cientos, era simplemente aclararle a los señores del NYT que esa consulta era ilegal:
Solo por razones de decencia democrática el Gobierno debería haber impedido el 9-N. Desde luego, y como supimos anteayer, para evitar que su embajador, y por extensión su sanguíneo ministro Dastis, incurriera en un error clamoroso de partida y no subrayara en su respuesta al periódico la imposibilidad de considerar el 9-N un ejercicio democrático.
Raúl del Pozo avisa a los partidos que desde fuera de Cataluña están defendiendo el referéndum:
Usan toda la bribonería con su golpe para aprovecharse del vacío político de una España cada vez más invertebrada. Pero la mamarrachada no les va a salir gratis.
Teodoro León Groos acribilla a Irene Montero por decir bobadas con respecto a la consulta independentista catalana:
Montero no se ha ahorrado ninguna de las consignas de los indepes, ni siquiera las más pueriles y bobas: «Lo peor que podría hacer el Estado es criminalizar y perseguir a unos ciudadanos que quieren expresarse». Pero, a ver, alma de cántaro, ¿se persigue a los catalanes por expresarse?
El editorial de La Razón exige a Sánchez que sea claro en sus soluciones políticos al conflicto catalán:
Hasta donde sabemos, el PSOE no era favorable de incluir entre los principios que recogería la Carta Magna el de «ordinalidad» (el que evita que las comunidades más ricas pierdan muchos puestos en el orden de renta tras aportar a la solidaridad). De ahí que sea necesario que las «soluciones políticas» sean claras.
Isabel San Sebastián, en ABC, deja bien a las claras que con los independentistas catalanes hay que tomar cartas en el asunto y no poner siempre la otra mejilla:
Dialogar y apaciguar es lo que ha venido haciendo el Ejecutivo español desde que empezó el desafío, invirtiendo en ello miles de millones de euros procedentes de nuestros bolsillos y de la deuda que pagarán, si es que pueden, nuestros nietos. Dialogar y apaciguar sin otro resultado que recibir bofetadas.
Gabriel Albiac dice que en Cataluña se está procediendo a un cierto exterminio de aquellos que no están con la independencia:
Ésa es la clave del exterminio -lo ha sido siempre, en cualquier sitio-: la identificación. Allá donde un político se inventa identidades, ha de inventarse enemigos diabólicos frente a los cuales blindar la suya propia. Sucedió en la Centroeuropa de entreguerras. Sucedió en Yugoslavia. Próxima cita, Cataluña.
Luis Ventoso critica la ausencia de voces contrarias al separatismo catalán dentro del mundo de la cultura progre:
¿Han escuchado alguna vez a Almodóvar, Bosé, Bardem, Trueba, el novelismo nocillero, los columnistas posmodernos o los grandes comunicadores catalanes que se lucran en Madrid criticar con voz alta y clara el desbarre separatista y defender la valía de su país, España? No, porque en el país acomplejado y estúpido que estamos construyendo un proyecto xenófobo, rancio y totalitario les parece más chachi que dar la cara por España.
