El caso de la tesis de Pedro Sánchez se está poniendo interesante. El presidente del Gobierno sigue erre que erre con la defensa a ultranza de su trabajo universitario para alcanzar el grado de doctor en Económicas, pero la realidad es que incluso la propia Moncloa reconoce que pudo haber entre el 1 y el 13% de plagio. ¿La respuesta gubernamental? Cargar contra el mensajero, en especial ABC.
Por eso, editoriales y tribunas de opinión cargan este 15 de septiembre de 2018 contra el jefe del Ejecutivo por haber atacado a los medios que le han puesto entre la espada y la pared.
ABC, el principal medio señalado por Sánchez, asegura que a ellos no les va a callar el mandatario:
ABC reitera que la tesis de Sánchez incurrió en plagios -reconocidos en un 13% por La Moncloa- no enmendados por unas referencias genéricas a los autores que se contienen en la bibliografía final, porque esos autores debieron constar citados a pie de página y a continuación de su texto literal y entrecomillado.
Sus amenazas a ABC no disuelven la verdad de los hechos informados en estos días y de los que se informen en el futuro. Durante años, Pedro Sánchez ha escondido su tesis doctoral, pese a que ha expresado recientemente su orgullo por ella. Sólo cuando ABC ofreció a la opinión pública datos concretos no desmentidos, el presidente del Gobierno se vio forzado a rectificar -otra vez, otra más- y dar publicidad al texto. Eso sí, embarcando antes a la Presidencia del Gobierno, como si fuera su responsabilidad, en el filtrado de la tesis por unos programas de detección de plagios. No era incumbencia de La Moncloa semejante respuesta, sino de la Universidad Camilo José Cela. Sin embargo, los nervios pasan estas facturas.
Salvador Sostres invita a Pedro Sánchez a convocar elecciones ya si no quiere verse hundido allá para 2020:
Lo que tendría que hacer Pedro Sánchez es leer bien su momento, dejar de aferrarse al cargo con la inseguridad de los más mediocres y ser capaz de pensar un poco más a largo plazo: y ni siquiera me refiero a los intereses de España, sino a sus propios intereses políticos y personales. De nada le servirá a Sánchez arremeter contra ABC y tratar de negar lo innegable. No conseguirá más que desprestigiarse, lo mismo que le sucedió ayer al Gobierno con la lamentable rueda de prensa de su portavoz que, nerviosa y acorralada, hilvanó un infinito repertorio de tonterías que con toda probabilidad lastimaron todavía más las halagüeñas expectativas electorales que el PSOE tenía a finales de agosto.
Luis Ventoso se une a la petición de Sostres:
A medida que se ensanchan las vías del agua que harán zozobrar a Sánchez, Isabel Celaá, su ministra portavoz, ha ido perdiendo la serenidad zen que la adornaba. La rueda de prensa del consejo de ministros de ayer estaba programada como una gran celebración propagandística de la exhumación del más estrecho colaborador de este Gobierno (Franco). Pero la turbia tesis doctoral del presidente, destapada por ABC, se interpuso y monopolizó la rueda de prensa. Celaá fue perdiendo la flema. Visiblemente enfadada por las críticas de la oposición y las revelaciones de este periódico, comenzó a hacerse una pregunta retórica: ¿De qué hablamos?. Hablamos de un desastre que demanda elecciones inmediatas.
Ramón Pérez-Maura le suelta una buena a la APM por su manera de mirar hacia otro lado respecto a los ataques de Sánchez a ABC:
Vivimos horas muy difíciles. Es la primera vez en la historia de nuestra democracia que un presidente del Gobierno procede directamente contra un diario. Por supuesto, la Asociación de la Prensa de Madrid mira para otro lado. ABC y sus 115 años de periodismo perseguido por la dictadura de Primo de Rivera, por la II República Española, por la dictadura del general Franco y ahora por Sánchez, no merece su respaldo. Resten tranquilos. Tampoco contábamos con ello. Pero que no haya lugar a duda. Estamos donde estábamos: con la verdad.
Ignacio Camacho asegura que lo que más daño le ha hecho al presidente es que el plagio haya venido en pleno festín de la exhumación de Franco:
Sánchez está molesto, y es comprensible, porque el escándalo le ha estropeado el paso. Y más en su previsto día grande, el del decreto para desenterrar a Franco. Sus socios, lo mejorcito de cada casa, le van a echar un cable vergonzante para que el Congreso no lo ponga colorado. Pero en sus adoradas redes sociales, en la prensa internacional y hasta en los bares de barrio, su ya poco brillante mandato aparece deslucido por un debate sobre la palabra innombrable: plagio.
Alberto García Reyes señala que al jefe del Ejecutivo le ha podido su ego:
A Pedro Sánchez lo han acorralado sus propias ínfulas. La vanidad es la peste del siglo XXI a pesar de que nunca como ahora ha habido menos motivos para engreírse. Porque en la tesis del presidente se juntan todas las miserias que denunciaba Camba. Primero, fingir una gran estatura intelectual usando zancos. Segundo, utilizar unas alzas de pésima calidad. Y tercero, implicar a la universidad en la estafa. El ejemplo es deplorable.
El País, en su línea habitual, decide echar porquería contra Albert Rivera y contra ciertos medios a los que no nombra. En fin, Soledad Gallego, cada día más sola:
Lanzar en el Parlamento la acusación de plagio o a la existencia de un coautor oculto de una tesis alegando «dudas razonables», como hizo el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, sin aportar la menor prueba y con el altavoz cómplice de algún medio de comunicación, es un asunto político. Una cosa es el escrutinio deseable de los políticos electos y otra dar al Parlamento un uso espurio, confiando en que la repercusión mediática que proporciona esa tribuna institucional actúe como un foro de propaganda que amplifique los mensajes sin contrastar.
La Razón se queda a medias porque critica la táctica del presidente Sánchez de arremeter contra la oposición, pero se queda mudo respecto a los ataques a los medios que han puesto en solfa la tesis del socialista:
Está claro que este es un tema que le preocupa al Gobierno porque la imagen de Sánchez sale dañada y porque sus cien días en la Moncloa quedan seriamente desdibujados entre dimisiones -van dos, más una directora general- y continuas rectificaciones. Sólo así puede entenderse las inaceptables acusaciones vertidas ayer por la portavoz Isabel Celaá a los partidos de la oposición: decir que su intención es la de «abatir» al presidente del Gobierno no es la expresión más adecuada, ni «atacar» o «acosar personalmente». Sánchez tenía que haber puesto de dominio público su tesis y no abrir todas las especulaciones. La oposición tiene la obligación de reclamar al presidente que cumpla con lo dicho: Sánchez quiere claridad en la política, pero sólo cuando la puede exigir a sus adversarios.
El Mundo lo tiene claro, el presidente no acallará a los medios por muchos burofaxes que utilice:
El presidente del Gobierno no puede seguir negándose a despejar públicamente todas las dudas que suscitan la elaboración y el contenido de su tesis doctoral. No es de recibo que Pedro Sánchez esté activo en las redes sociales y se niegue a someterse a una sesión de control en la sede de la soberanía nacional después de las posibles irregularidades en la redacción del texto académico que hemos publicado los medios de comunicación. Como también es un error, que demuestra hasta qué punto Sánchez está inseguro en esta cuestión, el enfrentamiento con la prensa, a la que pretende amedrentar con amenazas de querellas si continuamos publicando informaciones referidas a una tesis a la que solo desde ayer por la mañana se puede acceder libremente en formato digital. Existen antecedentes en nuestra democracia de otros presidentes que intentaron acallar a los medios, afortunadamente sin demasiado éxito, como acredita la trayectoria de este periódico. El presidente envió ayer a esta redacción un burofax pidiendo una retractación y El Mundo se ratifica en lo publicado.