Andrés Aberasturi – Y a cambio ¿qué?


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

Mire usted por dónde ahora resulta que voy a avalar con mi dinero la deuda de los bancos. Por lo visto son cien mil millones de euros -una cifra difícil de imaginar- que, divididos entre los cuarenta millones de españoles -dejemos que seis millones no asuman esa responsabilidad- nos sale a dos mil quinientos euros por cabeza, de lo que se deduce que a una media de cuatro miembros por familia, son diez mil eurillos de mi unidad familiar dedicada a avalar a una banca que me sablea cada vez que estoy en números rojos y me da una miseria de risa cuando estoy en saldo positivo, que me cobra comisiones por disponer de «mi» dinero en un cajero, por pagar con un talón, por transferir a otra cuenta, por no tener una hipoteca, por tenerla, por saludar, por ser bajito, por existir… me cobra y me cobra y nunca se sacia.

Pero vale; ¿para qué engañarnos? Si se va al garete el sistema financiero, en el garete nos encontraremos todos, así que lo mejor es resignarse y poner esos diez mil euros. Pero a cambio de echar esa manita ¿qué?

Cuando se apruebe semejante medida en el Congreso, habrá que exigir algo como contrapartida: vale que les saquemos las castañas del fuego, pero vamos a empezar a tomarnos en serio esos continuos y pequeños atracos de las comisiones, por ejemplo; vamos a revisar la absoluta desproporción entre lo que cobran y lo que pagan según seas deudor o tengas saldo favorable, vamos a pedir que se limiten de alguna forma los sueldos de los consejos de administración y a ver que pasa con esos blindajes radicalmente inmorales.

Se equivoca Rajoy -muy en su papel de oposición- cuando dice que aunque las medidas son necesarias no van a ayudar a las familias y a los trabajadores; lo que hundiría a trabajadores y familias sería no sanear el sector aunque lo tengamos que hacer entre todos. Si tiene razón en que todo ese dineral que el Gobierno ha aprobado, hay que vigilarlo con lupa, con luz y contables no vaya a ser que al final se vaya un solo euro por las extrañas cañerías que hay en los subsuelos de la banca.

¿Será esto suficiente? El tiempo lo dirá porque la sensación que se palpa en la calle es que ni ellos mismos saben que agujeros tienen. O quien sea no nos informa o nadie tiene ni idea: uno no entiende como el Santander compra y compra mientras otros venden y venden; uno no entiende que el barril de petróleo se pusiera a por las nubes por culpa de la demanda de los países emergentes y baje luego en una semana más o menos a casi la mitad ¿los países emergentes han dejado de emerger de la noche a la mañana o es que no era ese el problema? ¿Y qué se sabe del precio de los cereales en particular y de los alimentos básicos en general? Porque aquí con salvar la banca y que los bolsas dejen de caer, parece que ya se ha terminado el problema cuando lo que realmente se ha terminado es una época, mucho más que un ciclo: una forma de entender el mundo que se ha quedado anticuada, anclada en un Siglo XX que ya no es, como tal vez la crisis del 29 se debió a que el mundo seguía modelos decimonónicos superados.

Ellos sabrán, pero si de estas apreturas no salimos reforzados los ciudadanos frente al capitalismo feroz del primer mundo voluntariamente amnésico con los países subdesarrollados, de nada habrá servido salvar un sistema que sólo ha sido víctima de sus propios excesos.

Andrés Aberasturi.

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