Esther Esteban – Más que palabras – Javier y la selección genética


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

Cuando Javier vino al mundo el pasado domingo, su hermano Andrés de 6 años volvía a nacer. La sangre de su cordón umbilical va a ser utilizada para hacer un transplante de médula a su hermano mayor que puede salvarle la vida. Los padres de los dos pequeños, Soledad y Andrés, habían oído hablar vagamente de las investigaciones sobre células madre.

Estaban desesperados desde el mismo día que a su primer hijo le diagnosticaron la beta talasemia mayor, nombre con el que se denomina a la forma más grave de anemia congénita, una terrible enfermedad hereditaria que acabaría con su vida en pocos años. La solución pasaba traer al mundo un bebé seleccionado genéticamente para poder ayudar a su hermano y, lógicamente, ellos no se lo pensaron.

¿Qué padres no harían lo humanamente posible por salvar la vida de su hijo? La oposición de algunos a la selección de embriones con fines terapéuticos por considerarla éticamente reprobable no tiene ningún sentido en este caso. Creo sinceramente que sí es ético concebir un hijo para salvar otra vida. En este caso y en otros similares, amparados por la ley de reproducción asistida, el fin si justifica los medios. Ya sé que para conseguir ese fin los medios utilizados implican la eliminación de muchos embriones, pero me es muy difícil poder entender cómo alguien puede negarse a la evolución de la ciencia cuando ésta trae vida y esperanza, cuando se trata de vencer al dolor y la enfermedad. Respeto, como no podía ser de otra manera, las convicciones éticas, religiosas y morales de cada cual pero si existe la mínima posibilidad de salvar a una persona, si se hace con la salvaguarda de la ley y si además como en este caso el resultado es un hijo querido y deseado, sobra cualquier otro tipo de polémica.

Javier vino al mundo para salvar a su hermano Andrés cuyo destino hubiera sido estar permanentemente haciéndose transfusiones, tener problemas de crecimiento, ver cómo su vida se apagaba al aumentar el tamaño de su hígado y su bazo y padecer una enfermedad cardiaca terminal. Si todo ese dolor y sufrimiento se le ha podido evitar a él y a su padres, si además tiene un nuevo hermano doblemente querido ha triunfado la vida. Con cosas así una se reconcilia con el ser humano.

Esther Esteban.

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