Andrés Aberasturi – Salvemos al enfermo


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Se ha generado tal expectación alrededor de la famosa cumbre de Washington, que lo que pueda ocurrir allí va a defraudar muchas esperanzas. Si al panorama mundial le añadimos la incertidumbre hasta casi el final de la participación de España, la cita de la capital federal puede concitar incluso los mismos niveles de audiencia de «Mira quién baila» salvo que el titulo debería ser «mira quién habla y a ver qué dice». Porque esa es otra: el G-20 ha terminado convirtiéndose en un G-23 gracias a invitados no previstos y si uno echa un vistazo general a la mesa, no es que la mitad sean del Atlético y la otra mitad del Real, unos cuanto más del Barcelona y otros de El Español, es que la cosa es más complicada aun: unos van a hablar de baloncesto, otros de fútbol, no sé cuantos de polo y hasta es posible que un grupo hable de equitación. La metáfora, aunque reconozco que me ha salido un poco rebuscada, creo que se entiende.

Lo que todos tienen claro es el único denominador común que les ha llevado allí: la crisis económica global que empezó en EEUU, se extendió a la UE y la pagarán muy cara y más pronto que tarde los países en vías de desarrollo. Los allí reunidos van a tener, al parecer, ocho minutos ocho (al menos es el caso de España) para agitar la varita mágica y que el conejo de la suerte vuelva a sonreír en los bolsillos de todos. No es fácil.

Cada uno de los países representados tiene sus propios problemas que coinciden en parte con los de los demás pero que a la vez se diferencia del resto y lo que parece evidente es que la recetas posibles difieren mucho más que los problemas comunes. Imagínense el panorama: en España no se ponen de acuerdo Gobierno con oposiciones (ver debate sobre presupuestos); pero tampoco este descuerdo significa que estén de acuerdo las oposiciones que se oponen entre si cada una con sus medidas. En la UE, salvo grande principios generales que lógicamente todos asumimos porque son sólo eso, grandes principios generales, cada país mantienes sus propias posiciones y ofrece las soluciones que no son necesariamente las mejores para todos sino para él y sus circunstancias, pese a los esfuerzos de Sarko. ¿Qué no ocurrirá, visto el visto, en el G-23?

La única esperanza es que ya no se ven las orejas al lobo porque el lobo está ahí, en mitad de la reunión vestido de futuro más que incierto, pero ya presente de cuerpo entero en forma de crisis; no es un amenaza sino una realidad y en las manos de los reunidos está la posibilidad de amansarlo o enfurecerlo aun más. Personalmente ya he dicho que no tengo demasiadas esperanzas porque en general, las esperanzas y los intereses particulares caminan por aceras distintas. Sólo nos queda confiar en el buen juicio y en el miedo común, en que la reunión sea el comienzo de otras mas serenas y -sin señalar a nadie, que quede claro- que no se le vaya la olla a ninguno y empiece a teorizar sobre fantasmas del pasado o utilice sus minutos en lecciones histórico-políticas. Salvemos al enfermo que tiempo habrá para luego opinar sobre el origen del virus.

Andrés Aberasturi.

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