¿Por qué no?


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Cuando algún crimen especialmente aborrecible nos estremece siempre se alzan voces clamando por endurecer las leyes. No son pocas las veces en que simplemente repasándolas caemos en la cuenta de que el cambio que reclamamos como nuevo en realidad ya se había concretado tras el penúltimo crimen especialmente aborrecible sin que el cambio legal haya podido por si solo evitar el próximo – por ejemplo en la violencia de género, por ejemplo con ETA, o cuando mata un menor. Vivimos en un modelo de sociedad en lo que manda es «el espectáculo», y un cambio legal es siempre menos noticia que el vacío que viene a tapar. Con infinitamente menos ruido social y mediático del que propició su carencia, por ejemplo, acaba de ponerse en marcha el registro unificado de pederastas y violadores reclamado tras el horror de «caso Mari Luz», dicho sea sin más ánimo que el de dejar constancia de que los denostados los políticos – el gobierno, el parlamento – también hacen a veces bien y a tiempo su trabajo. Pero, cada vez que la realidad lo exija tendremos que reabrir este debate sin fin

El sábado el clamor volvió a oírse en Madrid, miles de familias otra vez en defensa del derecho a la Justicia de otra niña vilmente asesinada, a la que aun no se ha encontrado. Cadena perpetua para los culpables, pedían miles de personas. Yo solo hago mío el grito que rasgaba el ambiente, «todos somos Marta», cualquiera de los padres y madres españoles podríamos estar hoy en el caso de ese padre y de esa madre. Cambiar las leyes para adaptarlas a la realidad de un mundo en el que el recurso a la violencia gratuita en la ficción esta banalizando el recurso a la violencia para dirimir las frustraciones o las disputas y adaptar los delitos a la imaginación o la maldad de los delincuentes y la penas a la vida humana, es el mecanismo de defensa de una sociedad tan globalizada y compleja como la nuestra

¿Cadena perpetua, sí? ¿Cadena perpetua, no? Entendida literalmente, toda la vida en la cárcel hasta la muerte, yo voto que no porque creo que sería un paso hacia la venganza y no hacia la justicia, contra la civilización, una vida por otra: dos errores. Pero incrementar los años de la pena máxima, ¿por qué no? Cuando la esperanza media de vida oscilaba entre los sesenta o los setenta años, veinte años efectivos de cárcel eran casi una vida para los asesinos más viles; pero ya no es así. Si la nueva esperanza de vida humana frisa los cien años, ¿qué hay de malo en adecuar las penas por los delitos más graves y odiosos a la nueva dimensión humana de la vida?

Consuelo Sánchez Vicente

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