El Abanico – Los retos de la mujer del siglo XXI.


MADRID, 10 (OTR/PRESS)

Desde que en 1931 se permitiera votar en España a las mujeres se han dado pasos de gigante si exceptuamos los años de oscurantismo de la guerra civil y de la posguerra, donde la mujer quedó relegada a un lugar secundario, al menos hasta que en 1962 se promulgó la Ley de Derechos Políticos y Civiles de la Mujer, gracias a la cual muchas pudieron acceder a carreras y cargos que hasta ese momento les estaban vedados.

Un proceso que culminó con la aprobación de la Constitución de 1978, que reconoce la igualdad de hombres y mujeres ante la Ley, sin discriminación de raza o sexo, lo que ha permitido que la igualdad consagrada en el ordenamiento jurídico sea la condición necesaria, aunque no suficiente, para conseguir esa igualdad real a la que sólo se puede acceder mediante los códigos de conducta y los valores educativos.

Pero todavía queda mucho camino por recorrer, por más que ya tengamos una Ley de Divorcio que permite poner fin a aquellas relaciones que no satisfagan a los cónyuges; una Ley del Aborto, que aunque polémica, ayuda a solventar un problema que sigue atormentando a las mujeres y levantando ampollas entre una parte importante de la población católica. Pero siendo todas estas leyes necesarias, qué duda cabe que es la Ley contra la violencia de género la que ha logrado calar más hondamente entre los políticos y los ciudadanos, ya que intenta impedir que sigan muriendo mujeres -algunos hombres también, aunque en menor número-, en manos de sus maridos o compañeros sentimentales, a veces incluso delante de los propios hijos. Un cáncer éste que se ha cobrado muchas vidas y al que se intenta combatir desde todos los frentes -el judicial, el policial, y el familiar, convenciendo a las victimas de maltrato de que deben denunciar a quiénes intentan destruirlas por la fuerza-. Algo que se está haciendo, aunque con resultados desoladores, si tenemos en cuenta el gran número de mujeres que han muerto en los últimos años, porque es difícil saber qué pasa por la cabeza de un hombre cuando mata a cuchilladas a la mujer con la que ha compartido parte de su vida.

Qué nadie se equivoque, las mujeres no queremos que nos regalen nada por el hecho de serlo, pero sí que se nos reconozcan nuestros méritos, que en igualdad de condiciones laborales y profesionales no se nos discrimine por el sexo. Se acabó tener que demostrar todos los días, a todas horas, en todos los lugares, que eres una super wooman, que puedes con todo, con la familia, con los hijos, con la casa, con el trabajo, sin ni siquiera despeinarte.

Hacer compatible la vida personal y laboral es quizá, hoy por hoy, el tema más peliagudo que tenemos pendiente, porque no afecta sólo a las mujeres, afecta a toda la sociedad. Las mimbres de lo que debería ser una relación satisfactoria e igualitaria están puestas, no en todos los estratos sociales, ni de la misma manera, porque eso es algo que madres y padres deberían enseñar a sus hijos desde la cuna. La letra que se enseña en las casas, no se olvida, tampoco lo que se enseña en las aulas, de ahí que se deba exigir a los profesores, a los directores de los colegios, que no hagan distingos entre chicos y chicas, que les enseñen a respetarse. Una palabra en desuso que es, creo yo, la base de la buena convivencia, no sólo entre los adultos, también entre padres e hijos, o entre hijos y abuelos.

Con motivo del Día de la Mujer trabajadora, sería interesante que hiciéramos un repaso de las injusticias que se han cometido y se siguen cometiendo contra las mujeres, para que no volvamos a repetirlas, pues como bien dice Carmen Iglesias, siempre existe la posibilidad de que demos un paso atrás, y eso es algo que debemos evitar a toda costa.

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