Fernando Jáuregui – Al fin, una buena noticia.


MADRID, 17 (OTR/PRESS)

En realidad, es una noticia solo relativamente buena: los secuestradores han salido de rositas, es probable que tengamos que devolver -haciendo piruetas jurídicas– a los dos piratas detenidos en Madrid. Y alguien –¿de momento el Estado español?– ha pagado a unos delincuentes casi cuatro millones de dólares, salvo error y posteriores explicaciones. Pero la parte buena es que la pesadilla ha terminado, que los pescadores están libres y que la conmoción política y legal da paso a una nueva etapa: la de pensar qué se ha de hacer ahora para que nunca, jamás, vuelva a repetirse algo como lo que hemos vivido, sobre todo lo que los secuestrados y sus familares han vivido, estas últimas semanas.

Ahora se puede decir que había dimisiones -dimisiones consecuentes y responsables– planteadas sobre la mesa en el caso de que el desenlace de este secuestro hubiese sido diferente al que ha sido. Eran momentos en los que la impresión era la de que los «malos» ganaban, mientras los «buenos» se peleaban entre sí para echarse la culpa de los platos rotos. En la misma medida, ahora cabe felicitarse por el buen tino de los negociadores gubernamentales, de la oposición que supo callar a tiempo y de los medios de comunicación, en general, que hemos contribuido, parece, a sosegar los ánimos. Sin olvidar la actitud de los familiares y de los propios secuestrados, que han evitado cualquier resbalón peligroso. Acerca del comportamiento de ciertos jueces, no parece ahora el momento de los reproches, que, además, puede que ni siquiera fuesen procedentes.

Lo importante, insisto, es procurar ahora que no haya más «casos Alakrana», ni más «Playa de Bakio». Que los malhechores no puedan repetir sus fechorías, que el orden internacional se mantenga. Que los bufetes internacionales que, so pretexto de cooperación humanitaria, sirven para dar cobertura a los rescates exigidos por los piratas, sean inhabilitados. Que los países europeos, los más afectados, cooperen a restaurar un orden profundamente alterado. ¿Cómo hacerlo? Obviamente, no soy yo quien tiene que ofrecer las recetas; pero es evidente que, desde darse una legislación eficaz a nivel internacional hasta el uso de la fuerza razonable, razonada y proporcionada, hay un abanico de acciones que pueden ensayarse. Que hay que ensayar.

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