Victoria Lafora – A palos, no.


MADRID, 26 (OTR/PRESS)

Las imágenes de la represión policial en los aledaños del Congreso de los Diputados, que han dado la vuelta al mundo, son la guinda que faltaba a la deteriorada imagen de España como país solvente y moderno.

Ancianos respetables con una brecha en la cabeza, porrazos indiscriminados contra todo lo que se moviera. En suma, sesenta y cuatro heridos, dieciséis de los cuales requirieron hospitalización, dan idea de la brutalidad empleada por la policía siguiendo las estrictas órdenes de la Delegada del Gobierno en Madrid. Es cierto que un grupo de incontrolados intentó tirar las vallas que cerraban la Carrera de San Jerónimo, pero había policías suficientes para impedirlo sin necesidad de perseguir a manifestantes pacíficos por el Paseo del Prado.

La estampa recordaba tanto la de otros tiempos, con los policías vestidos de gris pero con las mismas porras, que causaba vergüenza. Los diputados, objeto de la indignación popular, oían desde el pasillo que separa ambos edificios los disparos de las pelotas de goma, los gritos y las sirenas. El desprestigio de la política alcanzó el martes su listón más alto en una campaña de descrédito de las instituciones democráticas muy peligrosa.

Es cierto y evidente que la ciudadanía tiene la amarga sensación de que la clase política vive ajena al sufrimiento que la crisis y los continuos recortes está provocando en los más desfavorecidos. Que, aferrados a sus prebendas, los diputados no sintonizan con el malestar general. Por eso las manifestaciones son llamadas de atención a las que habría que prestar oídos y respetar. La convocatoria, sin duda, fue desafortunada. La sede de la soberanía popular es inviolable. Pero la represión causa sonrojo aunque al ministro del Interior le parezca proporcionada y ejemplar. Seguramente ningún familiar suyo se encuentra entre los ingresados en centros sanitarios.

Y todo ello, al margen de no medir que las acciones violentas de la policía lo único que producen es aumentar el número de descontentos e incrementar la tensión en la calle. Y si no, al tiempo.

Fernández Díaz, al felicitar a la policía, aseguró que había un grupo de manifestantes extremadamente violento. ¿Y los demás qué? ¿Los pacíficos también se merecían los palos? En la misma línea la Delegada del Gobierno, tan de orden y correaje, aplaudiendo el enconamiento con el que se siguieron sus órdenes.

Posiblemente el responsable de Interior esté teniendo que demostrar al sector más «duro» de los suyos que no es un blando, que la libertad condicional del etarra Bolinaga no es un guiño a los terroristas ni un bajarse los pantalones, que cuando hace falta se apalea como es debido para bajar los humos a los que no les gustan los recortes del PP.

Los grupos políticos de la izquierda parlamentaria deberían emitir un comunicado solidarizándose con las familias de los heridos y abrir los ojos para ver cómo está el patio.

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