Fernando Jáuregui – Rajoy, desde la distancia, salva el cuello


MADRID, 2 (OTR/PRESS)

Debo confesar que, por primera vez en tres décadas, dejé de asistir presencialmente a un debate parlamentario importante; compromisos profesionales me retuvieron en Nueva York, desde donde seguí parcialmente la comparecencia de Mariano Rajoy -perfectamente previsible–, de Rubalcaba y de los demás -ídem–. Creo que la crónica se podría haber escrito casi antes de que comenzase la sesión en el Senado.

Fue un acto político al que los medios norteamericanos, absortos en las equivocaciones de su propio presidente, que ha dejado que el «espía» Snowden provoque una crisis diplomática de altura con Rusia, le han concedido importancia bastante secundaria.

Yo diría que el caso español, ahora que las cifras del paro mejoran y hasta la señora Lagarde, la miopía hecha persona en el FMI, elogia la trayectoria económica de nuestro país, está amortizado. Al menos, para los hasta no hace demasiado tiempo crueles periódicos anglosajones, de color salmón o no.

A mí, desde la distancia, me parece que Rajoy se afianzó, no tanto gracias a los palmeros nacionales como a la indiferencia con la que su discurso en el Senado ha sido acogida en los medios internacionales: comparado con Berlusconi, que eso sí que es un bombazo para la prensa USA, el presidente español es, desde el punto de vista noticioso, casi nada. Y convengamos, desde luego, en que, desde un punto de vista ético -y estético_no hay equivalencia entre el archicorrupto político-magnate italiano y el circunspecto, y yo creo que básicamente honrado, político-funcionario español.

Claro que una cosa es que Rajoy haya salvado el cuello, por mucho que algunos se empeñen -es la labor de la oposición, supongo_en que hay que cortárselo, y otra muy diferente es haber convencido a la opinión pública.

Ya hay encuestas en marcha para conocer el grado de aceptación ciudadana de las explicaciones del inquilino de La Moncloa, y me temo que no va a salir demasiado bien parado. Lo que yo vi –insisto: desde la distancia– me dejó con ansias de más. Más explicaciones, sin duda, entrando a fondo en los «papeles» del por fin nombrado Bárcenas. Pero, sobre todo, más perspectivas políticas.

¿Cómo es posible que Mariano Rajoy, que es un profesional de la cosa desde hace tiempo, no aprovechase la ocasión para plantear una reforma política de gran calado, incluyendo la desde su punto de vista por lo que parece intocable Constitución? ¿Cómo no planteó nuevamente ese gran pacto del Cambio, que, gracias al maldito Bárcenas, se ha alejado para varios años?

Y ya que estamos: ¿cómo no lo hizo Rubalcaba, que tiene aún mayor experiencia que Rajoy? ¿Cómo no lo hizo casi nadie? El «pleno parlamentario extraordinario Bárcenas» debería haber tenido una segunda parte, la del «pleno extraordinario de la regeneración política en España». Seguramente, los titulares de los medios hubiesen sido diferentes y Rajoy habría, acaso, obtenido algunas líneas más en el «New York Times». Y quien suscribe, en lugar de alegrarse de haber estado a miles de kilómetros de un debate con tan poca sustancia, lamentaría habérselo perdido, mecachis.

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