Isaías Lafuente – ¿Preferimos que no espíen?


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Cuando vamos a ver un espectáculo de prestidigitación sabemos que nos engañan, lo que queremos es que la torpeza del mago no lo evidencie. Y cuando llevamos a nuestros hijos a ver un guiñol, sabemos que la rana ni se mueve ni habla, lo que esperamos es que los hilos no se vean ni la cabeza del manipulador aparezca a los pies de la marioneta. Algo parecido sucede con los espías. Tenemos la certeza de que existen y de que su actividad está en el filo de la legalidad, incluso nos deslumbran sus historias en la ficción, lo que nos escandaliza es que sus prácticas reales se aireen.
Debemos reconocer que ante el espionaje nuestros principios éticos tambalean. Espiar al enemigo nos parece bien, hacerlo entre amigos suena a deslealtad. Si conocemos que un ataque terrorista se desbarata gracias al trabajo de un servicio secreto la cosa nos parece estupenda, pero si se desvelan las miles de acciones que hubo que desechar antes de llegar al asesino, la mayoría sobre ciudadanos de bien, entonces nos indigna. Incluso ignoramos que el presunto terrorista antes de ser detectado era en apariencia un ciudadano de bien con sus derechos constitucionales intactos, entre ellos el del secreto de sus comunicaciones.
Sería fácil responder que el límite está en la legalidad, pero para ello ya tenemos a las fuerzas policiales y no necesitaríamos aparatos a los que antes de llamarlos eufemísticamente «agencias de inteligencia» eran «servicios secretos». ¿Preferimos que no existan? Cada quien tendrá su legítima respuesta. Lo que parece evidente es que si por su impericia dejan sus vergüenzas al aire alguien tendrá que dar explicaciones y la ciudadanía y los Estados tendrán el derecho a exigir responsabilidades.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído