Siete días trepidantes – El salto en el vacío (uno más) de Ruiz-Gallardón.


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

A través de una entrevista en la que obviamente se sentía cómodo, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, revolucionó los últimos días agosteños anunciando un proyecto para reducir el número de aforados en España de más de diecisiete mil quinientos -sin contar casos especiales, como las fuerzas de Seguridad- a solamente veintidós. El viernes, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría salía -primera comparecencia tras el Consejo de Ministros que ponía fin a las vacaciones oficiales- a aguar un poco el incendio de reacciones, señalando que el tema se ofrecerá como consenso a otros partidos. Pero advertía sobre las «dificultades técnicas» de una reforma que implicaría el primer cambio «sustancial» de la Constitución. Y de eso precisamente se trata: de que la nueva propuesta de Ruiz Gallardón, que ya combatió esta idea, que ahora ha hecho suya, cuando la propuso Rosa Díez, de UPyD, en el Parlamento, no va a ser posible, lástima.
Ahora vienen nuevos tiempos y, aparentemente, el titular de Justicia, que no se resigna al anonimato, se apunta a la moda regeneracionista. ¿Qué mejor que la reducción de aforados, vistos, sin demasiado análisis, aunque probablemente con cierta razón, como unos privilegiados por la sociedad española? Naturalmente, la idea ha encantado a la oposición liderada por el socialista Pedro Sánchez: se abre una compuerta para la reforma constitucional que él y otros sectores políticos, sociales y económicos predican. Pero esa reforma no podría quedarse apenas en el artículo 102 de la ley fundamental y en varios estatutos de autonomía: se supone que la próxima vez que Sánchez vaya a ver a Rajoy llevará en la carpeta otras muchas medidas «regeneracionistas»… que dudo de que tengan espacio y tiempo para llegar a un consenso, ya tardío, en torno a ellas dentro de esta Legislatura..
En todo caso, no va a haber tiempo para que unas autonomías lanzadas ya a los preparativos de las elecciones de mayo, incluyendo búsqueda de candidatos en algunos casos, se lancen a consensuar y legislar esas modificaciones, y supongo que Ruiz-Gallardón, al lanzar su propuesta ante micro amigo, lo sabía. Sabía que esta reforma, como la del aborto, como la del poder judicial, como tantas otras que ha predicado y no ha podido llevar a cabo, era otro brindis al sol. También quiero suponer que, antes de lanzarla, se la habría comunicado a sus superiores en el Ejecutivo. Desde luego, no les contó nada a los órganos de la Judicatura, que están que trinan ante esta idea que supone desaforarles por primera vez desde 1931.
El Ejecutivo, que ha estado bastante silencioso todo este verano de «pasión catalana», da la sensación, así, de que lanza una propuesta regeneracionista para su debate interminable, una especie de distracción para ir completando lo que de verdad parece que le interesa: la reforma electoral municipal que ayude al PP a mantener su abrumadora mayoría de alcaldes en capitales de provincia. Una reforma, ésta de dar el bastón de mando de alcalde al más votado, sin más, que haría trizas, sobre todo, al PSOE. ¿Es que se trata de acabar de hundir al principal partido de la oposición? ¿Qué ocurrió con aquellos cantos al bipartidismo hechos por Rajoy en su última rueda de prensa, aquel ya lejano primer día de agosto?¿Se trata de agitar aún más las aguas de unos partidos que, desde UPyD hasta Vox, desde Izquierda Unida hasta «Podemos», están mostrando sus debilidades e inestabilidades?

Creería más en esta nueva normativa «municipal» si el reparto de fuerzas políticas estuviese más consolidado, si hubiese una exacta proporcionalidad -o un sistema mayoritario- como marco electoral general, y no consistiese éste en un conjunto de apaños y trucos hechos en su día para favorecer a unos y minimizar a otros. Así, estando, como estamos, en régimen de cuasi partido único, no acabo de ver la urgencia de este cambio, que beneficiaría a partidos como Esquerra -menuda denuncia la del ex vicepresidente de la Generalitat Carod, acusando a Convergencia de llevarse el cinco por ciento de las obras públicas- o a Bildu, aunque más que a nadie, desde luego, a los «populares» , que verían como «un daño colateral» este incremento de alcaldes separatistas.
Me parece, una vez más, esencial la vuelta al diálogo, al acuerdo, al espíritu regeneracionista colectivo. Rajoy ha tenido un buen verano, tanto en cuanto a su presencia como uno de los «importantes» europeos, como a la hora de lograr colocar, ganándose la benevolencia de Angela Merkel, en las estructuras de la UE a piezas importantes que representan a España. No estoy del todo seguro de que el presidente del Gobierno central haya regresado del todo imbuido de ese espíritu nuevo que ha entrado por las ventanas de muchas instituciones, desde La Zarzuela a la Conferencia Episcopal, pasando por el principal partido de la oposición y por las restantes formaciones, la Convergencia Democrática de Catalunya pos-Pujol incluida. Espero con impaciencia sus primeras manifestaciones, sus primeras medidas. De Rajoy, hay que decirlo, sigue dependiendo, en materia de reformas políticas, casi todo.

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