Carlos García Pardo: «Una Siria sin los sirios»

Carlos García Pardo: "Una Siria sin los sirios"

Siria: ubicada en el centro del Creciente Fértil, cuna de la civilización y lugar de encuentro de infinidad de culturas. Su capital, Damasco, la más antigua del mundo y madre de todas las ciudades. Sobresale, por encima de todo, la hospitalidad de sus gentes y la pluralidad de las mismas. Hecha esta salvedad, entremos de nuevo en la presente y cruel realidad.

Hoy, vemos ante nuestros ojos, una vez más, a un pueblo sirio secuestrado. Esta vez, se presenta a los kurdos como protagonistas. La osadía de Trump de abandonar al pueblo kurdo ha dinamitado el sueño de éstos para establecerse como una región autónoma kurda dentro de Siria. Para ser más específicos, el Presidente Sirio, Bashar al-Ásad, vuelve a controlar —militarmente— el Kurdistán Sirio, con el absurdo pretexto de defender dicho territorio de las amenazas de Turquía y, sin otra alternativa por parte de los kurdos que aceptar su “supuesta ayuda”.

Lamentablemente, lo anteriormente descrito es sólo una pequeña porción de la colosal transgresión provocada contra una población siria, cuya memoria, hace tiempo que ha sido borrada. Nadie, ciertamente nadie, tiene en cuenta la voz del pueblo sirio. Baste, como muestra, que ni en las mesas de debate, ni en las coberturas mediáticas, ni en las Cumbres Internacionales se escuche hablar del futuro —manifiestamente incierto— de esos hombres, mujeres y niños que han sido despojados, ininterrumpidamente, de sus derechos y libertades.

Por el contrario, las únicas noticias que nos llegan son, invariablemente, las relacionadas con el juego de poder de las distintas potencias regionales y mundiales, las cuales llevan algo más de un siglo manejando a Siria como un simple peón, con miras a “sacar tajada” del infortunio y la desgracia que, deplorablemente, padece el país. De manera análoga, lo mismo ocurre con la religión, básicamente entre sunnismo y chiismo; pero eso ya es otra historia.

Muchos son los actores que han contribuido a la ruina y al rapto de esa región, pero, a mi juicio, hay dos que destacan. Éstos son: el gobierno estadounidense y el régimen de Bashar al-Ásad.

El primero, cabe recordar, lideró la invasión de Iraq en el año 2003 en busca de las llamadas “armas de destrucción masiva”, de las cuales no se encontró ningún rastro. Esta invasión provocó la destrucción de la estabilidad que —mal que bien— estaba establecida, favoreciendo, además, las raíces del futuro yihadismo. Así mismo, en el año 2011, la administración Obama decretó la retirada de sus tropas de la región, lo que originó la creación de un vacío de poder que algunos supieron aprovechar; especialmente Irán. Todo ello se producía al mismo tiempo que daban comienzo las famosas “Primaveras Árabes”.

El segundo actor, básicamente la figura de Ásad, es posiblemente el que más haya contribuido al establecimiento de la contienda . Podríamos calificarlo como un demente (empleando un término suave), que posa en las fotos con traje militar y gafas de sol, al estilo “Saddam Hussein”. Pues bien, este demente fue el causante directo de una guerra civil que estalló debido a la brutal represión ejercida contra unas protestas que, inicialmente, fueron pacíficas y plurales y que consumaron, en tan solo dos meses, 850 muertos. En consecuencia, se fue fraguando todo un rompecabezas de fuerzas de la oposición, desencadenando un conflicto bélico equiparable a “un partido de fútbol con cinco porterías”, donde era difícil saber a cual de ellas era mejor marcar un gol.

Sintetizando, pues, diré que Siria ha permanecido a ojos del mundo entero como un “barómetro de la impunidad”, donde se han violado —sistemáticamente— todas las líneas rojas; desde bombardeos a hospitales hasta el uso de armas químicas contra la población civil. Las cifras hablan por sí solas: 400.000 muertos, 6,5 millones de refugiados y 6,2 millones de desplazados dentro del país. Ante estos datos, podemos aseverar que ese “barómetro de la impunidad” ha estallado y, por consiguiente, se corre el riesgo de que cualquier otro “demente” pueda hacer de nuevo que, una población entera, sea radicalmente extirpada de su propia tierra.

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