«Cuando las actividades humanas pueden desembocar en un peligro moralmente inaceptable, científicamente posible pero incierto, se deben adoptar medidas para evitar o disminuir ese peligro”. Así dice el principio de precaución adoptado por la UNESCO en 2005.
Sobre la tecnología 5G (quinta generación) existe un manto de sospecha más que evidente. Sin embargo, como ya hemos expresado en otras ocasiones, el poder político, casi siempre al servicio de la economía, hace oídos sordos mientras los críticos, conocedores de la trampa mortal que supone el nuevo bombardeo electromagnético, intentan alertar y pedir moratoria a los gobiernos para su implantación, en tanto no se contrasten todos los estudios indicadores de su nocividad para la sociedad de los próximos años, no solo en el ámbito humano, sino del planeta a nivel global.
Con la aparición de los primeros móviles aparecieron las primeras investigaciones sobre la exposición a la radiación de los teléfonos. En la actualidad, se ha constatado que la radiación genera síntomas que alteran nuestro ritmo cotidiano, como fatiga, insomnio, confusión, pérdida de memoria, depresión, ansiedad, problemas endocrinos y de piel, pitidos y ruidos en los oídos, cataratas, problemas de piel y otras alteraciones relacionadas con nuestro sistema nervioso central y endocrino.
Tras diversos estudios, llegó la recomendación –aunque de manera muy solapada y poco publicitada— de que los niños y las embarazadas no utilizaran móvil, tema que se selló en el Reino Unido con la prohibición de utilizar celulares a los menores de catorce años. Aún faltaba un tiempo para la implantación masiva de Internet y las wifis.
Fueron sonadas las polémicas por las antenas de telefonía móvil, los casos de cáncer, de leucemia y muchas enfermedades más, pero la prensa dejó de hablar de ello, y como el dinero lo puede casi todo, al final, la escasa protección e información por parte de nuestros gobernantes y el potente poder del marketing, propicia que estas advertencias pasen inadvertidas. Somos una sociedad de irresponsables que solo se preocupa por lo inmediato.
El estudio CERENAT, del 2014, fue publicado en “Ocupational Environnement Medicine” y concluye que el uso del móvil, aunque sea solo durante treinta minutos, duplica o triplica el riesgo de padecer un tumor cerebral.
En el 2018, el Instituto Ramazzini también vinculó el padecimiento de schwannoma maligno de corazón y el glioma al teléfono móvil. Por su parte, el macroestudio del National Toxicology Program del Instituto Nacional para la Salud y Seguridad Ambiental de Estados Unidos constata las evidencias de carcinogenidad y daños cardiacos por el uso de la radiación del móvil.
En cuanto al sector más joven de la población, la Comisión Europea tiene en su poder el estudio Mobi-Kids, un trabajo muy interesante realizado en catorce países con niños y adolescentes de edades comprendidas entre los siete y los veinticuatro años, que vincula la relación entre los tumores cerebrales y la telefonía móvil. La exdirectora de epidemiología del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación médica de Francia, manifiesta que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) podría elevar la clasificación de “probablemente cancerígeno” por su mecanismo de neurotoxicidad.
El 5G ha vuelto a poner sobre el tapete la peligrosidad de los campos electromagnéticos, en particular esta nueva tecnología que ya se ha empezado a vender y está implantada en varias naciones. Pero no se cuentan los efectos adversos.
Si preguntamos en la calle qué es el 5G, como mucho, nos van a decir que es “algo bueno para que los teléfonos móviles sean más eficaces, tengan mayor cobertura, descarguen los vídeos más rápido”, y poco más. De cómo puede afectar a la salud, casi nadie tiene idea, como mucho, han oído los argumentos de los servidores del sistema en alguna de las tertulias del momento en las que, con la frivolidad acostumbrada, se intenta quitar hierro al asunto, poniendo como ejemplo la reticencia que en su día hubo a la implantación del tren o al uso de la olla exprés, debido a que la sociedad teme lo que desconoce, y tildando de alarmistas a quienes pedimos que, como mínimo, se respete el principio de precaución.
Veamos en qué consiste el 5G, por qué es peligroso, quiénes lo dicen y en qué se basan. Se trata de una supertecnología que implica el uso de altas frecuencias, entre 53 y 58 Ghz, las cuales tienen mayor capacidad para penetrar en toda la materia viva. Las personas con sensibilidad electromagnética (CEM) tendrán que meterse en una burbuja para sobrevivir, y no estamos exagerando.
Lo cierto es que muchos científicos han dado la voz de alarma, entre ellos, Ceferino Maeztu, director del laboratorio de bioelectromagnetismo del Centro de Tecnología Biomédica dependiente de la Universidad Politécnica de Madrid. La preocupación es compartida por David Carpenter, coautor del informe internacional “Bioinitiativa” y director del Instituto de Salud y Medio Ambiente de Nueva York, centro colaborador de la OMS. Según sus palabras “ya es imposible decir que las radiofrecuencias no producen cáncer”.
Es opinión generalizada entre los científicos no adscritos al sistema que cada vez habrá más casos de leucemia infantil, infertilidad, cardiopatías, enfermedades neurológicas, psiquiátricas, cognitivas y más cánceres de todo tipo, especialmente, cerebrales.
La doctora Magda Havas, profesora de ciencias ambientales de las universidades canadienses de Toronto y Trent hace tiempo que alertó sobre la aparición de un tercer tipo de diabetes, desencadenada por la contaminación electromagnética.
La tecnología 5G ya está implantada en varios países. Según tomamos de una ficha técnica, “se trata de una tecnología inalámbrica que, en lugar de emitir cientos de vatios de radiaciones de microondas, emitirá haces con una potencia efectiva de hasta decenas de miles de vatios de radiación de onda milimétrica, con lo cual se pretende que 20.000 satélites en órbita baja irradien cada centímetro cuadrado del planeta”. Lo aterrador de esto es que las pruebas de esta tecnología han provocado una repentina muerte de miles de aves, aparte de los síntomas humanos de fatiga, desorientación e inquietud, y otros de los que hablamos en párrafos anteriores.
La ONU y su organismo la OMS, la UE, el Consejo de Europa y los gobiernos de todas las naciones tienen en su poder el comunicado que los científicos conocedores de estos efectos devastadores para la vida humana y la del planeta han elaborado y enviado. Es una declaración de alarma, en la que solicitan que se paralice con carácter de urgencia el despliegue de la red inalámbrica 5G, incluida la red 5G de los satélites espaciales. La razón es el incremento de la exposición a la radiación de radiofrecuencia de las telecomunicaciones, la cual se acumula a las que ya están implantadas: 2G, 3G y 4G. Inciden en su perjuicio para el medio ambiente y tachan la 5G de un experimento sobre la humanidad, lo cual podría definirse como un crimen contra la humanidad, si nos atenemos a la letra del Derecho Internacional. Continuaremos en “La red 5G (II)”.