Victor Entrialgo De Castro: «El imperio político de las masas»

Victor Entrialgo De Castro: "El imperio político de las masas"

La vieja democracia vivía a gusto entre el liberalismo y el respeto por la ley. Para servir a estos principios el individuo se obligaba, se autolimitaba y se sujetaba a una disciplina difícil al amparo del principio liberal y de la norma jurídica. Democracia y ley eran sinónimos. No podían pensar entonces que la acechaban peligros sin cuento, nacidos en sus propias entrañas.

Mientras tanto, ser liberal, insistía Marañón, consiste sólo en dos cosas:

1) Estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otra manera; y

2) No pensar nunca que el fin justifica los medios (ETA) sino que, justamente al contrario, son los medios los que justifican el fin.

Hoy vivimos tiempos de populismos, terrorismos, yihadismos, separatismos y posverdad, o sea, mentiras diarias incluso de presidentes de Gobierno. Asistimos a “la hipertrofia de la democracia”, su parálisis y anquilosamiento en términos de representación y proporcionalidad, donde las minorías gobernantes, fundamentalmente el bipartidismo defectuoso de PP y PSOE en la trampa de los excesos autonómicos, accediendo durante demasiado sentido a los chantajes de los separatistas en aras de sus propios intereses como partidos, no han siquiera suscitado el urgente debate político en las Cortes y en los medios acerca de los clamorosos defectos de nuestro sistema político. Falta de representación de todos y cada uno de nuestros cargos públicos. Y falta de proporcionalidad de nuestro sistema político por una ley electoral general y una ley de partidos que urge modificar.

Los últimos meses ponen de manifiesto que las masas que apoyan a los separatistas, Sanchistas y Podemos, actúan directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos y tratando de controlar ahora poder judicial con sus políticas de ascensos y nombramientos. Rematando a Montesquieu.

Con anterioridad, la masa consideraba que a pesar de sus defectos y sus corruptelas las minorías políticas entendían un poco más de los problemas públicos que ella misma. Ahora en cambio la masa cree que tiene derecho a imponer y dar vigor de ley a las formas modernas de sus ocurrencias y sus dogmas.

Nunca antes la muchedumbre ha llegado a gobernar tan directamente como en nuestro tiempo gracias a la hipertrofia de una democracia que no ha querido autocorregirse ni hacer valer la autoridad, cualquiera que fuere, la necesaria para que la comunidad política sobreviva. Autoridad paterna, autoridad gubernamental frente al separatismo, autoridad frente a los desórdenes públicos, etc. La autoridad no asume su responsabilidad ante la posibilidad de perder su puesto y sus prebendas.

Lo propio sucede en los demás órdenes de la vida, por ejemplo en el intelectual. el lector medio o usuario de las redes sociales no se ocupa de sus autores o referencias con el fin de aprender algo, sino al revés, con el ánimo de desautorizarle y sentenciar. Sobre todo cuando no coincide con las vulgaridades que ese lector tiene en la cabeza.

Lo característico del momento es que el alma “ sabiéndose vulgar reafirma del derecho a la vulgaridad y lo impone donde quiera. Como se decía en los Estados Unidos ser diferente es indecente. La masa arroya todo lo diferente, lo egregio, lo individual, el que no sea como todo el mundo, el que no piense como todo el mundo corre riesgo de ser eliminado y claro está que si todo el mundo era normalmente la unidad compleja de masa y minorías discrepantes especiales ahora todo el mundo es sólo la masa. Este es el hecho formidable de un tiempo atisbado por Ortega ya hace un siglo. La rebelión de las masas.

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