Manuel del Rosal: » Del racionamiento franquista al IMV social comunista»

Cartilla racionamiento

Dale un pez a un hombre y comerá hoy, dale una caña y enséñale a pescar y comerá el resto de su vida” Proverbio chino

¡Quién nos lo iba a decir! Tras más de 40 años de democracia, hemos conseguido, en un giro copernicano: volver a las cartillas de racionamiento que ahora reciben el nombre de Ingreso Mínimo Vital y, – ¡paradoja de paradojas! – quién ha implantado esta cartilla progresista es un partido y un gobierno social comunista.

La limosna del Ingreso Mínimo Vital es la constatación del fracaso de un gobierno incapaz de articular los mecanismos necesarios para dar a los ciudadanos el empleo que los dignifica y no la limosna que los humilla.
La limosna se da desde arriba hacia abajo. La limosna establece en sí misma la posición del fuerte (arriba) y del débil (abajo) y por eso el que la da humilla a quien la recibe y este hace acto de sumisión a las reglas que el fuerte establece para que tenga derecho a la limosna. Al igual que los ingresos generados por un trabajo dignifican al hombre, los – si se les puede llamar ingresos – generados por una limosna menoscaban su dignidad. Pero el fuerte sabe que cuando el hombre trabaja y vive dignamente de su trabajo es libre y manipularle es mucho más difícil que mediante la sujeción a una limosna. Los gobiernos que son incapaces de generar empleo dan limosnas, obligando a quien la recibe a sentirse deudor de ese gobierno, de ese partido que, en vez de dignificar al hombre dándole trabajo, le humilla, le corta las alas, le impide labrarse el futuro que un trabajo si le permite. Los gobiernos social comunistas encuentran en la pobreza la sustancia para sus fines totalitarios

A lo largo de la historia ha sido característica de los gobiernos de izquierdas amar la pobreza. Aman la pobreza porque solo con la pobreza pueden ellos implantar sus ideologías. Nunca en un país rico han triunfado los gobiernos social comunistas porque esos gobiernos no saben repartir riqueza entre los ciudadanos; esto es así debido a que la riqueza que genera el país se la reparten entre ellos. El ciudadano pobre es fácil de contentar con una limosna que le permita respirar, comer, defecar, vestir algo, calzar algo, y todo esto adobado con el miedo a perder la mísera limosna, y haciéndole olvidar que el hombre libre debe tener su nivel de dignidad por encima de su nivel de miedo.

Crear empleo no entra en los cálculos de estos gobiernos. El empleo dignifica al ciudadano, le hace sentirse libre y dependiente solo de su capacidad, su inteligencia, su determinación para ir creándose un futuro y eso hace mucho más difícil su manipulación. Saben estos gobiernos social comunistas que con las limosnas no hay futuro para el ciudadano y que el devenir de los días depende, no del ciudadano, sino de la limosna del gobierno; esa limosna que tala sus aspiraciones, sus proyectos, sus ilusiones, que todo queda reducido a recibir mensualmente la limosna que le permite seguir respirando que no viviendo.

Para que un gobierno cree empleo es necesario que esté adornado con la determinación, el coraje, la generosidad, la valentía, el nervio y la inteligencia para articular los mecanismos necesarios para crearlo. Este gobierno social comunista carece de todo esto, pero aún en el caso de que estuviera adornado por esas cualidades, prefiere dar limosna a dar oportunidades porque la limosna ata a quien la recibe y provoca su sumisión a quien se la da, lo que hace que el ciudadano sea un rehén del gobierno en el que vea ese benefactor que, al menos, le permite respirar todos los días a cambio de la pérdida de su dignidad y de su libertad.

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