OPINIÓN

Francisco Tomas Gonzalez Cabañas: «De la época de la imagen del mundo a la actual del dibujo de nuestra ventana»

Francisco Tomas Gonzalez Cabañas: "De la época de la imagen del mundo a la actual del dibujo de nuestra ventana"

En una de las célebres conferencias de Martín Heidegger, define que por el mismo proceso que el mundo se convierte en imagen el hombre se convierte en su sujeto. Trasunta en verdad como concepto central la representación que a nuestro entender la podríamos definir como una disección que se se hace del mundo, que así nos es dado y tenemos de tal la posibilidad de tal manera de comprenderlo. La otrora finalidad de la ciencia, en el afán de una exactitud matemática, se reconvierte en la huella, el sendero de tal investigación de la representación de lo ente, que será siempre por definición aproximada, estimada, nunca específica o determinada, interpretamos que nos dirá el alemán.  De aquel mundo griego donde el imperio del mundo de las ideas buscaba ser replicado por lo humano a los tiempos heideggerianos en donde el individuo, mediante su individuación, pretende ser validado al contrarrestar su voluntad con la de otros. El tiempo sagrado de la representación. La época dorada de las democracias representativas no por casualidad, el campo gregario donde el sujeto, desde su condición de particular, situado en lo matemático del número, busca integrarse en lo común, constituir y constituirse en lo público, desde un mundo cómo imagen, estructurado y condicionado con antelación, por poderes que desandan sus extensiones o entidades como dispositivos varios, en donde el sujeto creer valerse per se, por lo que es, sin poder ver cuán condicionado se encuentra por la estructuración de la que es una simple circunstancia.

Pero a Martín Heidegger lo hemos dibujado en su ausencia, incluyendo las cancelaciones a los que no pocos lo someten por haber actuado de una determinada manera bajo el nazismo. Debemos pensar, seguir haciéndolo en la orfandad perpetua a la que nos condena la continuidad de nuestra experiencia finita, transformada en lo colectivo. No casualmente la conferencia termina con una cita a un poema de Hölderlin donde se pregunta ¿qué mortal ha visto los años de los pueblos?.

Devenimos en la época actual que damos en llamar la del dibujo viralizado en nuestra ventana. Del ser al ente de este a la representación y de ésta al sucedáneo replicado de lo que no somos.

Si pudiésemos destacar características esenciales, comenzaríamos diciendo que precisamente no existe la posibilidad de tal esencialidad. Prometeo ha robado el fuego que se transformó en lápiz. Todos, de alguna u otra manera, creemos sentirnos con derecho a tomar una sección del trazo, para dibujar lo que nos venga en gana. Vivimos en el recuerdo de lo que pudo haber sido. La otredad que nos propone lo contrafáctico es aún más demoledor que entender, comprender y compartir la experiencia de los demás. Flotamos por obra y gracias de estar sujetos a los nudos de nuestros temores e imposibilidades. Hemos desistido de la muerte como límite, dado que no nos permitimos nacer como posibilidad de pensarnos en el desconcierto desgarrador de lo incierto como lo indeterminado.

Los dibujos realizados por pacientes esquizofrénicos podrían ser una muestra de cómo estaríamos trazando con los pinceles diversos de nuestras manos el cuadro actual de la humanidad. No casualmente lleva como título “Capitalismo y Esquizofrenia” el libro de Deleuze y Guattari.

La viralización de la que somos tanto víctimas como victimarios, es otro de los síntomas palmarios que nos dan la pauta de la epocalidad del dibujo de nuestra ventana. El sentido es la réplica, la dinámica, el aceleracionismo que en definitiva niega el movimiento y por ende el espacio para la reflexión, para el pensamiento. La lógica viral es una de neto tinte y corte irracional, como desprovisto de consideraciones emocionales o morales. Los índices desmadrados de pobreza y marginalidad, transforman al sujeto en integrante de una horda, que sólo debe pervivir, hasta que su finitud lo determine, como cualquier virus en los ámbitos que fuesen.

Las narraciones que escribimos, incluyendo la presente, no son más que tantas posibilidades de demostrar que somos parte del lápiz, que también desde nuestras manos, podemos trazar, garabatear, lo que se nos antoje, ideologías, noticias, divinidades y una tachadura a la que alguien le pondrá un sentido de acuerdo al matiz que sobreimprima sobre lo escrito y borrado, una vez más.

Sobrevendrá posiblemente una forma de organizarnos, política y socialmente que tenga más correlación con el desorden que las viejas estructuras y consignas del antiguo mundo de la imagen y del sujeto que no pueden seguir sosteniendo ni comprendiendo lo actual. Mediante estas coordenadas, aquí ofrecidas, cómo en otros lugares, podemos intuir las características principales que se podrán desandar en breve.

En ritmo poético y con la armonía musical se comprende mejor. Lo saben y testimonian muchos, como el caso de Eduardo Skay Beilinson cuando canta en “El viaje de las partículas”:

Cuando se apague el último fuego
Cuando se calle la última voz
Aún estará la tierra girando
Girando y girando, girando con vos.

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