EN EL ACTUAL EMPLAZAMIENTO DE LA CATEDRAL EXISTÍA UN POBLADO ROMANO DONDE LOS HISTORIADORES SITÚAN LA MANSIO ASECONIA

Camino de Santiago: entre la plaza del Obradoiro y el Finisterre

Camino de Santiago: entre la plaza del Obradoiro y el Finisterre

Iniciamos el descenso hacia Santiago de Compostela, “la más feliz y excelsa de todas las ciudades de España”, según la define Aimeric Picaud en el Códice Calixtino. Cuando vimos el indicador, algunos nos emocionamos y recordamos aquella mañana en la que nos hicimos la foto en Roncesvalles ante aquel “Santiago 790”. Desde entonces habían pasado muchas cosas. Habíamos tenido experiencias que nunca olvidaríamos. Aún no habíamos llegado y ya estábamos pensando en volver a empezar, en una suerte de espiral en ascenso.

Después del santuario de San Lázaro cruzamos la avenida de Lugo y caminamos por la rúa Fontiñas y la de los Concheiros hasta la plaza de la Inmaculada, donde se encuentra el Monasterio de San Martín Pinario; por el Arco del Palacio entramos en la gran plaza del Obradoiro.

Había escrito el post para el blog por la mañana temprano. Quedaba ya muy poco para la meta, pero tenía que seguir haciendo partícipes a mis lectores de todos nuestros pasos. Había sido un Camino compartido y así debía ser hasta el fin:

El lugar que hoy es Compostela estuvo habitado desde antes de la llegada de los romanos, como muestran los vestigios arqueológicos, topónimos precélticos y algunas inscripciones funerarias y sepulcros. Los nombres más antiguos son Callobre, Troia, Libredón y Arcis Marmoricis. En el actual emplazamiento de la catedral existía un poblado romano donde los historiadores sitúan la mansio Aseconia.

Tras la aparición de los restos del Apóstol en el año 712, tal como reproduce la Concordia de Antealtares, la monarquía asturiana inaugura las peregrinaciones. El rey peregrina a Compostela y concede tierras para la construcción del primer templo, al que dotará de privilegios. De esta manera, el monarca astur crea el arquetipo de Santiago Matamoros, al tiempo que evita la segregación y mantiene el poder unificado, cuando las peregrinaciones a Roma habían decaído, y Jerusalén estaba en poder de los musulmanes.

Alfonso II nombra un gobernador para Galicia e inicia la construcción de la ciudad, a imagen y semejanza de la de Oviedo. Primero se estableció una pequeña comunidad eclesiástica formada por el obispo de Iria y los monjes de Antealtares y, poco a poco, se fue asentando una población constituida principalmente por emigrantes de los alrededores. Muchos peregrinos que llegaban de lejos, se quedaban. Ordoño II concedió un privilegio, por el cual todo aquel que llegaba a la embrionaria urbe y no era reclamado como siervo en los últimos cuarenta días, pasaba a ser considerado como persona libre, con el derecho a residir en Compostela. Bretenaldo Franco fue el primer nacionalizado, allá por el año 955.

La ciudad fue creciendo y adquiriendo relevancia política, conformando el llamado Locus Sancti Iacobi. Almanzor la destruyó, pero respetó el sepulcro del Apóstol.

En el entorno de la plaza de Cervantes y la Casa da Troia sitúan las últimas investigaciones arqueológicas el enclave romano de Turoptiana.

Eran las once de la mañana. La plaza del Obradoiro era un hervidero de peregrinos. Conocíamos la catedral, pero nos quedamos mirándola con otros ojos, como si quisiéramos captar la impregnación milenaria de tantas almas buenas que habían llegado desde todos los rincones del mundo.

Habíamos recorrido cientos de kilómetros soñando con ese momento. Marta y yo habíamos prometido tumbarnos en el suelo con los brazos en cruz, y lo hicimos. Nos quedamos mirando al cielo, aunque el sol no nos permitió mantener los ojos abiertos. ¡Qué bien me sentía allí! Pero estábamos rodeadas de peregrinos, y nuestros dedos corrían el peligro de ser aplastados por alguna bota caminera.

Teníamos ante nosotros el monumento más representativo de la Ruta Jacobea, que marcó la base estructural de todas las catedrales que habíamos visitado. Antes de entrar teníamos que escenificar los tres rituales de rigor: hacer la foto del grupo en la plaza, estampar el último sello en la credencial, y recoger la Compostelana. Esto fue como recibir el título de la gran carrera de la vida.

Como era Año Jacobeo entramos en la catedral por la Puerta Santa, como mandan los cánones. Aún faltaba media hora para el comienzo de la Misa del Peregrino que se celebra a diario a las doce de mediodía.

Después de abrazar al Apóstol fuimos a pedir los tres deseos a la columna de las cinco oquedades, situada en el centro del Pórtico de la Gloria, tan impresionante por sus tallas y la disposición de las figuras. Simboliza la síntesis del Camino, el final, la consecución del premio tras el esfuerzo y la superación de obstáculos. La descripción que hace el Códice Calixtino del Pórtico de la Gloria no corresponde al actual, sino al anterior que fue destruido por Almanzor.

Según algunas corrientes esotéricas, el Maestro Mateo habría dejado una serie de claves relacionadas con los templarios. No hay que olvidar que el rey de León, Fernando II, que mantenía muy buenas relaciones con el Temple, fue quien designó al Maestro Mateo para la realización de lo que iba a ser la representación y concreción del templo. Nada está colocado al azar y todo gira en torno al número nueve. ¡Nuestro número! Allí estábamos los nueve que habíamos partido desde Roncesvalles.

La liturgia en la Catedral de Santiago es espectacular, o quizá sea más justo decir grandiosa e impresionante. Habíamos conseguido un lugar en las primeras filas. Yo recordé aquella vez cuando era pequeña y me mareaba con el calor y el olor del incienso.

El Botafumeiro es el símbolo más popular y que más expectación concita. Tiene su origen en el siglo XI, no por una cuestión litúrgica como los incensarios de tamaño normal, sino de higiene. En la Edad Media se permitía a los peregrinos dormir en la catedral, lo cual creaba un olor insoportable que había que paliar.

Ver elevarse el incensario de cincuenta y tres kilos de peso y un metro y medio de alto es un espectáculo inolvidable. Sube hasta veinte metros en la nave lateral y puede alcanzar una velocidad de setenta kilómetros por hora. Estábamos absortos viendo los tiraboleiros, al mando del tiraboleiro mayor, accionando las cuerdas apoyadas en el sistema de poleas que producen el balanceo.

Cuando pasó sobre nuestras cabezas no pudimos evitar el recuerdo de aquel día, hace más de quinientos años, cuando se desprendió y salió por la puerta de las Platerías, en presencia de Catalina de Aragón que estaba de visita en Santiago; o de otros desprendimientos que se produjeron, afortunadamente, sin víctimas.

En tiempos pasados, al llegar a la Catedral de Santiago, la mayoría de los peregrinos ponían fin al viaje y regresaban a sus lugares de origen con el jubileo ganado y la concha acreditativa. Otros muchos continuaban hasta el mar, imitando el itinerario de los antiguos romeros paganos. Hoy, libres de prejuicios, incorporamos su costumbre milenaria y nos dejamos enriquecer con los ecos de otros ritos, proyecciones al más allá de nuestros miedos e incertidumbres.

Colgué mi última entrada en el blog y me despedí de mis lectores:

El diez de agosto es el día de San Lorenzo, el mártir que se negó a entregar las reliquias sagradas, entre ellas, el Santo Grial de la Última Cena. El culto al santo laureado solapó la celebración del culto al Sol, que se realizaba cada año en el Ara Solis, bajo el patrocinio de Augusto, siguiendo costumbres más antiguas. Según la tradición, en Finisterre hubo un templo dedicado al Sol. Ptolomeo lo constata con estas palabras traducidas al latín: Post Nerium Promontorium, aliud Promontorium in quo Solis Ara, cuya traducción al castellano es: “Después del promontorio Nerio, hay otro en el cual hay un altar al Sol”.

En cuanto al emplazamiento del Ara Solis se duda entre Finisterre y el cabo Touriñán, en Muxía. Sea como fuere, parece bastante probado que existía desde la Antigüedad una ruta anterior por la que transitaban los peregrinos que acudían cada año al altar del Sol. Los numerosos restos de Finisterre apuntan a un claro culto al Sol. Hoy, una cruz sobre el acantilado, sacraliza el lugar y proyecta su silueta sobre el mar embravecido. Es espectacular. Imposible no sentir en el alma la grandeza de Dios, del cosmos, del infinito universo del que somos parte. Incluso de nuestra pequeña bola azul llamada Tierra que nos pasea a gran velocidad por el espacio sideral.

Continuamos hasta Muxía, otro enclave emblemático donde lo pagano y lo sagrado se vuelven a unir bajo el paraguas del sincretismo, conservando cada uno su historia e identidad propias. Era un lugar de culto para los antiguos y, como ellos, nos acercamos hasta las piedras mágicas dotadas de poderes sobrenaturales. La de “Abalar” oscila de arriba abajo. Dicen que sana los dolores de espalda, el reuma y más cosas. Para ello hay que cumplir el ritual de pasar por debajo nueve veces. Nuevamente aparece el número mágico del Pórtico de la Gloria. Hay otras dos rocas emblemáticas, y un poco más alejada, la de los enamorados, donde las parejas hacen sus pactos secretos.

Cuenta la leyenda que Santiago se encontraba predicando en Galicia sin demasiado éxito. Los parroquianos estaban muy apegados a sus ritos ancestrales y desoían las prédicas del Apóstol. Un día apareció la Virgen en una barca y le pidió que regresara a Jerusalén, porque la semilla ya había germinado. Las tres piedras frente al mar simbolizan las partes de la embarcación: la vela, el casco y el timón. Después se levantó el santuario de Nuestra Señora de la Barca, a cuya fiesta en septiembre acuden miles de personas.

Las leyendas y la historia van conformando los lugares, y las personas que los visitan aportan la carga energética que los convierte en únicos. Muchos peregrinos a lo largo del tiempo han querido celebrar frente al Atlántico su fin de trayecto y así se sigue haciendo en la actualidad.

(De mi novela El Códice de Clara Rosenberg).

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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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