“Llegará un día en que la tolerancia será tan intensa que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles” Fiódor Dostoievski
“Hay un límite donde la tolerancia deja de ser virtud” Edmund Burke
¿Somos tolerantes o practicamos mansamente la tolerancia oficial que se arroga que es lo que puede tolerarse y lo que no?
La tolerancia de Europa con Hitler permitió a este llegar hasta Paris. La Europa de los felices años posteriores a la segunda guerra mundial, gastaba sus energías en el charlestón y en el “carpe diem”; cualquier cosa que viniera a entorpecer el paso suave, cálido y sin responsabilidades de las horas y los días, era mal vista y peor admitida. La Europa actual del buenismo, la comodidad, la ausencia de responsabilidad y la tolerancia hasta la náusea, está permitiendo a Putin, penetrar en el ¿paraíso? Europeo. En 1939 Europa apostó por la tolerancia para con Hitler, hoy Europa ha apostado desde hace años por la tolerancia para con Putin. Cuando – tras el buenismo degradante y decadente – lo que tolera la tolerancia es la maldad, la tolerancia se convierte en crimen. La tolerancia no debe ser sumisión, la tolerancia no es el camino que nos dice la moral que debemos tomar; eso sí, la tolerancia en la mayoría de las veces es el camino que tomamos por cobardía y comodidad. La tolerancia que desde hace años ha sido implantada en el mundo occidental, la oficial, no es más que el uso perverso de la misma, no es más que una tolerancia mal entendida de conformidad con lo inepto, con lo ruin; es un eufemismo de indiferencia, una tapadera para la cobardía; hoy, con la vitola de ser tolerante, se tolera el hambre, la miseria, el sufrimiento y la muerte de inocentes; se tolera hasta la intolerancia.
Vivimos en una sociedad que no soporta la autoridad que emana de la justicia al tiempo que se pone de rodillas ante la autoridad que emana de los prejuicios, ante la autoridad impuesta por lo último en llegar, por doctrinas espurias, por modas, por dogmas supuestamente progresistas que ocultan en sus postulados y tras una cortina de buenismo y relativismo, las nuevas dictaduras envueltas en el oropel de un progreso pervertido. Al niño se le tolera todo durante su niñez en aras de evitarle un trauma infantil que lo arrastre hasta la madurez, de esta forma, cuando tiene que enfrentarse a una frustración carece de los instrumentos mentales para hacerlo y, con 13 años, ese niño apuñala tres veces por la espalda a su profesor o maltrata, si no asesina a sus padres ante la primera muestra de autoridad de estos, autoridad que le rompe los esquemas que durante años han ido conformando su personalidad con una tolerancia fuera de toda medida y de toda norma moral.
La tolerancia correctamente entendida no permite la complacencia ante el error o la falta. Esta tolerancia oficial que establece por decreto ley lo que debe o no debe ser tolerado es más intolerante que la misma intolerancia, así nos hablan hasta el aburrimiento de lo que ellos establecen como tolerancia, mientras nos imponen las normas de cómo hemos de vivir, de pensar, de establecer relaciones.
En 1939, la tolerancia mal entendida de una Europa, adormilada bajo los efluvios de los felices años de la postguerra de 1914, permitió a Hitler un año después hacer turismo en Paris a bordo de sus panzer. La tolerancia mal entendida de la Europa de hoy acomodada y acomodaticia ha permitido a Putin entrar con sus tanques en Ucrania, cosa que venía avisando desde hacía años.
Termino con una frase del Papa Benedicto XVI: “Cuando el relativismo moral se absolutiza en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo”
Manuel del Rosal