Esa es la mejor respuesta a alguien que nos pregunte que va a ser de nuestra España. Depende, ¿de qué? De que nuestros políticos se dediquen a trabajar para ella, y no para sí mismos.
Estamos en un momento en el que todo puede ocurrir, tanto para bien como para mal. Lo único que tenemos claro, es que somos nosotros, el pueblo, quienes saldremos beneficiados o perjudicados.
Nos encontramos en un impasse. Todo son incógnitas. Están jugando con nuestro futuro, mientras nos venden lo muy preocupados que están por nosotros.
También es cierto que gran parte de la culpa es nuestra. En vez de hacernos oír en todo momento y en todos los sitios que podamos, nos limitamos a “ser buenos”, no vaya a ser que creemos más problemas de los que ya hay. Además, a los pocos que de vez en cuando no son buenos, los políticos salva patrias y la prensa que tienen comprada los tratan como alimañas.
Lo que está claro, lo hemos dicho en varias ocasiones, es que se diga lo que se diga, hay un individuo que manda con arrogancia, en la seguridad de que se van a cumplir sus órdenes, de un modo u otro. Lo penoso es que posiblemente y gracias a una camarilla de chupópteros se saldrá con la suya.
Una cosa que nos extraña es el silencio de “cum fraude”. Es raro, lleva unos días muy callado. Quizás sea, mejor dicho, seguro que está a la expectativa de cómo reacciona el país ante sus pretensiones, que se reducen a una sola cosa, mantenerse en el poder a cualquier precio.
Ahora hasta insignes socialistas de antaño, han manifestado públicamente su oposición a la amnistía y demás pretensiones del traidor golpista. “Cum fraude”, muy democráticamente, ha respondido con una purga de disidentes. En otras palabras, el estado soy yo, y pobre del que lo dude.
¿Qué le decimos los españoles? Algo muy simple, queremos una nación en la que impere la ley, igual para todos, en el que los traidores que han intentado destruirla, y que públicamente manifiestan su intención de seguir en sus trece, paguen por ello.
Esa será la única manera de que España siga siendo España. No lo decimos nosotros, lo dicen la mayor parte de sus ciudadanos. Pero claro, si el desestabilizar el país y el golpismo son imprescindibles para que cierto personaje se mantenga en el poder, bienvenidos sean.
Lógicamente si se produjese una reacción violenta por parte de la ciudadanía, contra todos esos enjuagues, esperemos que la haya, pero de forma democrática, les faltaría el tiempo, a los que la han provocado, para calificarla como de insurrección fascista.
¡Qué pueblo más desagradecido! Encima de que trabajamos para ellos la que nos montan. No quieren entender que yo tengo que detentar el poder, por el método que sea, para que nuestro país se ponga a la cabeza del mundo. Si es necesario proclamar una república, traeremos la III República Confederal Española, de la que yo seré, merecidamente, su primer presidente.
Esta es la situación en que estamos queridos conciudadanos. Creemos que, desde el comienzo de la Transición, nunca habíamos estado en un momento tan delicado, en el que nos jugamos nuestra existencia como nación democrática, en la que todos los poderes están sujetos a la ley y la Constitución, sin que nadie pueda retorcerlas a su conveniencia,
Nadie priva sobre nadie, todos iguales ante la ley, y la ley es igual para todos. Si no se respeta este principio, dígase lo que se diga, estaremos en una dictadura. A los ciudadanos, nos toca elegir, de nosotros depende.