En Grecia y en Roma la tiranía tambien tenía una importante base social. Pero el ostracismo y el destierro era la pena impuesta a los ciudadanos que resultaban ser muy peligrosos para la soberanía popular. Como el séptimo y último Rey de Roma, Tarquino el soberbio, Pedro Sanchez es hoy un candidato de libro al ostracismo y al destierro.
«El pueblo siempre tiene algún paladín a quien colocan sobre ellos y lo nutren hasta la grandeza. Esta y no otra es la raíz de la que brota un tirano; cuando aparece por primera vez es un protector», decía ya Platón en su República.
En sentido vulgar un tirano es alguien que gobierna sin respeto a la justicia ni a las leyes. Pero además es un particular que se arroga la autoridad sin tener derecho a ella: así entendían los griegos la palabra tirano y la atribuían a aquellos cuya autoridad no era legítima, en cuyo supuesto tirano y usurpador son dos palabras sinónimas.
Tirano es «el usurpador de la autoridad real, y déspota el usurpador del poder soberano.» El tirano es el que trepa y se infiltra en el Estado contra las leyes para gobernar según ellas; y el déspota el que, a costa de lo que sea, matar a su propia madre o vender a la patria, se hace superior a las mismas leyes. Así el tirano puede dejar de ser déspota; pero el déspota es siempre tirano. El problema que tiene España es que Pedro Sanchez, que es fundamentalmente un Déspota, es también un tirano.
Tarquino el Soberbio hizo un uso abusivo y cruel del poder político que usurpó injuriando a Servio Tulio empujándole incluso escaleras abajo, como Sanchez hizo en televisión con Rajoy.
Su poder no solo era ilegítimo por su origen apoyado en golpistas sino también injusto por su ejercicio, que reprimía cualquier oposición, como Sanchez trata en vano ahora de parar las rebeliones echando a Nicolás Redondo como aviso a los navegantes.
Fue también una violación, la de Lucrecia, el catalizador que prendió la mecha de la caída de Tarquino el Soberbio el séptimo y último Rey de Roma que dió paso a la República, como en el caso de Sanchez las miles de revisiones y excarcelaciones por culpa de la majadera ley del sí es sí.
Tarquino, el otro Soberbio, trató de unirse igualmente en el exilio con otras ciudades etruscas de Cerveteri, Tarquinia y Veii, como él y la Yoli en Bruselas con Puigdemont y los golpistas fugados. Y también sus parientes, en aquella ocasión un yerno, intentaron reponerlo en el poder.
Por eso la sublevación contra Tarquino el Soberbio fue justificada por la naciente República romana como un tiranicidio, aunque no fuera muerto sino desterrado.
Como el otro Soberbio y toda su familia, Sanchez es un candidato al ostracismo y al destierro de libro. Pero a tal efecto, en este país adormecido por la ayauasca de la subvención, hace falta dejar de ver telediarios, Rubiales y otros circos de entretenimiento y salir a la calle. El diagnóstico hace mucho que está hecho. Falta acción y sobra dar la lengua. Sobra lirili y falta lerele.
Victor Entrialgo
Nota: Ahora llega el Babel ridículo de unos cuantos memos con pinganillos y traductores a nuestra costa que nos espera la próxima semana en el Congreso, todo por culpa de éste déspota. Y algunos proponen ya «huelga de telediarios» mientras en el Congreso no se hable latín y griego y un poco de arameo, y mientras los que quieren lucrarse con las chicas que juegan al fútbol sigan hablando de Rubiales y no del dinero robado.