CARTA AL DIRECTOR

Laureano Benítez Grande-Caballero: «Notre Dame mon amour: ¿Arde Europa?»

Laureano Benítez Grande-Caballero: "Notre Dame mon amour: ¿Arde Europa?"
Incendio de la catedral de Notre Dame de París.

«Mientras miles de extraños agitaban sus corazones al aire, yo rompía el mío contra el suelo frío de Notre Dame». (Poema: PARÍS, escrito por Alicia Armas, @dobleapunto 2018)

Notre Dame en llamas… ¿Arde Europa?

«Paris no debe caer en manos del enemigo, salvo siendo un montón de escombros». Éstas fueron las palabras con las que Hitler ordenó a Von Choltitz, gobernador militar alemán de París, que destruyera la ciudad, el 23 de agosto de 1944.
En la mañana del 25, Hitler le llamó, preguntándole: «¿Arde París?».

75 años más tarde, un gerifalte del NOM de cuyo nombre no quiero acordarme llama a alguien, en algún lugar más allá del Canal de la Mancha e cuyo nombre no puedo acordarme, y le pregunta «¿Arde Europa?».

Europa, Europa… que de muchacha núbil fuiste raptada por un Dios, y ahora yaces secuestrada y mancillada por el Señor de las Moscas, pintarrajeada por el polvo de los burdeles, por la moqueta de los salones versallescos donde tus políticos te prostituyen al NOM.

Como Prometeo, arrebataste la luz de las esferas celestiales para iluminar civilizaciones, culturas, sociedades y razas, y ahora te desintegras en un trágico crepúsculo de los dioses, sofocada por el humo de tus iglesias que arden, por las llamas infernales que devoran tu Notre Dame.

Notre Dame, la capilla Sixtina, los Tedeums, la Summa Theológica, Santiago de Compostela, San Benito -tu patrón-, y tantos monumentos culturales y artísticos son parte esencial de tu grandeza, por eso vienen a por tus tesoros los martirizadores de católicos, los unabombers, los pirómanos, que te invaden desde las cloacas del NOM.

El Dragón del Averno vomitó su fuego contra Notre Dame, el mismo Dragón Rojo que te tiene encerrada en mazmorras que hieden a la herrumbre y al orín de la decadencia, donde tus habitantes, degradados por una pavorosa descristianización, balan sin rumbo por las calles desde donde ven arder sus catedrales.

Creciste en luminosas ágoras de infinitas columnatas, en imperiales foros romanos, elevando tus catedrales hacia las esferas celestiales, pero has degenerado, víctima de las corrupciones que se han precipitado sobre ti como una avalancha apocalíptica desde que olvidaste la Cruz que por tanto tiempo enarbolaste como estandarte de tu civilización.

Europa, Europa… ¿qué te ha quedado después de miles de años de civilización?: hace mucho que no tienes fe, pero al menos te quedaban tus airosas catedrales, testigos de tu grandeza: arde Notre Dame, y en ella arden tus mejores siglos, la sangre de tus antepasados.

Europa, Europa… de Helena de Troya te has transmutado en una jorobada patética, en una horrible gárgola por la que desaguan las heces fecales de un mundo sin Dios, de un París sin Notre Dame, pues tu estandarte ya no es la Cruz, sino una bandera azul donde luce esplendorosa una «jolly roger» rodeada por las estrellas de la noche nochera que se ha abatido sobre ti, con sus lobos, aulladores en el futuro toque de queda de tus ciudades amedrentadas.

Europa, Europa… creadora de la más excelsa civilización de la historia, sitiada ahora por los pirómanos que invaden tus ríos con sus feroces drakkars, de donde salen al abordaje incontenibles terroristas, que bailarán sobre tus tumbas, y, después de arrasar Notre Dame, se masturbarán en tus Capillas Sixtinas, y marcharán contra la Cruz del Valle de los Caídos.

Europa, Europa… El NOM beberá tu sangre en la cuenca de tus calaveras vacías, mientras arrasa con tus templos para que alrededor de sus cenizas bailen sus brujas, sus destripadores, sus quebrantacatedrales.

Ahí están tus templos profanados, en toda tu geografía: tiraron las torres gemelas el 11S, y ahora las torres de Notre Dame… Te creíste invencible, pero ya agonizas, entre torres desmochadas y espesas humaredas, a través de las cuales se vislumbra ya tu calavera.

En las cenizas de Notre Dame estás, Europa, con toda tu muerte a cuestas, con las venas abiertas, con tu sangre vertiéndose a chorros a través de los rosetones destruidos.
Tu destino inmisericorde es el que se puede explicar parafraseando las famosas palabras de Harry Lime (Orson Welles) en la película «El tercer hombre»: «En Europaa hubo amor y fraternidad, 500 años de democracia y paz, y… ¿que tenemos?: arde Notre Dame».

Notre Dame, mon amour: ¡No, que no quiero verla!

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